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Morir por amor y falta de solidaridad

Félix Arbolí [colaboración].-

Salvatore de Salvo y Antonia Azzolini -puede que haya omitido alguna letra en sus nombres y me da igual-, se han suicidado por amor y una incalificable falta de solidaridad. Un extraño cóctel que a veces nos ofrece la vida. Por amor y no del prójimo que, como suele ser lo habitual, miró para otro lado e hizo oídos sordos a sus angustiadas súplicas, sino por ese maravilloso sentimiento que brota fuerte e inextinguible cuando un hombre y una mujer unen sus vidas y prometen quererse y permanecer juntos en lo bueno y en lo malo, en la pobreza y en la riqueza y en la salud y la enfermedad, hasta que la muerte los separe.

Salvatore y Antonia, que se querían a rabiar, como dicen los que pretenden definir un gran amor, se vieron obligados a tener que abandonar su casa y vivir separados en lóbregas residencias de ancianos, aunque ella tuviera 69 años y él sólo 64.

No pudieron soportar esta separación y prefirieron abandonar esas sórdidas dependencias donde van a terminar sus días los que ya no tienen esperanzas y hace tiempo perdieron también sus ilusiones, porque era mejor vivir juntos en la mayor miseria y el más tremendo desamparo que tener un camastro, bazofia y techo si ello significaba tener que separarse.

Su muerte duele y preocupa ahora a muchos de los que cuando vivían y pedían desesperados atención y ayuda, no le hicieron el menor caso. Posiblemente, tampoco lo hicieron ellos cuando en sus tiempos felices con trabajo y vivienda, oyeron historias similares. Nunca pensamos que las desgracias ajenas puedan ser alguna vez como las nuestras.

Todo empezó cuando Salvatore quedó sin trabajo como agente comercial y sin derecho a percibir pensión alguna, por lo que fueron obligados a abandonar su vivienda por falta de pago y empezaron a sufrir las consecuencias de no tener dónde vivir y qué comer. Sus peticiones de ayuda las dirigieron en primer lugar a los políticos y fue su error más grande.

JUGANDO AL PÁDEL

Dos votos más o menos a costa de tener que aplazar su juego de pádel para ayudar a unos pobres desconocidos, no es un asunto que perturbe a ningún cargo público. Creo que ni siquiera la secretaria le pasaría esa angustiada y urgente petición a su jefe. “Uno más de los que se creen que la política es una ONG”,- se diría para tranquilizar su conciencia la eficaz funcionaria, celosa de que nada pueda perturbar a su “agobiado” jefe de alta talla social y baja estofa moral.



Ante el silencio de los que prometían estar junto al pueblo y defender su dignidad de vida, se dirigió a la prensa, pero como no se trataba de “cameos” de famosos o adulterios políticos de escándalo, no interesó la historia ya que era un asunto demasiado manido en nuestros días.

Sus peticiones para que les ayudaran a poder seguir viviendo juntos y en un lugar más digno que esos centros llenos de ratas y sumidos en una siniestra miseria, no obtuvieron contestación".
Ni siquiera en sentido desfavorable. Sólo la dichosa callada por respuesta tan habitual en las administraciones públicas.

Ya desesperados se dirigieron al mismo Silvio Berlusconi, siendo aún jefe del gobierno, al presidente de su región y al alcalde su ciudad, Bari, escenario de su tragedia final. En el colmo de la desesperación y el abatimiento ante la indiferencia de políticos y sociedad, optaron por la fatídica decisión. Se dirigieron a un hotel, con sus mejores galas, cual si de una fiesta social se tratara y alquilaron una habitación.

No sé qué se dirían y pensarían en esos últimos y terribles instantes donde uno se enfrenta a la muerte porque la desea. Ignoro si con pulso tembloroso o firme, escribió su despedida: “Leeréis en los periódicos con cuanta dignidad saben morir dos ciudadanos asqueados de la hipocresía y de la crueldad de los políticos”.

Luego, no sé si hubo despedida, lágrimas, silencio, besos o incluso sexo. Si fue así, esta última consumación de ese amor debió de ser antológica: trágica, triste y hasta hermosa.

POLÍTICOS INSENSIBLES

Sabemos que ella se tendió en la cama o quizás ya estaba en esa posición y consumió una fuerte dosis de barbitúricos. Él parece que la acompañó en el consumo de esa dosis letal, pero al ver que no le causaba efecto con la misma rapidez y contemplarla ya muerta, se fue a la playa y se adentró en el mar hasta que la muerte acabó su dura misión.

Como dato meramente anecdótico decir que el fatídico hotel de tan extraño ritual de amor se llama “Siete mares”. Posiblemente, intentando el reencuentro con ella se perdió en sus profundidades. El semanario “Oggi” publicó tan lamentable y horrible noticia y, para mayor escarnio, en la misma página donde se resaltaba que altos cargos italianos veraneaban a todo lujo en las Islas Malvinas. Ni siquiera eligieron un lugar que pudiera beneficiar a su país turística y económicamente.

Ahora ya se han convertido en noticia y ha llegado la hora de los lamentos, los rezos y la búsqueda de responsabilidades. Algo nada difícil de encontrar pues nos concierne a todos y hasta sobresale más allá de las fronteras de esa bonita “bota italiana”, aunque pudiera darse también en nuestra “piel de toro” o cualquier otro país de los llamados civilizados.

No hacen falta largos desplazamientos para encontrar políticos corruptos e insensibilizados. A ellos, de nada les sirve e interesa ya esta póstuma solidaridad y comprensión. Fue una de tantas noticias que oímos a diario y a las que apenas prestamos la debida atención.

1 comentario:

  1. la corrupción política tiene los efectos que tiene desde los tiempos del Imperio de Roma, y son los mismos y en todos los lugares y los tiempos los mismos.Yo es que creo en el demonio y el infierno

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