Chiclana, cuna de oficios: La distribución-Diego Ruiz Estrada: Incombustible
PEPE
VELA M. [colaboraciones].-
Muchas
veces nos encontramos con personas que no les gusta lo que hacen, ni luchan por
buscar lo que realmente quisieran llevar a cabo, algo que nuestro protagonista
de este mes, Diego Ruiz Estrada, ha
demostrado a lo largo de su vida profesional, que se puede conseguir.
Nació en Chiclana el 10 de noviembre de 1942. Criado entre las calles Palomar y Ancha, acudió a la escuela del padre Salado. Su padre trabajaba en la bodega de Primitivo Collantes, pero a él no le llamaba la atención ni la bodega ni el campo. Después del poco tiempo que estuvo en el colegio, tendría nueve o diez años cuando entró de aprendiz con Luis Butrón en la panadería que tenía en la calle La Vega y posteriormente se fue con su hermano Francisco, llegando a ser con 16 años maestro de pala.
La
panadería le dejaba poco tiempo libre los días festivos. Con 18 años cumplidos
decide dejarla y se coloca con Calixto en la calle Ancha, alternando
la alimentación con el bar. Tampoco tenía mucha ilusión en este nuevo trabajo ni
tiempo libre, sin embargo llegó a encargado por el interés que le ponía, siendo
muy apreciado por su jefe.
SERVICIO MILITAR Y MÁS CAMBIOS
Permaneció
ahí dos o tres años hasta ser llamado al servicio militar, donde ingresó para
hacer la instrucción en Cerro Muriano, Córdoba. Luego fue destinado a La Línea,
donde estuvo de chofer del capitán de la compañía. Al finalizar la mili de
nuevo cambió de oficio y se puso a trabajar con Perico Grimaldi repartiendo la cerveza Cruzcampo durante un par de años.
Posteriormente
y ya metido en el oficio del reparto, sacó el carnet de primera y empezó a
trabajar con Pedro Román en los
materiales de construcción donde también estuvo dos o tres años. Se fue una
temporada con Antonio Ávila, terminando
con Perico Macías con el que estuvo
más de nueve años, llegando con él a comprar un camión de diez toneladas a
medias. Ahí terminó su vida profesional asalariada y empezó la de autónomo.
EL BAILE SU PASIÓN
Gran
enamorado del baile, dejó la panadería por no tener días festivos libres, ya
que le gustaba ir a bailar a la caseta municipal cuando estaba en la Alameda
del Rio. Cuenta sonriendo que “ese baile
era para los de sangre azul; los de sangre roja no teníamos cabida pues costaba
mil pesetas entrar”.
Pero
él no se desanimaba. Mil pesetas era en esa época mucho dinero, pero se llevaba
todo el año juntando para cuando llegara la feria. Comenta que una vez “no me dejaron entrar porque iba con jersey y
tenía que llevar chaqueta y corbata. Una y no más”.
Continúa
diciendo que “yo vengo de un barrio y
pertenezco a ese barrio, siempre he sabido de dónde venía y con educación he
estado por todo el mundo”. Por su corte de pelo, gusto por el baile, el
cante y su carácter abierto y jovial le apodaron el Ye-Ye. Agregó que “mi madre
era una mujer muy alegre y dicharachera. Recuerdo que venían a Chiclana a hacer
la obra La pasión de Jesucristo y ella
iba todas las noches”.
SEGURIDAD EN SÍ MISMO
Conoció
a su mujer, Magdalena, cuando tenía
25 años: “Iba con un grupito de cuatro o
cinco y me las ganaba invitándolas café
a todas”. Varios años después se casan teniendo dos hijas y un hijo, Mariló, Pepa y Juan. Aseguró que
su esposa “ha sido una gran ayuda para mí”.
Estando
en una comunión con su hermano Fernando,
un lotero les dio un número distinto a cada uno, tocándole a su hermano 10
millones de pesetas. Su mujer, Magdalena, le dijo a la madre de nuestro
entrevistado: “Debería tocarle también
una vez a Diego”, respondiendo ésta: “A
Diego no le hace falta”. Su madre veía que él tenía fortaleza y una gran
seguridad en sí mismo para hacer lo que quisiera. Diego puntualiza: “Yo siempre he tenido y tengo, mucha
seguridad en mí mismo”.
DISTRIBUCIÓN DE CARNE
Después
de tener varios camiones llega a la conclusión de que la inversión que siempre
hace se devalúa con el tiempo y otros negocios estaban mejor valorados.
Veía
que su hermano Fernando se movía en otro mundo económico, viéndole otra calidad
de vida dedicada a la distribución de las carnes, y siempre con curiosidad por
aprender y con la ilusión del que empieza, se fue con su hermano.
Con
él se llevó una temporada repartiendo
los subproductos de la distribución (chacinas, salchichas, lomos adobados, etc.)
hasta que decide empezar por su cuenta.
Con
más de 40 años dejaba atrás oficios aprendidos para iniciar una nueva
trayectoria. ¿Quién dijo miedo? Y con una furgoneta vieja empieza su peregrinar
por la capital: “Empecé con una vieja
furgoneta de la marca Sava, y yo solo
había ido a Cádiz para llevar a mi mujer a parir, por lo que tenía que ir detrás de mi hermano al desconocer la ciudad”.
Con
la curiosidad que le caracteriza empezó calle arriba y calle abajo haciendo su
clientela. En la calle Ancha montó la sala de despiece y distribución, donde
estuvo alrededor de diez años, pasando posteriormente al polígono del Torno con
el nombre comercial de Diego Rea.
GANADO PROPIO
Compraba
la carne en los distintos mataderos, aunque también empezó a adquirir ganado
vivo y la primera vez que compró una partida de cincuenta cabezas, no sabía
distinguir entre un charolés, un limosín o un retinto. No obstante, y poco a
poco, montó su propio cebadero llegando a tener más de dos mil quinientos
cabezas de ganado, más las vacas y crías. En estos momentos tiene entre 400 y
500. También preparan los piensos que necesitan para el engorde del ganado.
Nunca
tuvo miedo a cambiar de trabajo u oficio, siempre acudía a donde creía que
estaría mejor, hasta que encontró su camino con más de 40 años, y con 60 montó
su cebadero, que le mantiene con ilusión y animo y le hace seguir teniendo
proyectos de futuro como el que está empezando.
SU ESFUERZO TENDRÁ CONTINUIDADPor otra parte, tiene la tranquilidad de saber que su esfuerzo tiene continuidad, ya que el trabajo de su empresa continúa a través de sus hijos Mariló y Juan. Su carácter ye-ye y jovial también tiene continuidad a través de su hija Pepa Rus, actriz de éxito (Aída, El tiempo entre costuras, Tiempos de guerra, La que se avecina…, aparte de numerosas obras de teatro) y de la que se siente muy orgulloso, además de cómo ha enfocado su carrera hasta ahora. Diego Ruiz es una persona que a sus 76 años sigue siendo incombustible.
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