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Tan grande como puedas imaginar [Memento Mori]

José Antonio Sanduvete [colaborador].-

ComenzĂł a cavar un hoyo sin razĂłn aparente, por una especie de impulso irracional que le llevĂł al trastero a coger una pala y al jardĂ­n a clavarla en el suelo y extraer con ella montones de tierra que iba dejando a un lado.

Pronto el hoyo tuvo un tamaño considerable. Entonces comprendió que lo había cavado con la intención de enterrar en él todas las cosas que le disgustaban. Allí sepultados podrían quedarse la tostadora averiada, el jarrón roto y aquel desagradable álbum de fotos que aún guardaba en el desván. Podría dejar allí también el viejo coche familiar, achacoso y oxidado. Pero el coche no cabía. No aún. De modo que siguió cavando.

CavĂł y cavĂł hasta que en el hoyo cupieron el coche, la ruinosa casa de campo heredada de su tĂ­a, una rotonda ingobernable que hacĂ­a insoportable su camino al trabajo y su jefe, que tambiĂ©n fue allĂ­ arrojado, lo cual facilitĂł, sin duda alguna, su desempeño laboral.

Pronto tomó conciencia de que deshacerse de aquello que le desagradaba le sentaba bien. Siguió cavando hasta que metió allí sus malos recuerdos, sus dudas y malestares, a un buen puñado de gente, un Estado centroamericano al que le había cogido manía ya en la adolescencia y un brazo de mar que había inundado, en su infancia, un pequeño prado en el que él solía jugar.

Se sorprendió a sí mismo al comprobar cuántas cosas le desagradaban. Casi todo, en realidad. Siguió cavando, y el hecho de que dedicara su vida a cavar en soledad, ajeno a lo que le rodeaba, contribuía, de hecho, a fomentar su desagrado.

Hasta que llegĂł el momento en que aquel hoyo, dada su capacidad, era capaz de contener el mundo entero. Un mundo que le desagradaba enormemente, especialmente desde que habĂ­a decidido vivir de espaldas a Ă©l y dedicarse a cavar su hoyo. AsĂ­ que depositĂł el mundo entero en aquel agujero colosal. Ya estaba. Ahora sĂłlo quedaba enterrarlo.

Entonces levantĂł la vista al montoncito de tierra que se habĂ­a ido formando con las continuas paladas durante el proceso de excavaciĂłn. El montoncito se habĂ­a convertido en una mole inconmensurable, una especie de Everest inaccesible. Tapar con ella el hoyo serĂ­a un trabajo verdaderamente incĂłmodo.
La visión de aquella montaña le desagradó enormemente. Pensó que lo mejor sería hacer un hoyo para meterla en él. Así que tomó la pala y empezó a cavar...

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