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Encuentro inesperado con una zarza ardiente [Memento Mori]


José Antonio Sanduvete [colaborador].-
 
     Se sintiĂł el elegido cuando ante Ă©l se plantĂł la zarza ardiente. No antes. No cuando comenzaron la travesĂ­a por el desierto, ni mientras montaban el campamento, ni durante las largas horas tostándose bajo un sol inclemente y abrasador. Nada de eso le hacĂ­a especial, es decir, más especial que el resto, hermanos todos en la esperanza y el sufrimiento.

     Pero esta vez era distinto. AhĂ­ estaba la zarza ardiente, ante Ă©l, mientras todos los demás descansaban y el daba un paseo que calmase las inquietudes del insomnio. Era grande, enorme, poderosa como una montaña, y las lenguas de fuego que de ella se desprendĂ­an alcanzaban el cielo, pugnando en poder lumĂ­nico con las estrellas que, desde el firmamento, hacĂ­an de testigos del histĂłrico encuentro.

     El elegido no se asustĂł. Antes al contrario, le embargĂł una extraña paz, una sensaciĂłn de sumisiĂłn y de confianza ciega en el poder que se le mostraba. Se acercĂł todavĂ­a un par de pasos, hasta notar en su rostro, en su piel cuarteada por la rigidez del clima desĂ©rtico, el calor que la zarza desprendĂ­a. AlzĂł los brazos y, con un torrente de voz casi sobrehumano, solicitĂł a la zarza que se manifestase.
     La zarza, sin embargo, se mantuvo en silencio; un silencio espeso, agobiante por el calor de las llamas y roto solo en ocasiones por el crepitar de la planta.

     El elegido volviĂł a solicitar una señal. Lo hizo varias veces, al principio con confianza absoluta, al final con tono de sĂşplica. Poco despuĂ©s, la zarza se habĂ­a consumido y solo quedaban cenizas de las que brotaba un hilillo de humo prĂłximo a extinguirse.

     Entonces el elegido se preguntĂł todo lo que se preguntan los elegidos en algĂşn momento de sus vidas:

- Y ahora, ¿quĂ© les digo yo a estos?

     VolviĂł al improvisado campamento. HabĂ­a que recoger y ponerse en marcha nuevamente. Estaba a punto de amanecer y la jornada en el desierto prometĂ­a ser abrasadora. No veĂ­an una gota de lluvia desde hacĂ­a meses. Con razĂłn ardĂ­an las zarzas, secas y agonizantes.

     Aquello era el infierno en la Tierra. Pero no se lo dirĂ­a a los demás, no, el elegido decidiĂł que jamás mencionarĂ­a el infierno, no fuera a ser que comenzaran a adorar de nuevo Ă­dolos paganos. Mejor serĂ­a que adoraran zarzas ardientes...

5 comentarios:

  1. ufff vaya tela,que toston

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  2. juax, juax!! Buenisimo.
    Pero claro, seguro que a los talibanes no les parece bien.

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  3. esto lo ponen en el pais o el mundo y tienen que cerrar hasta los kioskos de prensa

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  4. Estupendo texto, lo que ocurre como dice el 2 es que a los TALIBANES NO LES GUSTA (de los cuales en este pueblo hay para aburrir, aunque aquĂ­ los llamen capillitas).
    Para cuentos, los escritos en ese libro por el cual se lleva matando y robando casi 2000 años.

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  5. creo que es un poco aburrido,rebuscado,,,,pero tampoco para decir que es malo numero1

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