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Las hipocresías y el cinismo ante la muerte


Félix Arbolí [colaboraciones].-

Jorge Manrique, que figura entre mis poetas preferidos, escribió en sus famosas coplas  a la muerte de su padre: “¡Qué  solos se quedan los muertos!”. Yo no estoy totalmente de acuerdo, los que se quedan solos son los vivos ante la ausencia de esa persona a la que tanto amábamos y jamás podremos borrar de nuestra mente. Los muertos solo tienen  el valor que quieran dedicarle los vivos.

La hipocresía humana suele honrar y ensalzar al que muere aunque haya sido un ser nefasto para los que dependían  de él o formaban parte de su círculo social o profesional. Solo los que mueren en la miseria y soledad no suelen recibir elogios, a lo sumo unas palabras de pesar que, se pierden cielo arriba hacia lo desconocido.

A la muerte de una persona, por muy querida que haya sido,  solo queda el recuerdo que queramos tener de ella y las oraciones de los que somos cristianos. No queremos darnos cuenta de la inutilidad que supone todo cuanto les ofrecemos y obsequiamos a base de ataúdes de lujo, coronas de flores, mausoleos y funerales solemnes, no les sirven ya para nada.

Allí solo queda un cuerpo sin vida que el tiempo se encarga  de descomponer. Lo sé por amarga experiencia cuando tuve que hacer el traslado de los restos de mi madre a los diez años de su muerte, para su traslado al cementerio de Chiclana junto a mi padre y tuve que ver en lo que se había convertido.

ETERNIDAD PROMETIDA

Estuve tres días sin dormir y apenas comer ante esa macabra amalgama de huesos y pelos que borraron la placentera y entrañable imagen que guardaba de ella. Fue un aldabonazo en mi conciencia y un descubrimiento de la dura realidad que nos espera. Nos esforzamos en mantener  esos restos cuya contemplación es la peor y más dura experiencia por la que podemos pasar.

Es más limpio, sano y menos traumático incinerar ese cadáver y hacer con las cenizas lo que la familia crea más conveniente. Las mías no quiero que las recojan, sino que las dejen allí. Les ahorraré a mi mujer e hijos ir con esa urna que guarda todo lo que queda de mí.

El que me quiera que me recuerde y si es piadoso que rece una oración por mi alma, dándole un margen de esperanza a esa eternidad prometida y el que no me quiera, por favor, que no me critique y desprestigie, pues aunque a mí ya no me importe nada de lo que digan o hagan, sí lo sienten mi familia y los seres que me han querido.

Lo que sí quiero dejar claro es que me entristece la muerte de cualquier persona, porque supone abandonar la vida un ser humano como yo. Vergonzoso y deplorable al máximo, la muerte de esa anciana de 81 años por falta de luz cortada ante su precariedad económica y tener que usar una vela, que  no es la primera, ni será la última, mientras los altos directivos de esas empresas eléctricas tienen sueldos escandalosos con la aprobación de nuestros gobernantes, ya que esperan ocupar uno de esos cargos cuando se retiren de la bicoca del poder.


DESPLANTES Y DESAIRES

Esta muerte solo ocupó un pequeño especio en los medios de comunicación. Aunque viendo la postura hipócrita y cínica de los antiguos compañeros y amigos de Rita Barberá, a la que hasta su muerte la criticaron, abandonaron y expulsaron del partido que ella misma había fundado con otros compañeros hacía cuarenta años, es preferible que se mantenga en un discreto silencio por dignidad.

No se puede ser más falso en la vida. Y eso que aún no había sido condenada, pero como estorbaba para los pactos tras el poder, la dejaron en su escaño, porque ella se negó a que se lo quitaran, vejada e ignorada. Creo que para ella debió ser horrible y enormemente vergonzoso. Sin dirigirle la palabra cuando se cruzaban con ella.

Ahora resulta que todos eran grandes amigos y fue una gran política. Yo, siendo la familia, no dejo entrar a ninguno, ni recibo su falso pésame. Y tienen la poca vergüenza y osadía de decir que fue la prensa y sus adversarios políticos los que aceleraron su muerte. Fueron ellos con sus desplantes y desaires los que provocaron su amargura, desolación y posterior muerte. Que no sean tan cínicos. Y conste que no entro en sus posibles errores o culpas que correspondía a la  Justicia aclarar. 






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