A la tierra las cenizas y el alma al cielo
FĂ©lix ArbolĂ [colaboraciones].-
He llegado a un punto que no sé si soy católico o me he convertido en un humilde e ignorante creyente en un Dios todo bondad y comprensión, que ha dado libertad a su criatura, para hacer y deshacer a su criterio, premiando sus aciertos y castigando o perdonando sus errores.
No sĂ© si ser cristiano es obedecer todo cuanto dice el Papa, aunque no se pronuncie ex cátedra. Y mi duda se acrecienta cuando se trata de asuntos que competen a la libertad que tiene el hombre para pensar y reaccionar segĂşn le dicte su criterio, siempre que no se trate de un acto sacrĂlego, blasfemo o contrario a las enseñanzas del Maestro.
Me gusta este Papa por romper valiente y decidido con tabĂşes y normas que resultaban un tanto anacrĂłnicas en beneficio de la adaptaciĂłn de la Iglesia a los nuevos tiempos. Empezando por atajar con mano dura y hasta expulsiones a los abusos y prejuicios de algunas jerarquĂas eclesiásticas que obran mal en materias de suma trascendencia en la vida y doctrina de la Iglesia que ellos dicen representar.
No querĂan darse cuenta que eran garantes de una doctrina que indicaba todo lo contrario. Ni castidad, ni pobreza, ni amor al prĂłjimo con obras, no de palabra.
ABRIR LAS PUERTAS DE LA IGLESIA
No me parecĂa acertado que la Iglesia renegara de esos hijos que nacen sintiendo el amor de forma diferente a la mayorĂa; ni a los que por circunstancias insalvables o de otra Ăndole, tienen que separarse de su pareja, porque su convivencia se convierte en un autĂ©ntico infierno y empiezan una nueva vida con otra que le aporta serenidad y felicidad.
No incluyo aquĂ a las que consideran al matrimonio como una especie de juego o competiciĂłn para sacar mayor provecho, que yo considero una desvergĂĽenza, aunque la alta suciedad los acepte y hasta los distinga.
Me resulta extraño que a sus hijos los reciba y acepte la iglesia, asĂ con minĂşscula, mientras a los hijos de no tal alta condiciĂłn social se les prohĂba, el bautismo y hasta su primera comuniĂłn.
El nuevo Papa, con buen criterio y decisión, ha censurado estos hechos y ha abierto las puertas de la Iglesia a todo aquél que quiera entrar, sin condicionar sus inclinaciones y el estado en que viven sus padres. No hay que olvidar que una de las seguidoras más fieles y queridas de Jesús fue una pecadora pública.
ABSURDA MEDIDA
Ahora resulta que nos sale este gran Papa, tan abierto a las circunstancias que se puedan dar en la vida y nos dice que las cenizas de los difuntos han de ser enterradas en lugar sagrado y no esparcidas o enterradas en el lugar que el fallecido habĂa designado.
Con todos mis respetos al Vicario de Cristo, Obispo de Roma y Sumo PontĂfice, con esta norma todos sus esfuerzos y valientes decisiones para adaptar la Iglesia a los nuevos tiempos, se han eclipsado con esta para mĂ absurda medida. Lo siento.
JesĂşs hablĂł de resurrecciĂłn, pero no dijo nada sobre el hecho de que todos Ăbamos a salir de nuestras tumbas, vestidos a la usando de la Ă©poca, ni tampoco precisĂł si Ăbamos a tener todos la misma edad.
Porque serĂa una discriminaciĂłn que unos fueran venerables y achacosos ancianos y otros intranquilos y saludables bebĂ©s. ¡QuĂ© susto le iba a dar al hombre de Neanderthal verse junto a los de la Ă©poca de FĂgaro y Zorrilla y los actuales y venideros.
RESURRECCIĂ“N DE LAS ALMAS
Además segĂşn esa teorĂa, ¿cuánto espacio necesitarĂamos para dar cabida a tan enorme y variopinta muchedumbre? Hay casos que no se explican, ni se pueden tomar en serio y que Dios me perdone, no es que me considere un hereje o un desertor de mi fe, sino un simple mortal que solo aspira a que le hablen con claridad y razonamientos y dejemos las fábulas a Esopo.
JesĂşs, es mi criterio, hablaba de la resurrecciĂłn, pero refiriĂ©ndose a las almas, que son las que realmente importan. Y Ă©stas no están en las tumbas, ni hundidas o esparcidas por mares o lugares que el difunto tiene decidido. La medida le viene de perlas a las compañĂas de seguros, que de esta forma tienen un mayor aliciente y justificaciĂłn al valorar las pĂłlizas.
He asistido a oficios fĂşnebres en iglesias, donde al acabar el sacerdote, por una puerta lateral introducĂan el ataĂşd al crematorio y algunos familiares recogĂan las cenizas posteriormente y otros las dejaban allĂ.
NUEVA VERSIĂ“N DE LA PARRALA
Con esta nueva norma, ninguno de esos difuntos podrá entrar al reino de los cielos. Este que sà y que no, me parece más bien una nueva versión de La Parrala y perdonen mi comparación.
Yo sigo en mis trece de que incineren y esparzan mis cenizas o las dejen sin recoger.Lo que queda allà ya no soy yo, mi alma, mi esencia va a esa eterna primavera como, la llamaba mi inolvidable amigo Antonio Castro Villacañas y mi paso por esta vida permanecerá en el recuerdo de aquellos que me quisieron. No necesito más.
¿QuĂ© pasa entonces con los mártires cristianos que fueron sacrificados en la hoguera y con los que la llamada Santa InquisiciĂłn los condenĂł a morir quemados y crucificados? ¿Estos no resucitarán con los demás? Que Dios me perdone, pero con todos mis respetos al Papa, esta nueva orden resulta arcaica y pocos la van a aceptar. Yo el primero.
Yo lo tengo muy claro meboy a incinerar todo menos los huevos que lo tengo donado a flan dul y la ceniza que me hagan pastillas de avecren
ResponderEliminarLa clave está en que una buena parte de los cementerios del mundo son propiedad de la Iglesia católica... han creado un nuevo pecado para proteger sus ingresos. No es nada nuevo con las indulgencias se perdonaban los pecados con dinero... todo totalmente estipulado.
ResponderEliminarEs triste porque una buen porcentaje de los mayores son catĂłlicos y todo esto hace que hayan conflictos familiares en momentos que debe reinar la calma... En fin, la Iglesia a lo suyo, a recaudar, vendiendo una parcelita en el paraĂso.
Con la iglesia hemos topado
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