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Restaurante “El Pájaro”, doscientos treinta y dos años de historias


Es uno de los más antiguos de la provincia, ha sido cruce de caminos y lugar de encuentro durante décadas de muchos viajeros.-

En 1787 se fundó uno de los bares-restaurantes más antiguos de la provincia y puede que también de Andalucía. Desde entonces han pasado muchas cosas en nuestra ciudad. Desde 1990 es propiedad de la familia Román Torres (José Román Cornejo y Pepi Torres García) y en 2007 su hijo Manuel se puso al frente tras jubilarse José. Con ellos hemos hablado de este singular establecimiento, que fue hasta hace poco un punto de encuentro de todos los viajeros que pasaban por Chiclana.

José Román tiene 75 años y su esposa Pepi Torres dos menos. Su hijo Manolo, que lleva las riendas desde hace doce años, tiene 43. Los tres se han dejado la piel y casi toda su vida en este lugar. Por El Pájaro pasaban todos los que iban de Cádiz a Algeciras y viceversa, pero también a Medina, Vejer, Conil y otras localidades de La Janda. Por aquí pasaron bandoleros, militares, guardias civiles que iban detrás de los primeros, salteadores de caminos, estraperlistas, ricos y pobres.
 
 
Hasta no hace mucho era el sitio donde se reunían los viajeros que iban a estos lugares. También donde quedaban tratantes de ganado o comerciantes para hacer sus negocios. El Pájaro era el centro del mundo, de nuestro mundo, más pequeño, pero muy importante.

Con el paso de los años lo que hoy es la plaza de Andalucía es de donde salían o paraban los carruajes, después fue parada de taxis y autobuses. Los que esperaban o llegaban en ellos iban a este establecimiento, que fue tienda, venta y posteriormente restaurante.
 

 
CENTRO DE NUESTRA HISTORIA LOCAL

Por este lugar pasaba todo el mundo. Ya en tiempos más modernos han estado comiendo Lola Flores o Raphael dos veces, la primera cuando estaba empezando, con 17 o 18 años; Juanito Valderrama, Romay, Miki Molina, Pepe da Rosa y un largo etcétera. También muchos toreros.

En El Pájaro fue donde recibieron a Emilio Oliva cuando regresó de Madrid tras la cogida que casi le cuesta la vida y desde allí lo llevaron en hombros junto con el médico que le operó, hasta su casa en el centro. Varias décadas después fue testigo del recibimiento al campeón olímpico José Manuel Moreno Periñán, tras ganar la medalla de oro en Barcelona 92.

Y lo fue así mismo de las caravanas que se formaban cada domingo durante muchos años, de los automovilistas que regresaban a la capital, aunque las colas se formaban casi todos los días en ambas direcciones. Cruzar Chiclana era una odisea, que se acabo con la carretera de circunvalación y que a este emblemático local le afectó mucho, como contaremos más adelante.

 
EL TRANVÍA TRAJO LA RUINA

Lo último ha sido la construcción del tranvía, que trajo la ruina a muchos comercios y a la hostelería, El Pájaro incluido, que ha convertido este cruce de caminos en un lugar de paso rápido y sin aparcamientos para dejar el coche y echar un trago allí. Los raíles han cambiado la fisionomía de la zona y también la vida.

Pepe, Pepi y Manolo han visto muchas de estas cosas y sufrido esta última. El establecimiento original era más grande que el actual. Para hacer la carretera tuvieron que ceder una buena parte de él. En 1960, con 16 años, Pepe y Pepi se conocieron. Ella vivía enfrente del bar. Con su tío José Cornejo Aragón “Cartita” empezó a trabajar allí, aunque ya llevaba desde los ocho años y medio llevando dinero a casa.

En esa época era normal que a muy temprana edad empezaran a dar sus primeros pasos en el mundo laboral. Había mucha necesidad. Su primer empleo fue en Las cuatro esquinas y luego vendrían muchos más, Cartita, La Ibérica (donde estaba el Banco Santander, frente a Calzados Eloy), El Azor, etc.
 

COMPRA DE EL PÁJARO Y AMORÍOS

En septiembre de 1989 Enrique Collantes compró El Pájaro y pocos meses después, en enero de 1990, lo adquirió Pepe Román. Su esposa se encargaba del lavavajillas, sacaba los churros (de los más ricos que se pueden comer), ayudaba en lo que hacía falta, pero era, sobre todo, buena relaciones públicas.

Cuando Pepe tenía 18 años, Pepi (16) iba a El Pájaro todos los días a ver el número de los ciegos, aunque el primero opina de forma distinta: “Venía también a comprar Casera, pero en realidad era para verme a mí”. Pepi asiente y comenta: “Me miraba. Estaba poniendo el café y se despistaba, rebosando la leche del vaso”.

