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Elegía (en prosa) a Salinger (2º parte) (y última)

Gustavo Torres [colaborador]

En las cuartillas publicitarias que se reparten por todo el pueblo aparece la lista completa de los jugadores. Borges, Neruda, Mailer, Malraux, Graham Greene, Bukowski, Cheever y Salinger. Esos son los jugadores elegidos para este año. En los folletos que anuncian el partido aparece una breve reseña donde se menciona la trayectoria literaria de cada autor y un par de fotografías de cada uno de ellos.

Y al principio, justo en la primera página la típica nota del alcalde recordando a los ciudadanos la importancia del evento y dando la bienvenida a los forasteros. Aún no se sabe quienes integrarán los equipos. Obray ha podido asistir a los entrenamientos y dice que este año la cosa estará igualada. Dice que todos los escritores juegan de pena. Que todos son torpes e ineptos soltando las piedras. Todos.

Salinger y Bukowski son unos aunténticos desconocidos. Eso dijeron todos en la comisión pero el director del periódico local se empeñó en incluirlos en la lista argumentando que eran autores jóvenes pero con una gran proyección. Durante las reuniones defendió con fiereza sus candidaturas y llegó a mantener un cerrado y feo enfrentamiento con los presidentes de los dos clubs más importantes de la ciudad. El día que finalizaron las reuniones y se llegó a la lista definitiva, el director del periódico mantuvo una conversación privada con el alcalde donde le agradeció su silenciosa ayuda.

Mientras tomaban té en la taberna de Levin, el veterano periodista le confesó al alcalde que había leído un libro de Salinger, un libro inquietante y novedoso y que era una necesidad personal el tener cerca a su autor. Eso le dijo.

Antes de la despedida, el periodista le prometió a su amigo que le dejaría el libro y le comentó como de pasada que no olvidara asignar un acompañante a Bukowski para controlar, dentro de lo posible, su desordenado e impredecible comportamiento. Sobre Bukowski no habían comentado nada durante toda la tarde y el alcalde, por culpa de ese inesperado y fugaz comentario del periodista, caminaba con gesto hosco hacía su casa.

Nevaba y la noche empezaba a parpadear.

Breve extracto de la futura novela "Curling Day"


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