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La Marsellesa fue un día iraní y muda

Fernando Perea [colaboraciones].-

El himno nacional por antonomasia es La Marsellesa. Ninguno es tan conocido como el compuesto por el militar Claude Joseph Rouget de Lisle en Estrasburgo, el 25 de abril de 1792. Fue declarado himno nacional de los galos el 14 de julio de 1795, en mitad de la Revolución Francesa.

En varios momentos de la Historia, en Francia y fuera de ella, se ha identificado como una reivindicación de la lucha por la libertad y su canto es una firme repuesta a las amenazas contra la misma.

HIMNO DE LIBERTAD

En la noche del viernes 13 de noviembre de 2015, una serie de atentados islamistas sacudieron París: tiroteos en la sala Bataclán, en los bares Bonne Bière y Casa Nostra, en las calles Bichat y Charonne, así como explosiones suicidas en el entorno del Stade de France, donde las selecciones de fútbol de Francia y Alemania jugaban en ese momento un partido amistoso. El saldo oficial fueron 131 víctimas, 7 terroristas muertos y más de 400 heridos.

La evacuación de los 70.000 espectadores del estadio se hizo perfectamente ordenada, mientras los desalojados cantaban juntos y todo a una: Allons enfants de la Patrie / Le jour de gloire est arrivé! / Contre nous de la tyrannie / L'étendard sanglant est levé (Marchemos, hijos de la Patria / ¡ha llegado el día de gloria! / Contra nosotros, de la tiranía / El sangriento estandarte se alza). Envidiable reacción ciudadana e identitaria. Más aún desde un punto de vista comparativo con nosotros, los españoles.


CASABLANCA

El carácter de rebelión contra la opresión se refleja también en el momento más emocionante de la historia del cine. En Casablanca (dirigida por Michael Curtiz, 1942) un grupo de militares nazis entonan Die Wacht am Rhein (El guardia sobre el río Rin) en el Rick's Bar.

El personaje de Víktor Laszlo -héroe de la no menos heroica Resistencia Francesa- se encamina hacia la orquesta del local y les ordena tocar La Marsellesa, mientras él mismo empieza a cantarla. De inmediato todo el público se levanta de sus asientos y se le une, acallando así a los alemanes que terminan rindiendo su canción.

El simbolismo es completo: la libertad de manera atronadora termina abriéndose paso frente a la tiranía. Solo por esa escena ya mereció el Óscar a la mejor película que ganó en la edición de 1943.

UNA ESPAÑOLA, ORIGEN DE LA ESCENA

Pocos conocen que la representación en Casablanca del mayor icono musical de la libertad, la igualdad y la fraternidad revolucionaria francesa, esgrimida como desarmada arma contra los nazis, está basada en un hecho real. En las primeras semanas de 1942 y en la ciudad de Angoulême, la española Pilar Claver Lavayro (Isaba -Navarra-, 1918 - París, 2000) era una republicana española -como tantas otras- exiliada en territorio francés.

Estando prohibido el himno en Francia durante la ocupación alemana, Pilar se arriesgó y empezó a cantarlo para iniciar una improvisada manifestación contra el poder opresor nazi, contagiando a su alrededor. Uno de los presentes en ese lugar llegó a Estados Unidos muy poco después y se lo contó a uno de los guionistas de la película protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman.

ACTO HEROICO

Lo ocurrido el pasado lunes 21 en el Khalifa Stadium de Al-Rayyan evoca el significado reivindicativo de libertad que tiene la composición de Rouget de Lisle. Fue durante la previa del segundo partido de ese vergonzante Mundial de fútbol de la FIFA en Qatar -con Q, señores de la RAE-. Las selecciones de Inglaterra e Irán se alineaban para la ceremonia de los himnos nacionales.

En el turno de los persas sus once jugadores no cantaron ni una estrofa, ni una línea, ni una palabra. En silencio y con el semblante muy serio Alireza Beiranvand, Sagegh Moharrami, Roozbeh Cheshmi, Majid Hosseini, Milad Mohammadi, Ahmad Noorollahi, Ehsan Hajsafi, Ali Karimi, Alireza Jahanbakhsh, Mehdi Taremi y Morteza Pouraliganji, guardaron un desafiante silencio al régimen de los ayatollahs iraní que preside el sanguinario Ebrahim Raisol-Sadati.

Fue en reconocimiento a las manifestaciones que se suceden en Irán -desde el 16 de septiembre pasado- tras la detención y muerte de Mahsa Amini  a manos de la religiosa e inmoral Policía de la Moral. Su delito fue no llevar el odioso velo bien colocado. La protesta tuvo de nuevo visibilidad mundial por este acto público de los futbolistas. Por un día, su deliberado silencio se convirtió en un himno contra la dictadura que oprime ese pueblo. Un himno mudo y tan simbólico como La Marsellesa francesa.

PERSUASIÓN GUBERNAMENTAL IRANÍ

Poco importa que al siguiente partido la dura mano del gobierno teocrático iraní persuadiera a los jugadores a murmurar -más que cantar- sin entusiasmo alguno el himno. Fue cuatro días más tarde, el viernes 25 de noviembre, con motivo del match que ganaron a la banda de garrulos galeses que encabezaba el caradura Gareth Bale.

A todos ellos se les recordó convenientemente que sus familiares siguen en Irán. No hay que derrochar mucha imaginación para pensar lo convincentes que pueden ser los muy cabrones hijos chiitas de Jomeini.

Pero, pese a todo, el gesto de esos futbolistas queda para la historia. Honra a estos once VALIENTES (con mayúsculas) y a sus compañeros de seleccionado iraní que pisan suelo de la muy rica y no menos tirana Qatar. Por cierto, con Q de Quebranto (de los derechos humanos).


 

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