Carlos García Velázquez expone una veintena de cuadros en “La Embajada”
No empezó a pintar hasta los setenta años, una vez jubilado, y ha descubierto una nueva afición.-
En el restaurante La Embajada puede visitarse la exposición de Carlos García Velázquez, en la que ofrece parte de su trabajo, desde cuadros religiosos a paisajes y vistas de Chiclana, veintidós en total, con precios que oscilan entre los 20 y los 200 euros. Carlos tiene 74 años y hace cuatro que comenzó con esta afición. En su familia solo pinta su hermano José Luis.
Nunca había pintado ni dibujado, pero la casualidad le llevó con 70 años a interesarse por el arte. Su profesión fue la de visitador médico y una vez jubilado, una amiga le llevó al mundo del arte. La música es otra de sus aficiones. Carlos ha cantado en grupos como Tabasco, es miembro de la Rondalla El 22, aunque ahora está anclada; pertenece a la Coral Polifónica Sancti Petri y formó parte del Coro rociero Aljamía de Paco Montiel.
Fue en este último grupo donde comenzó su trato con la pintura: “Cantando en Aljamía, una componente, Maribel, me dijo que iba a San Fernando a aprender a pintar y me ofreció que la acompañara para ver cómo era. El profesor se llamaba Juan, me dio la cabeza de un caballo, pero no sabía cómo hacerlo, por lo que me indicó la manera de llevarlo a cabo. Me salió bien, me emocioné y me gustó lo de pintar”.
Allí estuvo un año, un día a la semana, y aprendió a cuadricular el dibujo en el lienzo. Así ha estado realizando sus cuadros durante varios años: “Hago fotos y las reproduzco. Sin las fotos no sé pintar. Lo hago porque me gusta y me distrae. Tengo muchos cuadros en casa y por eso quiero vender alguno”.
“QUIERO
SEGUIR APRENDIENDO PARA PINTAR CADA DÍA MEJOR”
También
hace retratos, como los de las camareras de El
Palenque. Lo curioso es que Carlos no suele visitar museos, “pero empezaré a hacerlo a partir de ahora
para aprender. Nunca tuve afición a la pintura, pero la situación ha cambiado”.
Sus trabajos tienen un poco de todo, paisajes, Cristos, Santa Ana, el castillo de Sancti Petri por detrás, una bodega, parques, La Barrosa antes de masificarla con el paseo marítimo, edificios y cientos de chalés, teniendo como protagonistas al chiringuito Zurga, el primero que se puso, y la roca que desapareció.
Tiene claro que pinta porque le gusta, disfrutando con el pincel y encontró a los 70 años una nueva afición. También tiene claro que no es un gran artista ni lo pretende: “No me preocupa lo que la gente piense de mis cuadros. El gusto es libre. Conozco mis limitaciones y lo que intento es mejorar cada obra que hago. Si no se venden no pasa nada”. Pronto expondrá en El Palenque algunos de ellos, una decena aproximadamente.
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