UN INDICADOR FIABLE
Miguel Angel Bolaños [colaborador]
Necesitamos una gran dosis de realidad. La precisábamos desde el inicio de esta recesiĂłn que desde hace dos años se ha convertido en un implacable desfile de cifras macroeconĂłmicas y de conceptos un tanto obtusos que para nada sirven al comĂşn de los mortales. Aunque son indicadores válidos para testar el comportamiento de la crisis, esos indicadores parecĂan alejados de la realidad de cualquier ciudadano, más pendiente de ejercicios más prosaicos como el llegar a final de mes que en saber quĂ© calificaciĂłn recibe la economĂa nacional por parte de sofisticadas agencias de calificaciĂłn.
La realidad se llama barra de pan, brick de leche, kilo de manzanas y no Standard and Poor’s o Fitch. Por eso, saber en quĂ© estado están los precios de la cesta de la compra se configura como un indicador mucho más válido para cualquier mortal que todos los farragosos datos que nos puedan aportar desde cualquier administraciĂłn. Al fin y al cabo, los datos, datos son. Para los analistas servirán para saber por dĂłnde caminan fenĂłmenos como la crisis pero para la poblaciĂłn en general la crisis se traduce en que los tomates cuestan hoy más que ayer y que la barra de pan puede que suba de precio en unos dĂas.
Sin embargo, la cesta de la compra tambiĂ©n es “inteligente” y se comporta de forma acorde con el resto de indicadores macroeconĂłmicos. Los precios están hoy ligeramente más bajos que hace doce meses, lo que significa que el poder adquisitivo de los ciudadanos, que tampoco es que haya subido, puede hacer frente a una situaciĂłn algo más desahogada.
Se echa de menos una mirada más humana a la crisis. Al fin y al cabo, quien sufre, quien padece los rigores de la mala praxis econĂłmica no son los jerifaltes de Standard and Poor’s sino el “currito” que llega algo desesperanzado todas las noches a su casa.
Necesitamos una gran dosis de realidad. La precisábamos desde el inicio de esta recesiĂłn que desde hace dos años se ha convertido en un implacable desfile de cifras macroeconĂłmicas y de conceptos un tanto obtusos que para nada sirven al comĂşn de los mortales. Aunque son indicadores válidos para testar el comportamiento de la crisis, esos indicadores parecĂan alejados de la realidad de cualquier ciudadano, más pendiente de ejercicios más prosaicos como el llegar a final de mes que en saber quĂ© calificaciĂłn recibe la economĂa nacional por parte de sofisticadas agencias de calificaciĂłn.
La realidad se llama barra de pan, brick de leche, kilo de manzanas y no Standard and Poor’s o Fitch. Por eso, saber en quĂ© estado están los precios de la cesta de la compra se configura como un indicador mucho más válido para cualquier mortal que todos los farragosos datos que nos puedan aportar desde cualquier administraciĂłn. Al fin y al cabo, los datos, datos son. Para los analistas servirán para saber por dĂłnde caminan fenĂłmenos como la crisis pero para la poblaciĂłn en general la crisis se traduce en que los tomates cuestan hoy más que ayer y que la barra de pan puede que suba de precio en unos dĂas.
Sin embargo, la cesta de la compra tambiĂ©n es “inteligente” y se comporta de forma acorde con el resto de indicadores macroeconĂłmicos. Los precios están hoy ligeramente más bajos que hace doce meses, lo que significa que el poder adquisitivo de los ciudadanos, que tampoco es que haya subido, puede hacer frente a una situaciĂłn algo más desahogada.
Se echa de menos una mirada más humana a la crisis. Al fin y al cabo, quien sufre, quien padece los rigores de la mala praxis econĂłmica no son los jerifaltes de Standard and Poor’s sino el “currito” que llega algo desesperanzado todas las noches a su casa.
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