Política con mayúsculas
Francisco M. Navas [colaboración].-
Cuando nombramos la palabra política se nos vienen inevitablemente una retahíla de palabras asociadas de muy mala fama, que casi todo el mundo tiene en mente, y que, por desgracia, muchas veces ponemos en nuestra boca: corrupción, estómagos agradecidos, pandilla de chorizos, amiguismo, etc. La relación resultaría interminable y, aún así, nos quedaríamos seguramente cortos.
Sin embargo, es necesario retrotraerse a la etimología misma de la palabra, derivada directamente de otra griega, polis, esencial para el desarrollo de la sociedad tal y como la conocemos. La polis, ciudad-estado en griego, constituía el núcleo esencial de la voluntad de un pueblo por constituirse en sociedad y dotarse de reglas justas e iguales para todos. Y la política consistía en una actividad colegiada de gobierno de esas ciudades.
¿Y quiénes gobernaban las diferentes polis griegas? Pues los más viejos, los más ricos y las personas con mayor experiencia. No existía la democracia como la conocemos, pues sólo los ciudadanos podían acceder a cargos públicos. Ciertos estudios históricos recientes apuntan a que, en una época en que no existía siquiera el concepto de igualdad del que hoy disfrutamos mujeres y hombres, muchas de aquellas ayudaban con sus sabios consejos y con su experiencia de vida a la correcta gobernabilidad de las polis, siempre a través de sus maridos o amantes, claro.
Con el tiempo, esos consejos de ancianos griegos, ese senado romano se fueron deteriorando y corrompiendo, porque el poder permite mover los hilos de las influencias y del dinero. No son las instituciones las que se corrompen, son las personas que se integran en ellas las susceptibles de corromperse y de corromper a todos y a todo cuanto tienen a su alcance.
Y no importa la cantidad de dinero por el que una persona que desarrolla su labor política sea alcanzada por la corrupción, ni los favores obtenidos, ni los cargos vendidos o regalados: lo importante realmente es que muchas personas, una minoría, afortunadamente, experimentan con estas prácticas lo que se ha dado en llamar “la erótica del poder”, es decir, esa sensación de manejar tú los hilos, de creerte mejor que los demás, de dominar el mundo que te rodea.
POLÍTICOS SIN PREBENDAS
Por eso, cuando unas elecciones democráticas, donde el voto individual, directo y secreto, que tanta sangre ha costado conseguir y extender a toda la población mayor de dieciocho años, cambian drásticamente el panorama político de un país, o de una comunidad autónoma, o de un pueblo o ciudad, la clase política debe enfrentarse a su propia reconversión laboral forzosa, a veces con estupor, otras con desesperación. Unos y otras saldrán y otras y otros entrarán nuevos, aunque siempre hay algunos y algunas que parece que tuvieran pegamento en el sillón, y siempre se quedan.
Por desgracia, se seguirán repitiendo sin solución de continuidad estos ciclos en los que la corrupción aflora, y en los a la vez que muchas personas honestas desempeñan su función política, porque esa misma clase política que cíclicamente ostenta el poder se niega a cambiar las reglas de juego, las leyes que rigen a la política, en definitiva, se niega a volver a los orígenes.
Y por ello y a pesar de ellos, muchos seguiremos reivindicando listas completas o incompletas, abiertas y desbloqueadas, votaciones de todo el mundo siempre que sea posible, mandatos limitados, esto es, que nadie pueda hacer de la política su trabajo de por vida, pues se puede seguir haciendo política sin cobrar por ello. No me sirve ningún ejemplo reciente o pasado, porque todos son malos: el ejercicio de la actividad política debe ser limitado, así como sus sueldos, sus prebendas y sus privilegios.
El día en que la clase política acuda a su quehacer diario en su coche, coma de menú, se vista como la gente corriente y viva en un piso de un barrio obrero, cobre un salario normal, no prometa cosas que después no cumple y vaya a la cárcel como todo quisqui cuando cometa un delito, volveremos a la excelencia del concepto de política: gobierno de la polis, de sus reglas de convivencia, de su luz, de su agua y de su alcantarillado, de sus escuelas y de sus hospitales, del bienestar de sus ciudadanas y ciudadanos. Ese día, aún muy lejano, por desgracia, podremos hablar de política con mayúsculas.
