Luis Ortega, gerente de “Imprenta y Papelería Navarro”, un adiós inesperado
Falleció a finales de noviembre tras una penosa enfermedad
El pasado 26 de noviembre se nos iba una persona muy conocida y querida en Chiclana: Luis Ortega. Durante muchos años vimos su cara, casi siempre sonriente, cada vez que entrábamos en “Papelería Navarro”. Una cruel enfermedad se lo llevó muy joven, sin que muchos se enteraran. Se fue sin armar ruido y muchos nos quedamos con las ganas de darle el último abrazo. Lo que sí podemos es darle nuestro pésame a la familia, que en voz de sus hijos ha querido rendirle un emotivo recuerdo. (FOTOS: Luis Ortega con su esposa, nietos y compañeros de Papelería Navarro).
Luis Ortega García nació el 5 de diciembre de 1946. Fue el segundo de una familia de siete hermanos (tres chicos y cuatro chicas). Tiempos difíciles para aquellos a los que no les gustaba trabajar en el campo y querían hacer algo distinto, y él luchó para conseguirlo, tras cursar varios años en La Salle, donde aprendió a leer y escribir. Comenzó a trabajar en “Navarro” muy niño.
Con sólo 9 años empezó haciendo pequeños recados, como vender papelillos por las calles los días de carnaval (que él, junto a sus hermanos, había fabricado días antes). Luego se inició como aprendiz en la imprenta, donde su cometido era colocar letras para hacer los moldes de impresión.
En 1965, con 19 años, le dio por cruzar el puente, donde conocería a la chiquilla que se convertiría en su mujer, Josefa Rendón Panes, que tenía por aquel entonces 16 años. Un año más tarde se fue a hacer el servicio militar, donde consiguió entrar como impresor y seguir trabajando.
Por aquellos años también había dejado ya de ser el chiquillo aprendiz de imprenta y había pasado a ocupar un puesto en la oficina de la “Imprenta y Papelería Navarro”, donde con el paso de los años se convirtió en el gerente de la empresa, gracias a su increíble capacidad de observación y su meticulosidad. Estudió todo lo relativo a la administración por sí solo.
LA ALEGRÍA DE LA CASA
Durante estos años compaginó su trabajo en “Navarro” con la afición que tanto le gustaba, el fútbol. No se perdía un partido y cuando el Chiclana jugaba fuera de casa él llevaba a los árbitros en su Seat 127. El 19 de marzo de 1973 contrajo matrimonio con aquella chiquilla que conoció un año antes de irse a la mili, Josefa, como él la llamaba. Fue el amor de su vida. Ella es una gran mujer, que lo quiso por encima de todo.
Ese mismo año, y justamente 9 meses más tarde, 20 de diciembre, nació su primera hija, Gema, tranquilidad y armonía, serena y cuidadosa, todo un regalo. Cuatro años después, el 28 de marzo de 1978, tuvieron a su segunda hija, Juani, torbellino y protestona, pero con un gran corazón.
Y trece años más tarde, el 7 de septiembre de 1986, cuando ya se habían conformado con las dos princesas, llegó el rey de la casa, Luis, serio y a la vez guasón, que sabe sacarte una sonrisa cuando más lo necesitas. Nuestro padre siempre luchó para tenernos entre algodones, aunque haciéndonos ver que en la vida todo se consigue con trabajo y sacrificio.
ABUELO
En 2003 lo hicieron abuelo, ya que su hija Gema le dio su primer nieto, Manolo, y en 2007 repitió. También fue Gema la que trajo el retoño, Luis, dos principitos que aunque revoltosos fueron para él la gran alegría de estos años. Ya nunca será igual pasear por la calle de La Vega, porque al pasar por el nº 24 y mirar hacia adentro, él, Luis Ortega, ya no estará ahí.
Siempre recordaremos las veces que en el día de la cabalgata de Reyes subía al balcón de la “Papelería Navarro”, antes de que la reformaran, para coger los caramelos. Todas esas veces que entraba a verlo en la oficina, mientras revisaba los trabajos de imprenta. No se le escapaba un error, todos los trabajos se tenían que hacer perfectos, como le gustaban a él las cosas: bien hechas.
LOS BUENOS CONSEJOS
Luis Ortega García, nuestro padre, ha sido y será, allá donde esté, un trabajador nato e incansable, luchador, honrado, con carácter, prudente en sus relaciones con los demás pero amigo de sus amigos, tenaz, que ha sacrificado su tiempo por darle lo mejor a su familia, que nos ha sabido aconsejar, aunque a veces los hijos no sabemos aceptar los consejos, pero que con el paso de los años te das cuenta que tu padre tenía razón.
Todo un ejemplo de superación que ha luchado hasta el último minuto para estar con su familia. Siempre recordaremos una frase que decía: “La vida no es tan fácil como se cree. Hay que trabajar mucho y nunca confiarse. En la vida pueden darte un golpe de suerte para ayudarte o un palo y arrebatártelo todo”.
A él le arrebataron la vida, pero dejó todo lo que ha conseguido, todo por lo que ha luchado y trabajado. Deja una gran huella que, a pesar de su ausencia, nunca llegará a borrarse porque tú, PAPÁ, has conseguido que todos te tengan en sus corazones, y eso es lo más difícil.
Nunca te olvidaremos. Te queremos, Papá.
