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Francisco Alcántara, sesenta años de carnicero alegrando nuestros paladares


Comenzó a trabajar con nueve años con sus tíos Agustín y Mateo Panes.-

Hace seis décadas, un niño de nueve años comenzaba su andadura laboral en el mundo de la carnicería. A pesar de su corta edad, fue quitado del colegio en el que estaba y se puso a trabajar con sus tíos Agustín y Mateo Jiménez Vela, conocidos como Panes. (FOTOS: Francisco Alcántara en su puesto del mercado viejo, en una con su hijo Paco,  y en el nuevo. La que está atendiendo en la antigua plaza fue el último día que estuvo abierta y la de abajo con su hijo Juan Manuel en el puesto del viejo mercado, pocos minutos antes de echar el cierre para siemprea, y en el nuevo).

Entonces era normal que con esa edad se trabajara. La situación en muchos de los hogares españoles era muy mala y la única manera de poder salir adelante era que trabajaran todos. Desde entonces, Francisco Alcántara no se ha ausentado de su puesto de la plaza de abastos en los sesenta años que lleva trabajando.



Era el tercero de ocho hermanos y todos los varones han sido carniceros: Mateo, Pepe, Manolo y él. Su madre, Agustina, tenía un puesto de verduras. El primero en dedicarse a esto fue su abuelo Francisco, que vendía los cochinos por las casas. Francisco se levantaba a las cinco de la mañana para ir a trabajar al matadero.

Pero con cinco años ya limpiaba las cochineras. Allí hacía de todo. También el control de reses. De pequeño no le daba tiempo a jugar con sus hermanos, ya que su abuelo lo mandaba pronto a dormir, porque se tenía que levantar  muy temprano.

Y aprendió pronto la picaresca. Existía la cartilla de racionamiento y les daban una parte de atún. Pasaba varias veces por su ración y cuando le comentaban que ya había estado antes, respondía que había sido era uno de sus hermanos. Con ese atún se atendía a los clientes de su tío de Cádiz.

La familia Alcántara siempre ha sido muy aficionada a los toros. Varios han sido novilleros, entre ellos su tío Pepín Jiménez. Y al niño Francisco Alcántara también le tiraba este mundillo, por lo que lo compaginó con la carnicería.

Con su hermano Manolo iban al campo a torear. Fue novillero hasta los veinte años y participó en doce festejos, siendo los más importantes los celebrados en Valencia, donde triunfó en su debut y eso le permitió repetir.

SIEMPRE CON UNA SONRISA

Con esa edad conoció a la que sería su esposa, Elisa, hija de Juan El Guirrete, con la que se casó cinco años más tarde y con la que tuvo cinco hijos: Francisco, David, Elisa, María y Juan Manuel, que son mellizos. El mayor fue novillero y el menor salió carnavalero, aunque ambos son carniceros, lo mismo que David, que tiene un puesto en el mercado de abastos.

Volvamos a nuestro protagonista. A los dos meses de casarse quedó libre un puesto en la plaza y Francisco lo cogió, independizándose de sus tíos. Su esposa le ayudó al principio de casarse. Era abril de 1973. 

Como es lógico ha tenido rachas buenas y malas, como el resto de chiclaneros. Además del trabajo de diario también participaba en matanzas para ganar dinero e ir juntando para la casa. Además, intentaba torear las reses bravas y las vacas que llevaban al matadero. Utilizaba para ello trapos y sacos de los piensos como muletas.

Algo a destacar es su amabilidad con los que acuden a su puesto a comprar, que no forma parte del servicio que hay que prestar, que también, sino que va con su carácter, siempre con una sonrisa en los labios. Esto ha motivado que ahora le compren en la plaza los nietos de sus primeros clientes, que es ya como una costumbre.

QUERIDO POR TODO EL MUNDO

Su hijo Juan Manuel lleva a su lado trece años. Empezó con veinte y todo este tiempo ha estado trabajando codo con codo con su padre: “Es muy querido por todo el mundo. Ya quisiera yo ser la mitad de querido que mi padre. Ayuda todo lo que puede, es muy servicial y trabaja como nadie”. Todos los días se levanta a las cinco de la mañana y tres cuartos de hora después ya está en el mercado de abastos, al pie del cañón hasta el cierre, a las dos de la tarde.


En octubre cumplió 69 años, pero seguirá trabajando hasta que el cuerpo aguante: “La plaza es su vida y ésta no la entiende sin estar en el puesto –señala Juan Manuel-. A las seis de la mañana ya está en el obrador y empieza a trabajar para hacer los embutidos de forma tradicional (butifarra, chorizo, morcillas, chicharrones, manteca y precocinados)”.

Los tiempos han cambiado muy deprisa, pero según su hijo, “ha sabido adaptarse a las nuevas tecnologías”. Juan Manuel comenzó atando chorizos encima de un cajón de Coca Cola y en estos años ha estado trabajando y aprendiendo al lado de su padre.


DERRIBO DE LA PLAZA ANTIGUA

De niños “todos los hermanos hemos jugado a ser carniceros y ahora lo hacen sus nietos cuando vienen a la plaza a ver al abuelo. Se ponen el delantal y el gorro y disfrutan como lo hacíamos nosotros”.

En estos sesenta años tiene una espinita clavada: el derribo de la antigua plaza de abastos. Le dio mucha pena que la echaran abajo. Allí empezó y pasó muchos buenos momentos y le habría gustado, como a la mayoría de chiclaneros, que la hubieran adaptado para locales de asociaciones o salas de exposiciones, todo antes que derribarla.

En las seis décadas de carnicero ha tenido muchos aprendices que ahora son profesionales de la carne y que le suelen visitar en su puesto. Francisco Alcántara tiene empatía con el público, mucha constancia y, sobre todo, amor al oficio, de ahí su éxito. Esperemos que siga alegrándonos con su sonrisa y amabilidad muchos años más.

PACO LÓPEZ






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