Cuando nombramos la palabra política se nos vienen inevitablemente una retahíla de palabras asociadas de muy mala fama, que casi todo el mundo tiene en mente, y que, por desgracia, muchas veces ponemos en nuestra boca: corrupción, estómagos agradecidos, pandilla de chorizos, amiguismo, etc. La relación resultaría interminable y, aún así, nos quedaríamos seguramente cortos.
Sin embargo, es necesario retrotraerse a la etimología misma de la palabra, derivada directamente de otra griega, polis, esencial para el desarrollo de la sociedad tal y como la conocemos. La polis, ciudad-estado en griego, constituía el núcleo esencial de la voluntad de un pueblo por constituirse en sociedad y dotarse de reglas justas e iguales para todos. Y la política consistía en una actividad colegiada de gobierno de esas ciudades.
¿Y quiénes gobernaban las diferentes polis griegas? Pues los más viejos, los más ricos y las personas con mayor experiencia. No existía la democracia como la conocemos, pues sólo los ciudadanos podían acceder a cargos públicos. Ciertos estudios históricos recientes apuntan a que, en una época en que no existía siquiera el concepto de igualdad del que hoy disfrutamos mujeres y hombres, muchas de aquellas ayudaban con sus sabios consejos y con su experiencia de vida a la correcta gobernabilidad de las polis, siempre a través de sus maridos o amantes, claro.
Con el tiempo, esos consejos de ancianos griegos, ese senado romano se fueron deteriorando y corrompiendo, porque el poder permite mover los hilos de las influencias y del dinero. No son las instituciones las que se corrompen, son las personas que se integran en ellas las susceptibles de corromperse y de corromper a todos y a todo cuanto tienen a su alcance.
Y no importa la cantidad de dinero por el que una persona que desarrolla su labor política sea alcanzada por la corrupción, ni los favores obtenidos, ni los cargos vendidos o regalados: lo importante realmente es que muchas personas, una minoría, afortunadamente, experimentan con estas prácticas lo que se ha dado en llamar “la erótica del poder”, es decir, esa sensación de manejar tú los hilos, de creerte mejor que los demás, de dominar el mundo que te rodea.
POLÍTICOS SIN PREBENDAS
Por eso, cuando unas elecciones democráticas, donde el voto individual, directo y secreto, que tanta sangre ha costado conseguir y extender a toda la población mayor de dieciocho años, cambian drásticamente el panorama político de un país, o de una comunidad autónoma, o de un pueblo o ciudad, la clase política debe enfrentarse a su propia reconversión laboral forzosa, a veces con estupor, otras con desesperación. Unos y otras saldrán y otras y otros entrarán nuevos, aunque siempre hay algunos y algunas que parece que tuvieran pegamento en el sillón, y siempre se quedan.
Por desgracia, se seguirán repitiendo sin solución de continuidad estos ciclos en los que la corrupción aflora, y en los a la vez que muchas personas honestas desempeñan su función política, porque esa misma clase política que cíclicamente ostenta el poder se niega a cambiar las reglas de juego, las leyes que rigen a la política, en definitiva, se niega a volver a los orígenes.
Y por ello y a pesar de ellos, muchos seguiremos reivindicando listas completas o incompletas, abiertas y desbloqueadas, votaciones de todo el mundo siempre que sea posible, mandatos limitados, esto es, que nadie pueda hacer de la política su trabajo de por vida, pues se puede seguir haciendo política sin cobrar por ello. No me sirve ningún ejemplo reciente o pasado, porque todos son malos: el ejercicio de la actividad política debe ser limitado, así como sus sueldos, sus prebendas y sus privilegios.
