¿SEGURO QUE ESTO ES...? (¿Cómo sabes si...?
AL SALIR DEL CINE
César Bardés [colaborador]
Vaya por delante que Reese Witherspoon no ha formado nunca parte de mis preferencias; que Owen Wilson no me enloquece y que Paul Rudd, en esta ocasión un peldañito por encima del resto, me parece más limitado que un jugador de fútbol. Eso sí, Jack Nicholson es uno de los más grandes actores vivos y ¿saben qué? Pues que tampoco es que me prive en esta película. ¿Seguro que esto es cine?
Entonces, veamos, ¿qué es lo que nos queda? Ah, sí, detrás de las cámaras hay un señor que responde al nombre de James L. Brooks y que es el cincuenta por ciento de Los Simpson, que hace veinticinco años ganó un Oscar por el pastelito merengado de La fuerza del cariño y que, luego, hizo dos películas más que apreciables, valiosas e, incluso con cierta gracia, como fueron Al filo de la noticia y Mejor, imposible. Bueno, pues tampoco sabe darle el punto a una comedia que comete uno de los mayores pecados que se pueden achacar a una película que pretende ser graciosa: que no lo es.
Vale, sí, tiene momentitos de cierta gracia, sobre todo por parte de Rudd y de Nicholson, pero falta continuidad, ese deseo del espectador porque venga otra, por tener ganas de reír más. A ello contribuye especialmente el festival de caras de desconcierto de la Witherspoon que no encuentra el sitio, que ni es especialmente bonita como para sea creíble el dilema que se plantea, ni tampoco te hace creer que su vida se halle en un compás de espera porque eso es algo que nos ha pasado a todos y, la verdad guapa, no ponemos esas caras permanentes de qué diablos me está pasando que no entiendo nada y sólo me encuentro con atontados de medio pelo.
Le falta fuerza a toda la historia, eso es verdad, porque es algo que ya se ha visto mil veces y si no eres capaz de introducir unas cuantas situaciones de verdadera comicidad, todo el edificio se cae por falta de cemento. No valen unas cuantas y débiles paletadas porque eso tiene menos solidez que un pastel de pollo. Debería haber cierta habilidad manejando a los actores, un trazo mucho más sólido de los personajes porque no vale la excusa de que están rehaciendo sus vidas y de que pueden salir por fandanguillos porque están muy descentrados. Y lo peor de todo es que se trata de hacer saber a la gente cómo se sabe si uno está enamorado. Pues vale. Gracias por la lección.
No cabe duda de que hay sobriedad en todo el conjunto, de que los tres o cuatro golpes que tiene hacen reír al respetable pero entre un chiste y otro, la cosa aburre. Por manida, por algo estúpida, por mediocridad en todos los intérpretes que parecen haber sido cubiertos con un velo grisáceo para no hacer demasiada gracia no fuera a ser que la cosa se escapara de las manos y lo de la comedia romántica se quedara sólo en comedia. Todo es falso y flojo. Y no digo ya más adjetivos con la efe porque el artículo comenzaría a ser soez.
Así que es bastante normal que una película dirigida por un tipo de cierto prestigio como Brooks se haya quedado fuera de la carrera de los Oscars porque, la verdad, no tiene mucho arte, nada de emoción y la gracia aparece mermada por una evidente falta de trabajo en el guión, al que le hacían falta cuatro o cinco vueltas más antes de ponerse a rodarlo. De cualquier modo, ya he dicho que tengo una especial aversión por el reparto elegido así que es muy difícil en estas condiciones que un crítico de cine se atreva a dar una opinión positiva sobre algo que para él es tan manifiestamente malo. Es entonces cuando me asalta la duda de este titular: ¿Seguro que esto es cine? ¿Estoy volviéndome demasiado exigente? ¿O es que simplemente me cuesta trazar una sonrisa en mis labios? Puede incluso que sean los años que empiezan a pasar factura y esto haga mucha gracia a los jóvenes. ¿Seguro que esto es...?
