MARFIL EN PLUMA (Mamut)
AL SALIR DEL CINE
César Bardés [colaborador]
La vida es ese jugador de ajedrez que no tiene la menor idea de cĂłmo se mueven las fichas y hace que la lĂłgica se convierta en un caos y que las vidas que deberĂan tener una misiĂłn y un destino estĂ©n extrañamente desencajadas por la propia naturaleza del hombre. Existir hoy en dĂa es querer creer que el Ă©xito está en lo que se hace y no en lo que se debe hacer.
El gran problema de toda esta historia es que su director, el sueco Lukas Moodyson, se queda a medias en todos sus intentos. Quiere ser descarnado y se conforma con ser encarnado. Quiere ser incisivo y no pasa de ser vivo. Quiere ser descriptivo y se detiene en ser lĂrico pero sin dejar de ser moderno con lo cual ni poesĂa, ni rima.
En realidad, esta pelĂcula no es nada, entre otras cosas, porque se dedica a enseñarnos las vidas de unos personajes cuyos problemas y ansiedades nos tocan muy de lejos. Como un genio de la informática que se desplaza a Thailandia para un viaje de trabajo que se prolonga por las negociaciones de no se sabe muy bien quĂ© y lo Ăşnico que se necesita es su firma. O una mĂ©dico que se implica emocionalmente con un niño que ha sido cruelmente maltratado por su madre mientras en casa es incapaz de prestar la atenciĂłn debida a su hija. O una emigrante filipina que cuida niños ajenos en los Estados Unidos mientras los suyos viven al borde de la miseria en su paĂs natal. Vidas desencajadas que luchan con denuedo para tener un instante, sĂłlo unos minutos, de coherencia. Cuando lo consiguen, el resultado no puede ser otro que el descoloque para otras cinco vidas que rodean a los protagonistas.
Y asĂ, la pelĂcula navega durante dos horas en las aguas a la espera de la apariciĂłn de la espuma, pero no. No pasa nada. Es sĂłlo atrapar un segmento de unas personas con unos problemas que podrĂan haber sido otros. El director sueco que dirige todo el tinglado nos lo quiere vender como si fuera marfil en pluma y, en los muchos momentos de vacĂo, nos damos cuenta de que no es otra cosa más que un bolĂgrafo en plástico.
Eso sĂ, el tipo quiere ser muy trascendente, tiene unas ganas enormes de llegar aunque se queda a soplidos derrengados en su narrativa, tedioso en su muestrario y harto reiterativo en sus mensajes. En cuanto a las interpretaciones Gael GarcĂa Bernal se comporta como un adolescente de ordenador en garaje y que ha encontrado la piedra filosofal por casualidad; Michelle Williams sufre mucho y duerme poco; Marife Necesito es la más contenida y la que más destaca cuando se deja desbordar por el siempre delicado abismo de la frustraciĂłn y la distancia; y el ilustre secundario que, por lo general, ha sido Tom McCarthy es el tĂłpico retrato de un bobo de corbata y status que abunda en muchas direcciones ejecutivas. Lo demás es algo que ya está muy visto, que hemos degustado incontables veces y que convierten a la pelĂcula en algo vulgar y moroso y sin interĂ©s y removido de butaca sin agitar ni una neurona y...
El caso es que todo el conjunto llega a ser irritante cuando los personajes van cayendo en estupideces que parecen advertidas de antemano porque, como no ocurre nada, todo es más previsible que un reloj. Es volver una y otra vez sobre las desgracias de unas vidas que ponen en evidencia que el suceso profesional es un precio demasiado alto para dejar de asistir al impresionante espectáculo que supone ver crecer a tus hijos. Pero para decirnos eso no hace falta hacer ninguna pelĂcula. Más bien supone que dejemos de hacerlas para poner los pies en el suelo y escribir con el marfil en la pluma todos esos retazos de cariño que dejamos como rastro de que somos aĂşn más pequeños cuanta más fortuna nos sonrĂe. Y Ă©sa es la autĂ©ntica partida de ajedrez, la genuina burla al estilo de vida que tanto sin sentido luce y que hemos moldeado a medida de nuestra propia vanidad que, además, suele ser del tamaño de un mamut.
César Bardés
César Bardés [colaborador]
La vida es ese jugador de ajedrez que no tiene la menor idea de cĂłmo se mueven las fichas y hace que la lĂłgica se convierta en un caos y que las vidas que deberĂan tener una misiĂłn y un destino estĂ©n extrañamente desencajadas por la propia naturaleza del hombre. Existir hoy en dĂa es querer creer que el Ă©xito está en lo que se hace y no en lo que se debe hacer.