El día en que la clase política acuda a su quehacer diario en su coche, coma de menú, se vista como la gente corriente y viva en un piso de un barrio obrero, cobre un salario normal, no prometa cosas que después no cumple y vaya a la cárcel como todo quisqui cuando cometa un delito, volveremos a la excelencia del concepto de política: gobierno de la polis, de sus reglas de convivencia, de su luz, de su agua y de su alcantarillado, de sus escuelas y de sus hospitales, del bienestar de sus ciudadanas y ciudadanos. Ese día, aún muy lejano, por desgracia, podremos hablar de política con mayúsculas.
Pedantería barata. Apología de las versiones oficiales y de los ideales de otro tiempo. NO AL BIPARTIDISMO. NO A ESTE SISTEMA.
ResponderEliminarLo que usted expone sr.Navas, es el sueño de los democratas, de los honrados, de los idealistas.La politica, que debe ir unida a estos conceptos, no corrompe el poder, lo corrompe los politicos.La podedumbre de su caracter, la voracidad de sus ambiciones personales, nos corroe a todos.Aqui lo que prima, es el engaño,la mentira la manipulacion y la conspiracion dentro de sus propios partidos.Todos esos conceptos, definen la personalidad del politico,y la consecuencia es dar el poder a los indignos; resultado:el neopoismo, enchufismo, amiguismo y el saqueo.Un saludo. Leonidas
ResponderEliminarVamos a ver, Navas. La teoría es muy bonita. La exposición también. Pero hay algo que me chirría. ¿Cómo una persona que tiene tan claro esto d ela democracia puede apoyar y, especialmente, alabar al anterior alcalde, José María Román, que es todo lo contrario de lo que aquí planteas que debería ser un político. En el blog panfletario que abrió antes de las pasadas elecciones municipales, usted era uno de los palotas de Romás junto a un tal sibilino, el niño de la vega, una tal Alcantara y el Cifredo. Todos ustedes no hacían mas que ensalzar la figura de una persona que de lo que usted proclama en este escrito no tiene ni un 1%. Supongo que será usted militante del Psoe y que habrá asistido a la última asamblea y que habrá votado también.¿Cree usted que es de recibo cómo se comportó su alabado, por usted, Román con el de las JJSS? ¿Cree usted que es de recibibo lo que los del exalcalde dijeron e hicieron contra los que osaron enfrentarse a ellos? Si estamos en democracia hay que actuar conforme a ella y que haya personas que disientan de nosotros no significa que tengamos que cortarles el cuello, político, por supuesto.Lo que usted pregona y lo que hace difiere bastante de lo que en este escrito dice.
ResponderEliminaresta gente que se mete en los partidos y se llaman así mismos políticos y pólíticas ...yo no dudo para nada que Verdier tenga alma socialista,ni Román, ni Nicolás,ni Chozas ni su esposa ni la hija de Saucedo
ResponderEliminarA mi me gusta la política de ayudar a los demás, de prestar una mano a tu vecino, de hablar de todo y con todos, de buscar un consenso y de pensar las cosas antes de actuar y no despues. Desprecio la política de la crispación, de yo más, del tu mentiroso y del por mi primero y por todos mis compañeros. Lamentablemente, en Chiclana, a pesar de artículos como este, vivimos lo mismo que antes pp y psoe son lo mismo que psoe y pp, donde su avaricia de poder y egoismo hacen que mimen más sus cuentas que las de LAS PERSONAS que los votaron.
ResponderEliminar¿Que cambio de parecer tan repentino Sr Navas? Usted que defendia tanto la permanencia de los socialistas en el gobierno por los siglos de los siglos.Ahora habla de mandatos limitados,cuando en nuestra comunidad hemos tenido al señorito de cortijo Chaves casi 30 años,haciendo de Andalucia su feudo,repartiendo capitales a sus familiares,ademas ilegalmente,sin ser imputado,cosa que tambien predica usted en su texto.Lo que yo digo,todos son iguales.
ResponderEliminarque digan los "socialistas" dónde llevan a sus hijos y los motivos,si les llevan a la privada y por qué no quieren la escuela pública que ellos dicen que defienden
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