LA GUERRA DE LOS MUNDOS

Fumanchú, el CHINAclero disconforme [colaborador]

Teníamos la completa seguridad de que no estábamos solos. Desde algún lugar del firmamento éramos observados, desde determinados lugares del infinito que actuaban sobre nosotros sin ni siquiera percatarnos de ello, aunque fuese de 4 en 4 años.

Hace aproximadamente 30 años, en la inmensidad der cosmos, junto a nuestra divina tierra, se acercó una nave que desde su interior soltó algo que atravesó su grandioso velo azul e iba directo a un lugar de los más pintorescos y más característicos de todos. Un lugar diferente a los demás, un trozo de tierra cuyo perímetro era único en su género, un trozo que parecía hecho con la mano del hombre. Era una península y ese objeto se dirigía hacia uno de sus picos, un lugar conocido como Chiclana de la Frontera, playa, sol y vino de aquel entonces.

En el cielo se distinguía el objeto cómo llegaba. Algunos curiosos se acercaron y al aproximarse los transformó en individuos nuevos de ideas y de mentes diferentes, individuos preparados para gobernar con una nueva memoria y una misión: abducir a sus congéneres y contactos más cercanos para una manipulación política enraizada hasta convertirlos en incondicionales eternos de sus actos y de sus hechos para 4 años y para los que hiciesen falta. Para ellos, las equivocaciones, las ineptitudes, las incoherencias y la falta de sentido común de estos individuos eran indetectables para su pueblo y tolerable hasta tal punto que incluso podían ser defendidos de lo más indefendible.

Afortunadamente, y no se sabe por qué, esa aducción no surtía efecto entre tipos de individuos tozudos, testarudos, radicales y cerrados de mentes que eran como los catalogaban, y éstos contradecían y ridiculizaban todo el sistema pasando olímpicamente de todo lo que tuviese que ver argo con la política. A estos tipos, no faltándole el trabajo y el dinero, les sobraba todo.

Pero para ellos habían ideado un método que lo aplicaban en todos los cuatrienios y consistía en esparcir una especie de humo entufao a través de avionetas propagandísticas que lo lanzaban encima de la Feria de San Antonio o en la playa de la Barrosa o fiestas que cuadrase con la fecha de elecciones municipales y hacían contacto con ellos hasta volverlos carajotes 12 horas y se olvidaran de ir a votar quedándose en la feria o en la playa según el año en que tocase, provocando una morriña generalizada que los volvía imbéciles, para ellos repetir la maniobra er próximo cuatrienio y todo con un solo fin: intentar bajar lo más posible el índice de participación en las urnas. Así que estos individuos, cuando se le pasaba el efecto, al día siguiente de no votar se iban a su trabajo y se llevaban los cuatro años diciendo que todos los políticos eran iguales.

Pero estos alienígenas no habían contado con un fenómeno inesperado como era la Crisis. Este fenómeno agotó el trabajo y el dinero cambió de lugar y como la inoperancia y la ineptitud era tolerable a toa costa pues subestimaron el fenómeno. Estos individuos cerrados y tozudos había que volverlos carajotes, pero esta vez diariamente, y ahora todo lo querían arreglar con er porvillo diario que se esparcían una vez más por los lugares más inverosímiles. Se dieron cuenta de que el efecto era más eficaz empolvando er veneno en er recibo der IBI, en er de la luz, en los extractos bancarios y en toda correspondencia que recibían de los bancos y del Ayuntamiento para que día a día los encarajotaos olieran er documento .

Al igual que en la inmensidad del cosmos existen innumerables estrellas, también existen en nuestras mentes innumerable cantidad de neuronas. Quizás salgan a 5 por cada estrella que cuando se adormecían con este polvillo nacían otras nuevas y con mucho trabajo despertaban a las otras. Estas neuronas, apoyadas por nuestra naturaleza, las hacían cada día más inmunes a ese maldito veneno estelar, para que mediante ellas pudiese llegarnos poco a poco la luz de nuestra realidad.


Estas neuronas se nos hacían fuertes como nuestras divinas cucarachas y nuestras ratas, que eran divinas sólo por el simple hecho de que eran nuestras. Y la realidad era palpable. Nos habían utilizado durante todos estos años, nos sentíamos engañados y humillados y entre el trabajo y el polvillo no nos dejaban ver cómo extraían nuestras riquezas hasta dejarnos sin nada y abandonarnos a nuestra suerte.

Pero ya era demasiado tarde para hacer nada, ya no había solución. No pudimos darnos cuenta antes, ya sólo teníamos una esperanza y esa era la de mirar al cielo y esperar que algo cayera de allí que nos favoreciera de una vez para siempre. Esperar mirando al cielo.

Al igual que hemos hecho siempre durante toda nuestra existencia.