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La biblioteca de las cosas que serán [Memento Mori]

José Antonio Sanduvete [colaborador].-

Comprendí que estaba muerto cuando comprobé el tamaño de aquella biblioteca, de las estanterías que se extendían hasta donde llegaba la vista, de los expositores enormes, altos como rascacielos. Una biblioteca de tales dimensiones no podía ser fruto del ingenio humano.
Su aspecto, sin embargo, era desolador, pues la abundancia de espacio hacía aún más dolorosa la ausencia de volúmenes almacenados. Pasillos enteros de estanterías vacías, aquí y allá algún tomo suelto, tumbado, deteriorados en su mayor parte.
Tres tipos leían ávidos los pocos volúmenes que quedaban.
- ¿Dónde estoy? -pregunté.
- En la biblioteca de las cosas que serán -contestaron al mismo tiempo.
- ¿Y eso qué quiere decir?
- Quiere decir que leemos todo lo que sucede -dijo uno.
- Quiere decir que todo sucede porque lo leemos -dijo otro.
- Lo que quiere decir, en realidad, es que leemos la historia del mundo, que la creamos, de hecho, mientras la leemos -dijo el tercero, finalmente. - El mundo se mueve al ritmo de nuestra lectura -añadió, y comenzó a reír sonoramente.
Los tres, de hecho, comenzaron a reír al unísono.
- Un momento, deteneos -dije.
Los tres levantaron la vista, ligeramente molestos por la prolongada interrupción.
- Aquí apenas hay ejemplares... ¿cómo puede caber aquí la historia del mundo?
- Cuando leemos un libro, este desaparece -dijo uno.
- Cuando algo pasa, deja de estar escrito en el libro del destino -dijo otro.
- Cuando leemos las cosas futuras, las convertimos en presente y las condenamos, al instante siguiente, al pasado. Y en la biblioteca de las cosas que serán no hay lugar para el pasado - dijo el tercero, y rio estentóreamente.
Los tres, de hecho, rieron estentóreamente.
- Y yo, ¿qué hago aquí?
- Puedes leer.
- Sí, puedes leer con nosotros.
- Pero... -alerté. - ¿No os parece que quedan muy pocos ejemplares? ¿Qué pasará cuando los acabéis todos?
- Se acabará el mundo -dijo uno.
- Sí, no habrá más cosas que serán -dijo otro.
- Cuando acabemos de leer las cosas dejarán de suceder y el mundo será extinto. Qué, ¿te apuntas?
Y me guiño un ojo, cómplice. Los tres, de hecho, lo hicieron.
- Pero yo no quiero que dejen de pasar cosas...
- Si estás aquí, será para que leas, ¿no? Y si lees las cosas y haces que sucedan, haces que no vuelvan a suceder. Es lógico, ¿no?
Pensé un momento. Era lógico. Tomé un libro, leí dos palabras, y estas al instante desaparecieron. Leí una página, que desapareció de mi vista. Aquello me pareció tremendamente triste.
- No me importaría ser testigo de la desaparición del mundo -les dije a los tres lectores. - Pero no quiero ser su causa.
Entonces me senté a una mesa, tomé papel y bolígrafo y comencé a escribir. A escribir las cosas que serán. Los tres tipos me miraron.
- Alguien ya hizo eso anteriormente -dijo uno.
- Sí, pero se fue hace tiempo -dijo otro.
- Alguien escribió toda esta biblioteca, pero la dejó abandonada y a nuestra merced -dijo el tercero, finalmente. - ¿Serás tú el encargado de continuar su misión?
Y todos rieron.
Yo seguí escribiendo. Me dedicaría a escribir las cosas que serán hasta donde pueda llegar. Es una labor ardua, los tres lectores son insaciables. Tal vez con suerte disponga de ayuda, y llegue alguien más, algún escritor de apoyo. Alguien que prefiera crear el mundo, en lugar de devorarlo...

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