POSTURAS ANTE LA CATÁSTROFE

Miguel Angel Bolaños [colaborador]

Japón sufre la mayor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial. El terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter y el tsunami que le siguió han provocado casi 1.700 muertos (y subiendo), y el caos absoluto... y sin embargo, la tranquilidad parece apoderarse de los nipones en estos tiempos de zozobra.

¿Por qué esta imagen de serenidad, casi de frialdad inhumana? Japón ha sufrido una tragedia sin parangón. Uno de los cinco terremetos más severos de la historia, y sin embargo, no han dado lugar a la desesperación.


No hay que sorprenderse por el comportamiento de los japoneses frente a los desastres. El control emocional ya es parte de su cultura. Mostrar en público exceso de tristeza o alegría es un signo de debilidad vergonzosa. Pero el verdadero secreto está en la preparación mental. Los nipones saben que viven en una de las regiones más peligrosas del mundo. Entre los miles de pequeños temblores que cada año perturban los rascacielos de Tokio, el Dai Jishin (el Gran Terremoto) está siempre a la vuelta de la esquina.

Regularmente el país sufre los embates de fenómenos que en otros rincones del mundo, serían sucesos absolutamente catastróficos. Miles de terremotos de diverso calado, tifones destructivos y maremotos aterradores. No es casualidad que en todo el mundo se llame a las olas gigantes con la palabra japonesa tsunami. No es casualidad que una de las más famosas obras de arte de Japón sea La gran ola de Hokusai. Es como sí lo llevaran inserto en el código genético.

Japón ha hecho los deberes en cuanto a materia de prevención. Sus edificios son modélicos. Resisten lo que le echen. Sus ciudades son auténticos búnkeres en caso de catástrofe natural. Su historia les ha enseñado que jugar con fuego, puede provocar graves quemaduras en el alma. Por eso, mentalmente están preparados para lo peor. Por eso, nadie ha llorado desconsolado frente a una cámara de televisión. Saben que tarde o temprano tenía que pasar y ahora toca levantar la moral y reconstruir las zonas afectadas.

Ojalá el ejemplo de los japoneses nos sirva para, en circunstancias similares, poder tener la misma fuerza de espíritu.

Foto: Efe