La conjunción Júpiter-Urano
José Antonio Sanduvete [colaborador]
Se levantó agitado de su mesa de trabajo y comenzó a moverse por la habitación como ausente, de un lado para otro, rascándose compulsivamente la cabeza en un gesto que repetía hasta la saciedad cuando las preocupaciones le perturbaban.
- Júpiter-Urano... -susurraba para sus adentros. - Júpiter-Urano... ¿pero cómo no me he dado cuenta antes?
Mecánicamente se volvió a inclinar sobre los papelajos amarillentos que se desparramaban por la mesa. En ellos podían verse mapas del cielo, cartas astrales, constelaciones, y toda una parafernalia más propia de un druida medieval o de un navegante renacentista que de un gris urbanita. Cualquiera diría que el universo se había dado la vuelta y ahora el cielo se había tumbado, boca arriba, a mirar el techo de aquella habitación.
- Ahora lo entiendo todo... los planetas no mienten. La conjunción Júpiter-Urano, la oposición de Saturno, las cuadraturas de Plutón, maldito Plutón, esta será tu venganza por la ofensa sufrida, me gustaría ver las caras de esos engreídos de la Unión Astronómica Internacional cuando comprueben tu poder y tu influencia. Planeta enano, ¿no? Pues ahí la llevan...
Echó una última ojeada a sus papeles, comprobó que sus cálculos eran correctos, se asomó a la ventana y miró al cielo, tal vez buscando respuestas sobre el terreno, tal vez para recordar la imagen que vería por última vez. Preparó sus cosas, las metió en una pequeña maleta y bajó a su sotano.
- Aquí arriba ya no hay nada que hacer... -mascullaba como una cantinela mientras se perdía en la oscuridad de las escaleras y cerraba las puertas tras de sí.
A la mañana siguiente preguntaron por él en el trabajo. A la semana, su familia denunció a la policía su desaparición.
Nadie, por supuesto, volvió a saber de él.
Se levantó agitado de su mesa de trabajo y comenzó a moverse por la habitación como ausente, de un lado para otro, rascándose compulsivamente la cabeza en un gesto que repetía hasta la saciedad cuando las preocupaciones le perturbaban.
- Júpiter-Urano... -susurraba para sus adentros. - Júpiter-Urano... ¿pero cómo no me he dado cuenta antes?
Mecánicamente se volvió a inclinar sobre los papelajos amarillentos que se desparramaban por la mesa. En ellos podían verse mapas del cielo, cartas astrales, constelaciones, y toda una parafernalia más propia de un druida medieval o de un navegante renacentista que de un gris urbanita. Cualquiera diría que el universo se había dado la vuelta y ahora el cielo se había tumbado, boca arriba, a mirar el techo de aquella habitación.
- Ahora lo entiendo todo... los planetas no mienten. La conjunción Júpiter-Urano, la oposición de Saturno, las cuadraturas de Plutón, maldito Plutón, esta será tu venganza por la ofensa sufrida, me gustaría ver las caras de esos engreídos de la Unión Astronómica Internacional cuando comprueben tu poder y tu influencia. Planeta enano, ¿no? Pues ahí la llevan...
Echó una última ojeada a sus papeles, comprobó que sus cálculos eran correctos, se asomó a la ventana y miró al cielo, tal vez buscando respuestas sobre el terreno, tal vez para recordar la imagen que vería por última vez. Preparó sus cosas, las metió en una pequeña maleta y bajó a su sotano.
- Aquí arriba ya no hay nada que hacer... -mascullaba como una cantinela mientras se perdía en la oscuridad de las escaleras y cerraba las puertas tras de sí.
A la mañana siguiente preguntaron por él en el trabajo. A la semana, su familia denunció a la policía su desaparición.
Nadie, por supuesto, volvió a saber de él.
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