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Una tremenda traición



FERNANDO PEREA
[colaboraciones].-

Traición y tradición comparten origen. Ambas provienen del latín traditio/traditionis, que se traduce por entrega/transmisión. Son caras de una misma moneda: la tradición es la positiva transmisión de un legado de una generación a otra. La traición es la entrega deshonrosa a un enemigo.

 

En los últimos tiempos hay un eje común que unen Zarzuela y Moncloa, o si lo prefieren presidencia y jefatura de estado: ambas aprovechan cualquier trampantojo para hacernos tragar sus píldoras más amargas con el señuelo. Cuando hay otro titular a cinco columnas, el gabinete de prensa de Felipe de Borbón nos destila la última hazaña de Campechano Desbraguetao de Abu Dhabi.

 

Y entre una y otra, son las huestes presidenciales monclovitas las que aprovechan cualquier guiñol con el que nos ceguemos para asestarnos la penúltima puñalada, sea un nuevo impuesto sea la enésima cesión a los periféricos desleales (independentistas y demás malas hierbas).

 

Para perpetrar la última traición se han acogido a la tradición de ciclo de noticias. Esta semana y finde: guerra de Ucrania, viaje de Pedro Sánchez por las Europas y un Madrid-Barça que -quede como quede- siempre da minutos y minutos de radio y tv, y páginas y páginas de periódicos.



VENDIENDO A LOS SAHARAUIS

 

Pedrito Siguepasillos-Biden -y no su gobierno al completo- nos ha helado con su decisión de rendirse a Marruecos. Ha pasado el tiempo necesario para que nos olvidemos de la invasión ceutí de chavales moritos de 2021 para que no relacionemos una causa con su consecuencia.

 

España ha vendido por enésima vez -y me temo que la definitiva- a un colectivo que no sé si calificarnos de hermanos nuestros o de primos por el papel que le han dado en este teatrillo: los saharauis.

 

En 1975 hicimos la primera venta. La Marcha Verde del sátrapa Hassan II -y padre del actual no menos sátrapa alauí Mohamed VI- aprovechó que todos estábamos mirando a una habitación del madrileño Hospital de la Paz para saber si el demonio se llevaba de una vez la vida de Franco, para que España saliera vergonzosa y vilmente corriendo con el rabo entre las piernas del Sáhara.

 

Dejábamos así -a merced del corsario de Rabat- a todo un pueblo que lo único que había hecho por nosotros era servirnos lealmente como una colonia. ¿Qué podíamos esperar de un Juan Carlos de Borbón más preocupado de que el general espichara a la mayor brevedad posible, y de un rey marroquí cómplice del derrocamiento y muerte de su propio padre Mohamed V? Pues un marcador claro: Juan Carlos 1 - Hassan 2.



AMPLIA AUTONOMÍA = TOTAL TRAICIÓN

 

Desde entonces, venta tras venta, hemos ido pasando de defender la Independencia de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) a esta última amplia autonomía dentro del reino de Marruecos con el que se ha alineado Sánchez. Entre bomberos no nos pisamos la manguera... y a los amigos saharauis que los parta un rayo del desierto: Felipe 6 - Mohamed 6. España ha hecho de la traición una deplorable tradición con el Sáhara.

 

A este gobierno de nada le ha valido que, desde hace muchos años, la ONU considere al Sáhara un territorio a descolonizar, es decir, sobre el que tiene que haber un referéndum de autodeterminación.

 

La traición se ha servido con más que traicionera guarnición. Tan escondido ha querido quedar Sánchez, que se hizo público el comunicado sin decírselo a sus socios de gobierno (no sé que espera Podemos para dar ya el portazo e irse), ni a la habitual desleal oposición, y con el premier español haciendo una gira para bajar las gasolinas y la electricidad con sus socios europeos.

 

Igual se la conceden porque ha accedido a las peticiones de Bruselas: ahora que el cupo de refugiados está desbordado con Ucrania, había que tranquilizar la frontera sur de Europa. Aunque eso suponga acceder al chantaje marroquí. Yo desearía que alguien lo revirtiera y que la traición pedrina no nos cueste el gas argelino. Pero me temo que no será así.


 

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