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Terminan las mascaradas y comienzan las cabronadas


 Félix  Arbolí [colaboraciones].-   

Ya en Madrid han empezado a colocar los adornos y luces de la Navidad. Cada año se adelantan más, como si quisieran que pensáramos en las próximas fiestas y olvidemos los recortes y no de pelos, sino de pelas, que nos esperan en cuanto el gobierno inicie sus funciones efectivas y no las protocolarias de los pasados meses.

Porque, a mi entender, hemos estado mejor y sin sobresaltos cuando no gobernaba ningún partido, de una manera activa, que al hacerse cargo del poder. Ahora van a empezar con sus habituales sustos de la reunión de los viernes, a seguir con los misterios dolorosos de este inacabable rosario que nos ha tocado recitar a todos y en todo tiempo.

Ya antes de ocupar el sillón, el inefable señor Rajoy ha anunciado sin el menor rubor, ni dando muestras de pesar, que nada de reformas, ni mejoras de nuestros servicios sociales, culturales y sanitarios, pero sí aumentar el número de ministros que, a su parecer, son insuficientes. A mí me sobran la mitad siendo generoso.

Más gastos de despachos, asesores, secretarios, subsecretarios, altos cargos y demás señores, no quiero emplear el término chupóctero, que sin la menor noción de lo que van a ser sus funciones, se empeñan en hacernos la puñeta a todos. Solo cuentan con la amistad del que los nombra, ya que a la hora de la verdad no hacen nada que repercuta y beneficie al pueblo.

Y no lo digo porque sean del PP, que conste, aunque hayan dado tantas noticias de alto calado judicial en sus etapas, pues creo que cualquier otro partido sería igual. No me fío de ellos, porque todavía no he visto a ninguno alzar su voz en el Congreso para limitar sus elevados sueldos y gratificaciones por ir a dormir o jugar con el móvil al hemiciclo.

EL MIURA QUE NOS VIENE

Y a la hora de pedir los votos sí que se hacen todos más austeros y limpios de conciencia que un ermitaño. No hace falta ir con buenos trajes o en mangas de camisa  para creer que esos trucos externos van a convencer a un pueblo ya acostumbrado a los carnavales y mascaradas. Dicen que creer en la promesa de los políticos en vísperas electorales es síntoma de que nuestra testa no anda bien y debería consultar con un psiquiatra. Luego nos quejaremos y murmuraremos, pero a la hora de votar, votaremos. 

¿Han descansado de tanto jolgorio, mascarada, bailes y los sustos que nos han dado nuestros pequeños disfrazados de draculines? Pues quítense las máscaras, lávense las caras y a lidiar con ese miura que nos espera en la plaza de las Cortes. ¡Ah, y no se preocupen de sus seres queridos ausentes! Les puedo asegurar que ya gozan una paz que ningún politicastro les podrá perturbar.

Es verdad que han pasado a mejor vida, aunque los echemos tanto de menos. Lo difícil será regresar a la nueva y dura realidad que nos espera a los que decimos que vivimos y solo medramos. A ver si con un  poco de suerte llegamos a las Navidades y el Año Nuevo con  el mismo ánimo y espíritu de estos días. 

De momento, solo veo grandes y oscuras nubes en lontananza. Y no se preocupen que nuestros difuntos, donde estén, no verán lo que nos pasa, porque  ellos si que han encontrado la paz y han dejado el  dolor y los temores a los que nos hemos quedado aquí, porque donde están seguro que no hay políticos. Si no el infierno estaría de forma permanente en nuestras vidas.




1 comentario:

  1. Ya que esta en Madrid darle recuerdo
    a la carpeta perdón a la carmena

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