Pedro Parra, el último relojero de Chiclana

Era una persona afable, sencilla y trabajadora, un extraordinario ser humano

Pedro Parra Barbosa, el relojero, ha muerto. Así como suena, como un golpe seco, como un hachazo frío, el pasado 18 de abril falleció en su domicilio, rodeado de sus seres más queridos. Pedro, nuestro querido Pedro, ya no está con nosotros, eso es todo. No le tembló el pulso ni por un instante a ese misterioso enigma que rige los destinos humanos, a la hora de poner punto final a una vida, ni se conmovieron los cimientos del universo por una pérdida tan lamentable.


De esta manera se ha extinguido una existencia llena de esfuerzo, de amistad, de amor y de lucha por los suyos. Pedro era, ante todo, una buena persona, un extraordinario ser humano, un corazón noble. Todos los que le conocimos sabemos que lo que digo es absolutamente cierto.

Pedro era una persona sencilla, afable y trabajadora. Comenzó a trabajar desde muy joven, uno de estos trabajos fue en una peluquería de caballeros que había en la calle Ancha, y en una joyería cercana aprendió al mismo tiempo el oficio de relojero, profesión que ejerció el resto de su vida, con la cual logró honestamente el sustento de su familia.

Tuvo el honor de ser el último relojero de Chiclana, el último de esa casi extinta profesión, que como todo en esta vida, también tiene su ciclo y su final. Con su muerte, Chiclana se queda sin unos de sus ciudadanos más queridos, al mismo tiempo sin el único relojero, y el antiguo reloj de la Torre de la Plaza Mayor, ya no tiene quien lo repare ni lo ponga en hora.

Recuerdo con nostalgia y con cariño la gran labor realizada por él, junto con un grupo de hombres y mujeres formidables, que con mucha dedicación y esfuerzo fueron capaces de organizar a todo un vecindario, en la Barriada Pintor Federico Godoy, que con su asociación de vecinos, organizaron infinidad de actos lúdicos y culturales de toda índole, dándonos a todos un ejemplo de organización y colaboración vecinal, creando un espacio de libertad, fraternidad y convivencia fuera de lo común.

CRUELDAD DEL DESTINO

Ya sabemos que la muerte es parte de la vida, que inexorablemente ese es nuestro destino final, pero, no obstante, se nos hace muy difícil aceptar la pérdida de un ser querido, más aún cuando esa persona nos ha brindado siempre su amistad, cariño y una lealtad inquebrantable.

Pedro no sólo era una persona amable que te saludaba siempre con una sonrisa, sino que por muy extraño que nos parezca, en este mundo hostil e insolidario que nos ha tocado vivir, Pedro era un ser humano con el que se podía contar, y del que te podías fiar, siempre dispuesto a prestar su ayuda a todo aquel que lo necesitase.

Ya sabemos que es inútil rebelarse contra las crueldades del destino, pero lo cierto es que el destino no ha sido justo con él, no ha querido que disfrutara de una merecida jubilación, de un merecido descanso, después de toda una vida de trabajo, y con la edad de 64 años nos lo ha arrebatado, sin darle siquiera la oportunidad de conocer a sus futuros nietos. La enfermedad se cebó cruelmente en él y al final, sin compasión, se lo llevó por delante.

Toda la lucha por su salud y por su vida fue en vano, nada se pudo hacer por salvarlo, y a pesar de que los médicos hicieron todo lo posible, fue inútil. Al menos nos queda el consuelo de que se le administraron los medicamentos necesarios para que no tuviera dolor, por lo que hay que agradecer a los médicos y a todo el personal sanitario el haber hecho todo lo que estaba en sus manos. Ya sabemos que la vida no está libre de sufrimientos, que el tiempo pasa como el viento y se lo lleva todo, y a veces se lleva,
antes que a nadie, a los mejores.

SIEMPRE EN EL RECUERDO

Pero los que le conocimos y le quisimos, sabemos en el fondo de nuestros corazones que Pedro no ha muerto. Ni ha muerto, ni morirá nunca, porque aunque se haya ido permanecerá para siempre en nuestros corazones, porque vivirá eternamente en el recuerdo de todos los que le queremos, que somos muchos. Si algo nos consuela y mitiga en parte nuestro dolor es saber que siempre tuviste muchos y muy buenos amigos, a los que quisiste, y que te quisieron de verdad, que estuvieron contigo hasta el final.

También nos consuela saber que siempre tuviste el amor de tu mujer y de tus hijos, esos maravillosos hijos: José Manuel, Claudio y Laureana, a los que supiste educar con cariño y con todo el amor del mundo. Ellos, que ahora sufren desconsoladamente tu ausencia, estuvieron a tu lado hasta tu último aliento. Tampoco te faltó nunca el amor y el respeto de tus hermanos, sobrinos, cuñados, de toda tu familia, que siempre te hemos querido sinceramente.

Nos conforta que al menos te fuiste sabiendo que al mismo tiempo que tu vida llegaba a su fin, otra comenzaba a latir, que se estaba gestando un nuevo ser, un nieto al que nunca llegarías a conocer, pero seguro que a pesar de ello recibiste la noticia con gran satisfacción, siendo ésta tu última alegría.
Pedro, para todos los que te queremos, ha sido una satisfacción y un honor haber gozado de tu amistad y de tu cariño, el haber compartido contigo tan buenos y gratos momentos. Esos recuerdos no nos los puede quitar nadie, permanecerán siempre en un lugar preferente de nuestro corazón.

Gracias por todo Pedro. Hasta siempre. Que la tierra te sea leve.

BENITO VÁZQUEZ