Un día Pepe se armó de valor y le preguntó: “¿Quieres ser mi novia?”, a lo que ésta respondió: “Bueno, ya hablaremos”. Nunca le dijo que sí, pero empezaron a salir, paseando por la Alameda en compañía de las amigas de ella. Estuvieron así ocho años. Entonces fue cuando Pepe le pidió que se casara con él.
 


BODA E HIJOS

Comenzó a llevar a medias con su tío el restaurante y se casaron. Dice Pepe que “no era vida para un soltero, ya que estaba todo el día trabajando. Terminaba a las tres de la mañana y volvía a abrir a las 5,30 de la madrugada. Menos mal que dormía la siesta un par de horas”. Su tío Cartita fue el padrino y Regli Moreno, prima de Pepi, la madrina.

El enlace tuvo lugar el 20 de marzo de 1971 en la iglesia de San Sebastián, les casó el padre Manuel Quirós y el convite se celebró en El Azor, ya que El Pájaro estaba en obras. Un año después nació Manuel Ángel, en el 76 Inés María y en 1980 María del Carmen. Tienen seis nietos.

De nuevo en El Pájaro, Pepi lavaba la ropa del restaurante y confeccionaba la ropa de los camareros, ya que era una gran modista, pues comenzó a coser a los doce años. Solía llegar a las 9 de la noche y estaba acompañando a su esposo hasta la hora de cierre.

 
Le gustaba ver cómo iba todo y aun hoy, ya jubilada, va los domingos a echar un vistazo. Pepe estuvo en los parvulitos, donde están los juzgados, y luego a un internado. Empezó a los cuatro o cinco años, pero a los ocho lo dejó para ponerse a trabajar.

Pepe hizo la comunión vestido de paisano, “no teníamos dinero para un traje”. A Pepi la conocían como la de la Esquina, que es donde estaba su casa. A su padre como Chico el Aguaó.
 
 
ALGO MÁS QUE UN BAR

En El Pájaro no se miraba el reloj. Siempre estaba lleno y era, como dijimos al principio, un lugar de encuentro. Allí dejaban paquetes y paraban los que esperaban el autobús a Medina. Como buenos hosteleros, trataban muy bien al cliente y le regalaban abanicos en verano. En 1990, con 18 años, entró a trabajar en el local su hijo Manolo.

Cuando en la Plaza de Andalucía se instalaron las paradas de taxis y autobuses, vivieron una buena época, que se acabó cuando llegó el tranvía: “El progreso acabó con muchos comercios y bares de La Banda”, dicen apenados.

Los años que han tardado en hacer las obras y cómo han dejado la zona, ha reducido las ventas casi a la mitad: “Había plazas de aparcamiento, pero en Sor Ángela de la Cruz han puesto carga y descarga y se lo han cargado todo”.
 

 
ESCUELA DE HOSTELEROS

Otra buena época fue cuando no existía la circunvalación en Chiclana, por lo que se formaban largas y tediosas caravanas: “A nosotros nos venía muy bien, porque la gente se bajaba del coche y se tomaban algo mientras esperaban”. Los camioneros eran clientes asiduos, lo mismo que los marroquís que venían o iban a Francia. Las caravanas eran de tres y cuatro horas.

Por El Pájaro han pasado muchos de los que hoy tienen restaurantes o bares en Chiclana: “Ha sido como una escuela de hostelería”, comenta Pepe. Han trabajado, entre otros muchos, su cocinero Paco, que lleva en El Pájaro cuarenta y nueve años; Tomás, de Popeye; Andrés y Pedro, de la Venta Alegría; Cristóbal, de Los Pueblos; Antonio, de La bodeguita; Paco, de La Pajarita; Manolín el Carbonero, en Huerta Chica…

A LA ESPERA DE TIEMPOS MEJORES

En estos años también han tenido clientes que se marcharon sin pagar, como les sucedió en una Feria de San Antonio, cuando una docena de jóvenes se hartaron de comer marisco y pescadito frito y se dieron a la fuga. O una boda, que costó más de cien mil pesetas. El padrino dio 25.000 a los camareros y quedó en pasarse al día siguiente para liquidar la cuenta y no volvió. Era de Cádiz.

Esperan que cuando el tranvía eche a andar “nos dé algo de lo mucho que nos quitó”. Los cambios ocasionados por el tranvía sobre todo, ha motivado la desaparición casi total de las tapas. Ahora se dedican principalmente a los desayunos y meriendas, sirviendo pocas comidas y cenas.

En su mejor momento, en los 90, tenían trece empleados, ahora son seis. Esperemos que retornen los buenos tiempos.

PACO LÓPEZ

 

 

 

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