Antonio Reyes, un cantaor en estado de gracia
Antonio Reyes hace años que dejó de ser una promesa del flamenco para convertirse en una realidad. Lo lleva demostrando bastante tiempo y el pasado sábado dejó claro que pisa muy fuerte en este mundo tan complicado, pero hermoso a la vez. Con un Teatro Moderno en el que no cabía un alfiler, fue desgranando lo mejor de sus cantes acompañado de excelentes músicos y el siempre espectacular baile de su esposa, Patricia Valdés, que puso al público en pie.
Hace tres años Reyes presentó En busca de un segundo y ya alabamos su magnífico espectáculo, pero en este tiempo ha crecido en el cante y en seguridad sobre el escenario, mostrando a un cantaor pletórico, feliz –que transmite al respetable- y muy seguro de si mismo.
Son muchos conciertos al cabo del año los que hace por España y el extranjero y eso le ha curtido mucho más. Canta dulce, toca los palos más importantes del flamenco con brillantez y en su espectáculo A mi manera dejó claro que en estos momentos está entre los cuatro o cinco mejores cantaores. Y no es chovinismo.
Este año, además, está entre los candidatos al Grammy Latino en el apartado de flamenco conjuntamente con el tocaor jerezano Diego del Morao, con el disco Directo en el Círculo Flamenco de Madrid, lo que hizo que acudieran al Moderno gente que no solemos ver por allí.
Antonio Reyes comenzó con un martinete, a pelo, con la música del martillo sobre el yunque como fondo. Después llegó una solea con Diego del Morao a la guitarra, siguiendo con cantes más alegres como unas bellísimas alegrías y unos tangos.
EL ESPECTÁCULO DEL BAILE
Unas seguiriyas fueron lo siguiente que interpretó y en las bulerías adaptó a este palo flamenco canciones de copla o rock andaluz como El emigrante, de Juanito Valderrama o del grupo Triana, Soñé contigo y Todo es de color, que el público premió con fuertes aplausos.
Reyes y Diego del Morao abandonaron el escenario y en él entraron el guitarrista chiclanero Juan José Alba, el cantaor jerezano Manuel de la Nina, los palmeros Diego Montoya, Tate Núñez y Manuel Vinaza, así como Edu Gómez en el cajón.
Poco después saldría Patricia Valdés, esposa de Antonio, que dio por soleares una lección de cómo se baila. Levantó al público de sus asientos y emocionó a muchos de los presentes (alguno incluso lloró según comentó al finalizar el concierto). Estuvo espectacular. Su esposo, entre bambalinas, aplaudía con fuerza cuando ésta se retiraba a los camerinos. Alba estuvo magnífico también, como suele ser costumbre en él.
Después vendrían unos fandangos y al tocaor chiclanero le acompañó el violinista Samuel Cortés además de los citados en la siguiente intervención de Patricia Valdés. Reyes cantó La niña de fuego, zambra compuesta por Quintero, León y Quiroga y que fue el mayor éxito de Manolo Caracol, y Patricia estuvo como la vez anterior, aunque más contenida. El fin de fiesta ya se pueden imaginar cómo fue, con todos sobre el escenario y con alguno de ellos haciéndole la competencia a la bailaora, pero sin desentonar.
Fue un final redondo para una noche redonda, con el público en pie y vítores para todos ellos. Antonio Reyes se encuentra en estado de gracia. Que le dure.
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