El pasado 26 de noviembre se nos iba una persona muy conocida y querida en Chiclana: Luis Ortega. Durante muchos años vimos su cara, casi siempre sonriente, cada vez que entrábamos en “Papelería Navarro”. Una cruel enfermedad se lo llevó muy joven, sin que muchos se enteraran. Se fue sin armar ruido y muchos nos quedamos con las ganas de darle el último abrazo. Lo que sí podemos es darle nuestro pésame a la familia, que en voz de sus hijos ha querido rendirle un emotivo recuerdo. (FOTOS: Luis Ortega con su esposa, nietos y compañeros de Papelería Navarro).
Luis Ortega García nació el 5 de diciembre de 1946. Fue el segundo de una familia de siete hermanos (tres chicos y cuatro chicas). Tiempos difíciles para aquellos a los que no les gustaba trabajar en el campo y querían hacer algo distinto, y él luchó para conseguirlo, tras cursar varios años en La Salle, donde aprendió a leer y escribir. Comenzó a trabajar en “Navarro” muy niño.
Con sólo 9 años empezó haciendo pequeños recados, como vender papelillos por las calles los días de carnaval (que él, junto a sus hermanos, había fabricado días antes). Luego se inició como aprendiz en la imprenta, donde su cometido era colocar letras para hacer los moldes de impresión.
En 1965, con 19 años, le dio por cruzar el puente, donde conocería a la chiquilla que se convertiría en su mujer, Josefa Rendón Panes, que tenía por aquel entonces 16 años. Un año más tarde se fue a hacer el servicio militar, donde consiguió entrar como impresor y seguir trabajando.
Por aquellos años también había dejado ya de ser el chiquillo aprendiz de imprenta y había pasado a ocupar un puesto en la oficina de la “Imprenta y Papelería Navarro”, donde con el paso de los años se convirtió en el gerente de la empresa, gracias a su increíble capacidad de observación y su meticulosidad. Estudió todo lo relativo a la administración por sí solo.
LA ALEGRÍA DE LA CASA
Durante estos años compaginó su trabajo en “Navarro” con la afición que tanto le gustaba, el fútbol. No se perdía un partido y cuando el Chiclana jugaba fuera de casa él llevaba a los árbitros en su Seat 127. El 19 de marzo de 1973 contrajo matrimonio con aquella chiquilla que conoció un año antes de irse a la mili, Josefa, como él la llamaba. Fue el amor de su vida. Ella es una gran mujer, que lo quiso por encima de todo.
Ese mismo año, y justamente 9 meses más tarde, 20 de diciembre, nació su primera hija, Gema, tranquilidad y armonía, serena y cuidadosa, todo un regalo. Cuatro años después, el 28 de marzo de 1978, tuvieron a su segunda hija, Juani, torbellino y protestona, pero con un gran corazón.
Y trece años más tarde, el 7 de septiembre de 1986, cuando ya se habían conformado con las dos princesas, llegó el rey de la casa, Luis, serio y a la vez guasón, que sabe sacarte una sonrisa cuando más lo necesitas. Nuestro padre siempre luchó para tenernos entre algodones, aunque haciéndonos ver que en la vida todo se consigue con trabajo y sacrificio.
ABUELO
En 2003 lo hicieron abuelo, ya que su hija Gema le dio su primer nieto, Manolo, y en 2007 repitió. También fue Gema la que trajo el retoño, Luis, dos principitos que aunque revoltosos fueron para él la gran alegría de estos años. Ya nunca será igual pasear por la calle de La Vega, porque al pasar por el nº 24 y mirar hacia adentro, él, Luis Ortega, ya no estará ahí.
Siempre recordaremos las veces que en el día de la cabalgata de Reyes subía al balcón de la “Papelería Navarro”, antes de que la reformaran, para coger los caramelos. Todas esas veces que entraba a verlo en la oficina, mientras revisaba los trabajos de imprenta. No se le escapaba un error, todos los trabajos se tenían que hacer perfectos, como le gustaban a él las cosas: bien hechas.
LOS BUENOS CONSEJOS
Luis Ortega García, nuestro padre, ha sido y será, allá donde esté, un trabajador nato e incansable, luchador, honrado, con carácter, prudente en sus relaciones con los demás pero amigo de sus amigos, tenaz, que ha sacrificado su tiempo por darle lo mejor a su familia, que nos ha sabido aconsejar, aunque a veces los hijos no sabemos aceptar los consejos, pero que con el paso de los años te das cuenta que tu padre tenía razón.
Todo un ejemplo de superación que ha luchado hasta el último minuto para estar con su familia. Siempre recordaremos una frase que decía: “La vida no es tan fácil como se cree. Hay que trabajar mucho y nunca confiarse. En la vida pueden darte un golpe de suerte para ayudarte o un palo y arrebatártelo todo”.
A él le arrebataron la vida, pero dejó todo lo que ha conseguido, todo por lo que ha luchado y trabajado. Deja una gran huella que, a pesar de su ausencia, nunca llegará a borrarse porque tú, PAPÁ, has conseguido que todos te tengan en sus corazones, y eso es lo más difícil.
Nunca te olvidaremos. Te queremos, Papá.
Mi mas sentido pésame a los familiares.
ResponderEliminarAún recuerdo cuando iba de niño a comprar los libros para el nuevo curso y el "papel charol" para plástica, a su papelería.
Luis era un buen tipo, siempre sonriente y buena persona. Es una pena que siendo tan joven se haya idod e esta manera.
ResponderEliminarBuena gente,asi era el,mi pesame a su familia.
ResponderEliminarMi mas sentido pésame a la familia,no sabía que había fallecido,tenía amistad con el de toda la vida.Siempre tenía una sonrisa.
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