César Bardés
César Bardés [colaborador]
Vaya por delante que Reese Witherspoon no ha formado nunca parte de mis preferencias; que Owen Wilson no me enloquece y que Paul Rudd, en esta ocasión un peldañito por encima del resto, me parece más limitado que un jugador de fútbol. Eso sí, Jack Nicholson es uno de los más grandes actores vivos y ¿saben qué? Pues que tampoco es que me prive en esta película. ¿Seguro que esto es cine?
Entonces, veamos, ¿qué es lo que nos queda? Ah, sí, detrás de las cámaras hay un señor que responde al nombre de James L. Brooks y que es el cincuenta por ciento de Los Simpson, que hace veinticinco años ganó un Oscar por el pastelito merengado de La fuerza del cariño y que, luego, hizo dos películas más que apreciables, valiosas e, incluso con cierta gracia, como fueron Al filo de la noticia y Mejor, imposible. Bueno, pues tampoco sabe darle el punto a una comedia que comete uno de los mayores pecados que se pueden achacar a una película que pretende ser graciosa: que no lo es.
Vale, sí, tiene momentitos de cierta gracia, sobre todo por parte de Rudd y de Nicholson, pero falta continuidad, ese deseo del espectador porque venga otra, por tener ganas de reír más. A ello contribuye especialmente el festival de caras de desconcierto de la Witherspoon que no encuentra el sitio, que ni es especialmente bonita como para sea creíble el dilema que se plantea, ni tampoco te hace creer que su vida se halle en un compás de espera porque eso es algo que nos ha pasado a todos y, la verdad guapa, no ponemos esas caras permanentes de qué diablos me está pasando que no entiendo nada y sólo me encuentro con atontados de medio pelo.
Le falta fuerza a toda la historia, eso es verdad, porque es algo que ya se ha visto mil veces y si no eres capaz de introducir unas cuantas situaciones de verdadera comicidad, todo el edificio se cae por falta de cemento. No valen unas cuantas y débiles paletadas porque eso tiene menos solidez que un pastel de pollo. Debería haber cierta habilidad manejando a los actores, un trazo mucho más sólido de los personajes porque no vale la excusa de que están rehaciendo sus vidas y de que pueden salir por fandanguillos porque están muy descentrados. Y lo peor de todo es que se trata de hacer saber a la gente cómo se sabe si uno está enamorado. Pues vale. Gracias por la lección.
No cabe duda de que hay sobriedad en todo el conjunto, de que los tres o cuatro golpes que tiene hacen reír al respetable pero entre un chiste y otro, la cosa aburre. Por manida, por algo estúpida, por mediocridad en todos los intérpretes que parecen haber sido cubiertos con un velo grisáceo para no hacer demasiada gracia no fuera a ser que la cosa se escapara de las manos y lo de la comedia romántica se quedara sólo en comedia. Todo es falso y flojo. Y no digo ya más adjetivos con la efe porque el artículo comenzaría a ser soez.
Así que es bastante normal que una película dirigida por un tipo de cierto prestigio como Brooks se haya quedado fuera de la carrera de los Oscars porque, la verdad, no tiene mucho arte, nada de emoción y la gracia aparece mermada por una evidente falta de trabajo en el guión, al que le hacían falta cuatro o cinco vueltas más antes de ponerse a rodarlo. De cualquier modo, ya he dicho que tengo una especial aversión por el reparto elegido así que es muy difícil en estas condiciones que un crítico de cine se atreva a dar una opinión positiva sobre algo que para él es tan manifiestamente malo. Es entonces cuando me asalta la duda de este titular: ¿Seguro que esto es cine? ¿Estoy volviéndome demasiado exigente? ¿O es que simplemente me cuesta trazar una sonrisa en mis labios? Puede incluso que sean los años que empiezan a pasar factura y esto haga mucha gracia a los jóvenes. ¿Seguro que esto es...?
César Bardés
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