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Tertulias de cine, personajes inolvidables y Marisa Paredes

               
FĂ©lix ArbolĂ­ [colaboraciones].-

En mis primeros años de periodismo, asistĂ­a a una tertulia en la cafeterĂ­a “Montestoril”, de la Gran VĂ­a,  propiedad de Cesáreo González, el famoso productor de cine. Entre los tertulianos: Yale, Tico Medina, Manolo Alcalá (el Ăşnico periodista que acompañó a PerĂłn en su viaje de regreso a Argentina, para hacerse cargo de su segundo mandato y que como corresponsal de TVE, morirĂ­a desempeñando su labor informativa en una de las guerrillas suramericanas).

TambiĂ©n estaban Manolo Zarzo, Sancho Gracia, (antes de su Ă©xito en la serie “Curro Jimenez”), el inefable e inolvidable Pepe Isbert; Pepe Nieto, el actor duro de nuestro cine que era hombre más cargado de sentimientos que de rencores; Alfonso MartĂ­nez Garrido, ganador del Premio Nadal, con su novela “Entre el miedo y la esperanza”, con el que hice varios reportajes en comĂşn, y otros que en este instante no recuerdo.

AsistĂ­a tambiĂ©n un sastre muy afamado llamado Valdivia, que  nos hizo trajes a todos. TenĂ­a su lujoso taller en los apartamentos del Hotel “Plaza”. De los trece o catorce que Ă©ramos, solo cobrarĂ­a a cuatro o cinco. Yo estrenĂ© el mĂ­o en un viaje a Cádiz. Unos y otros lo recomendaban a sus compañeros, añadiendo que no solo era un excelente profesional, sino que además eran de “Valdivia”, con lo que el “chiste” daba a entender.     

El “maitre” del local, que posteriormente se hizo gran amigo mĂ­o, ya que vivĂ­a cerca del ministerio de Marina donde yo trabajaba y nos veĂ­amos con frecuencia, estaba harto y aburrido de esa tertulia donde solo consumĂ­amos tres y el resto, que ocupaban hasta tres meses juntas no pedĂ­an nada. 

EL CAMARERO BONACHĂ“N

Cifuentes, el camarero, era un buenazo y nos servía agua cada vez que alguien lo solicitaba sin perder la sonrisa. Era de esas personas que tienen que existir para darle un tinte de bondad al mundo que nos rodea. Allí pasábamos la tarde, comentábamos las noticias de actualidad, hacíamos ejercicios de memoria sobre películas, actores, actrices y directores, que siempre ganaba Manolo Alcalá, pues era poseedor de una mente prodigiosa y hasta intentábamos averiguar la notica del compañero para adelantarnos y conseguir la primicia y exclusiva.

A la misma cafeterĂ­a iba un  grupo de chicas muy jĂłvenes, tendrĂ­an no más de diecisiete años, que intentaban hacerse notar y congeniar con las figuras más destacadas. Eran chicas decentes, no busconas, pero atraĂ­das por todo cuanto se relacionara con el celuloide. 

Una de ellas, que era una auténtica monada, empezó a tontear con un técnico de cine muy famoso y experto, que podría ser su padre y, si me apuran, su abuelo, del que quedó embarazada. Me dio una pena y una rabia tremenda, pues no merecía ese final. Se casaron, pues él era viudo. No sé en que terminaría tan esperpéntica aventura que nos dio tema de conversación para unas semanas.

MARISA PAREDES

Yo entonces salĂ­a con Marisa Paredes, la actual “diva” de nuestro cine, aunque sin afanes, ni propĂłsitos amorosos, simplemente la ayudaba a dar sus primeros pasos en el mundo del cine, donde no conocĂ­a a nadie. Ella tenĂ­a catorce años y yo 28, aunque ella aparentara los veinte. Siempre ha representado más edad que la real.

Su padre quiso conocerme para saber con quiĂ©n salĂ­a su hija, algo que no me incomodĂł lo más mĂ­nimo y vi normal. Nos veĂ­amos todas las tardes y nos Ă­bamos a los estudios de “Cinearte”, donde rodaban Mur Oti, el llamado genio, Rafael J. Salvia, mi buen amigo, el de “Las chicas de la Cruz Roja”, y otros directores, o a “Montestoril” y el “GijĂłn”, para presentarla a mis compañeros de prensa.

Era una chica muy tĂ­mida y sumisa, con poca soltura para moverse por esos medios y eso sĂ­, con vocaciĂłn y un afán insuperables. Jamás me propasĂ© con ella bajo ningĂşn aspecto. VivĂ­a en la Plaza de Santa Ana y la entrevista con su padre tuvo lugar en la terraza de una cafeterĂ­a junto al “Teatro Español”. Estuvimos una media hora de charla y al final nos dio su consentimiento para que continuáramos nuestras salidas. 

La apariciĂłn de Maribel y mi enamoramiento fulminante a primera vista y el inicio de nuestras salidas, que me costĂł pues se hizo rogar y esperar, me hizo abandonar mi labor de introductor de Marisa en el complicado mundo del cine. No obstante, ya era conocida de todos mis amigos, directores y de los sitios adecuados y no le costĂł gran trabajo seguir su carrera en solitario.

INGRATITUD QUE DUELE

Solo nos volvimos a ver en el Tablado de Pastora Imperio, a la que tenĂ­a en gran aprecio y respeto y era muy amigo de su nieto Rafael y de su yerno Gitanillo de Triana. Fue con  ocasiĂłn de la presentaciĂłn de una nueva artista. AllĂ­ nos saludamos y quedamos para hacerle una entrevista. Se la encarguĂ© a mi  cuñado, el hermano de Maribel, que me ayudaba y auxiliaba en mis tareas profesionales. Luego no he vuelto a tener contacto con ella.

Más aún, siempre que habla de sus inicios jamás he visto que, por simple cortesía, diga que el primero que la llevó a visitar unos estudios de cine, le presentó a periodistas y le introdujo en ese mundo, fui yo, sin otro motivo a interés que el de favorecer la consecución de sus sueños de actriz, que ha demostrado ser y muy buena.

No ha sido el Ăşnico caso. Posiblemente le incomodara  u ofendiera que la llegada de Maribel interrumpiera nuestras salidas. Una ingratitud que me duele, pero no me sorprende, pues ya estoy acostumbrado a recibir indiferencia y olvido a cambio de mi interĂ©s, esfuerzos y actos de buena voluntad.   




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