¿Qué más hace falta?

Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Hace algunas semanas decidí no escribir durante un tiempo, ni manifestar mis opiniones en voz alta. Llega un momento en que el incesante goteo de noticias relacionadas con la corrupción de nuestro país, o el anodino transcurso de la vida política en nuestra ciudad acaban haciéndote mella, y te invitan a aprovechar tu tiempo en otros menesteres.

Desgraciadamente, los acontecimientos de esta última semana sobrepasan todo lo imaginable, incluso lo inimaginable. No voy a entrar esta vez en personalismos: desearía elevar el punto de mira y centrarme en los poderes de este país, porque ya no hablamos del saqueo al que han sometido a las arcas del Estado “algunos cientos de casos aislados”, no, estamos hablando de una total podredumbre de nuestras instituciones.

No he podido evitar traer a la memoria aquellas reflexiones pronunciadas en voz alta por Enrique Tierno Galván: “Si por culpa de un mal gobierno la ciudadanía deja de creer en las instituciones, se están socavando los cimientos del Estado mismo y de la democracia. Sin un correcto funcionamiento de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, el Estado democrático no puede subsistir”.   

Y justo ahora volvemos a encontrarnos en esa situación. Tras casi una década de escándalos de corrupción en el PSOE, todo vuelve a repetirse en los gobiernos del Partido Popular.


SISTEMA PODRIDO

¿Cómo explicarles a las personas de a pie, a esas que trabajan por salarios que apenas le alcanzan a fin de mes, o que sobreviven como pueden a pensiones de miseria, que pueden despilfarrarse de la manera que estamos conociendo cientos, miles de millones de euros en desfalcos, mordidas, chantajes, comisiones y desvíos sistemáticos de dinero público?

¿Qué clase de democracia nos han dado durante casi cuarenta años estos dos partidos políticos con su eterna alternancia en el poder que permite desviar ingentes cantidades de dinero público, tan necesario para sostener nuestra sanidad, nuestra educación, nuestros servicios sociales, nuestras pensiones, con el único objetivo de hacerlo llegar a sus bolsillos?

No parece aventurado afirmar que todo el sistema está podrido hasta la médula. Si desde el Poder Judicial se filtran futuras acciones de la justicia a los implicados para que puedan eludir el peso de la ley, si desde el Parlamento sólo se legisla en función de los intereses de los propios partido políticos y no de las necesidades de la gente, y si el Gobierno no tiene otra prioridad que seguir gobernando a toda costa, podemos afirmar que todo el sistema está impregnado por la corrupción. 

Asombra escuchar las argumentaciones del Partido Popular en relación a su pléyade de investigados por cohecho, robo, malversación de caudales públicos, prevaricación y tráfico de influencias. Uno se sonroja cuando se defienden posturas personales injustificables y cómo, además, se presume de ser el partido que más lucha contra la corrupción.

CESAR AL POLÍTICO A LA MENOR SOSPECHA

El político, precisamente por ejercer una actividad de manera voluntaria, no sólo tiene ser un buen gestor, sino parecerlo, y debería ser cesado inmediatamente todo aquél sobre el que recaiga la más mínima sombra de sospecha en el desempeño de sus funciones, porque sus desmanes nos afectan a todos. Les aseguro que cuando este rigor no se ha implantado aún en la vida política española es porque no le conviene ni al Partido Popular ni al PSOE.

Si realizásemos una encuesta en la calle, seguro que una gran mayoría  de los encuestados preferiría que se apartase temporalmente de su puesto de trabajo a un profesor del que se sospechasen indicios de pederastia, aún a riesgo de equivocarse, o se impidiese intervenir quirúrgicamente a una cirujana de la que se sospechase que acudía al quirófano alcoholizada o drogada.

Y si esto lo consideramos lógico para profesiones tan dignas como las mencionadas, ¿dónde queda la dignidad y la honorabilidad de la práctica política, que soporta la comisión impune de todo tipo de desmanes y que pone todo tipo de trabas para eliminar a los corruptos?  

Aunque soy de letras, ni siquiera los números me salen. El partido en el gobierno sólo tiene 137 diputados. No es posible que ante este panorama tan desastroso, tan nauseabundo, los 213 restantes sigan cruzados de brazos, con declaraciones grandilocuentes, eso sí, aunque incapaces afrontar los hechos, y ponerse de acuerdo en presentar una moción de censura al Ejecutivo del Partido Popular.

EXPULSARLO DEL GOBIERNO E INSTITUCIONES

Expulsarlo del gobierno y de las instituciones, cortar de raíz sus influencias y, a continuación, formar un gobierno de concentración nacional proporcional a la representación de cada cual, cuyo objetivo prioritario fuese legislar para posibilitar una verdadera regeneración democrática de nuestro país.  

Lo que pasa es que ni a PP ni a PSOE les conviene esto, porque prefieren no dañar demasiado al contrario, reservándose para cuando unos u otros recuperen el poder. Y además, siempre han contado con la connivencia del PNV y de la extinta Convergencia y Unió para mantenerse en el gobierno de la nación y resolver el reparto del pastel en casa, sin luz ni taquígrafos. 

No quiero dejar de mencionar a Podemos y a Ciudadanos como fuerzas emergentes en nuestro panorama político, a las que debemos atribuir la virtud de haber roto el nefasto bipartidismo tan cómodamente instalado en nuestro país desde hace tanto tiempo.

Pero si una vez dentro de las instituciones, no son capaces de pasar a actuar coordinadamente, de manera que el progresismo se alíe contra los corruptos y los borre del mapa, no les auguro un futuro político demasiado halagüeño. Sería lamentable que acabasen corrompiéndose como el resto. Y de suceder esto, se evaporaría lo poco que queda de honestidad política en este país.