El gran problema de toda esta historia es que su director, el sueco Lukas Moodyson, se queda a medias en todos sus intentos. Quiere ser descarnado y se conforma con ser encarnado. Quiere ser incisivo y no pasa de ser vivo. Quiere ser descriptivo y se detiene en ser lĂrico pero sin dejar de ser moderno con lo cual ni poesĂa, ni rima.
En realidad, esta pelĂcula no es nada, entre otras cosas, porque se dedica a enseñarnos las vidas de unos personajes cuyos problemas y ansiedades nos tocan muy de lejos. Como un genio de la informática que se desplaza a Thailandia para un viaje de trabajo que se prolonga por las negociaciones de no se sabe muy bien quĂ© y lo Ăşnico que se necesita es su firma. O una mĂ©dico que se implica emocionalmente con un niño que ha sido cruelmente maltratado por su madre mientras en casa es incapaz de prestar la atenciĂłn debida a su hija. O una emigrante filipina que cuida niños ajenos en los Estados Unidos mientras los suyos viven al borde de la miseria en su paĂs natal. Vidas desencajadas que luchan con denuedo para tener un instante, sĂłlo unos minutos, de coherencia. Cuando lo consiguen, el resultado no puede ser otro que el descoloque para otras cinco vidas que rodean a los protagonistas.
Y asĂ, la pelĂcula navega durante dos horas en las aguas a la espera de la apariciĂłn de la espuma, pero no. No pasa nada. Es sĂłlo atrapar un segmento de unas personas con unos problemas que podrĂan haber sido otros. El director sueco que dirige todo el tinglado nos lo quiere vender como si fuera marfil en pluma y, en los muchos momentos de vacĂo, nos damos cuenta de que no es otra cosa más que un bolĂgrafo en plástico.
Eso sĂ, el tipo quiere ser muy trascendente, tiene unas ganas enormes de llegar aunque se queda a soplidos derrengados en su narrativa, tedioso en su muestrario y harto reiterativo en sus mensajes. En cuanto a las interpretaciones Gael GarcĂa Bernal se comporta como un adolescente de ordenador en garaje y que ha encontrado la piedra filosofal por casualidad; Michelle Williams sufre mucho y duerme poco; Marife Necesito es la más contenida y la que más destaca cuando se deja desbordar por el siempre delicado abismo de la frustraciĂłn y la distancia; y el ilustre secundario que, por lo general, ha sido Tom McCarthy es el tĂłpico retrato de un bobo de corbata y status que abunda en muchas direcciones ejecutivas. Lo demás es algo que ya está muy visto, que hemos degustado incontables veces y que convierten a la pelĂcula en algo vulgar y moroso y sin interĂ©s y removido de butaca sin agitar ni una neurona y...
El caso es que todo el conjunto llega a ser irritante cuando los personajes van cayendo en estupideces que parecen advertidas de antemano porque, como no ocurre nada, todo es más previsible que un reloj. Es volver una y otra vez sobre las desgracias de unas vidas que ponen en evidencia que el suceso profesional es un precio demasiado alto para dejar de asistir al impresionante espectáculo que supone ver crecer a tus hijos. Pero para decirnos eso no hace falta hacer ninguna pelĂcula. Más bien supone que dejemos de hacerlas para poner los pies en el suelo y escribir con el marfil en la pluma todos esos retazos de cariño que dejamos como rastro de que somos aĂşn más pequeños cuanta más fortuna nos sonrĂe. Y Ă©sa es la autĂ©ntica partida de ajedrez, la genuina burla al estilo de vida que tanto sin sentido luce y que hemos moldeado a medida de nuestra propia vanidad que, además, suele ser del tamaño de un mamut.
César Bardés
pues Cesar, por lo que cuentas me interesa.
ResponderEliminarBueno, pues ve a verla. Es posible (mucho) que lo que a mĂ no me interesa a los demás les sea apasionante y vice-versa y dicho sea con todo el respeto del mundo. Todo depende del cristal con el que se miren las cosas. Tal vez ese dĂa yo andaba con gafas oscuras. ¿QuiĂ©n sabe?
ResponderEliminarja, ja, no lo digo porque a lo mejor una de esas vidas a mi no toca nada de lejos, todo lo contrario, aunque sea pretenciosa y aburrida
ResponderEliminarBueno, pues ve a verla. Será muy interesante contar con la opiniĂłn de alguien a quien le afecta una de las historias que cuenta la pelĂcula y no le parece tan aburrida y a lo mejor, tampoco tan pretenciosa.
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