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Al ataque [Memento Mori]


José Antonio Sanduvete [colaborador].-

     El enemigo ya se atisbaba en el horizonte. Eran fieros, numerosos, inclementes, y se acercaban a la carrera.
     El comandante supo entonces que era el momento adecuado, sin duda, para un discurso conmovedor:
- Somos menos, pero valientes; no somos más fuertes, pero estamos preparados; sabemos dĂłnde atacar, conocemos al enemigo. Y no nos dan miedo, ¿verdad?
     A la pregunta siguiĂł un grito encendido, un aullido histĂ©rico de los miles de guerreros que, ansiosos, esperaban el enfrentamiento definitivo. El enemigo hacĂ­a temblar la tierra a su paso como una manada de bestias enfurecidas.
- No nos detendremos ante nada; ¡a por ellos!
     El grito se redoblĂł. Las espadas se alzaron con furia y todos corrieron al encuentro del enemigo. El comandante alcanzĂł contacto visual con la muchadumbre exacerbada con la que emprenderĂ­a un combate a muerte en escasos segundos. ComprendiĂł que no habĂ­a marcha atrás. Un guerrero siempre tiene que mirar hacia adelante.
     Siempre, salvo que sea el comandante y decida dar un Ăşltimo grito de aliento a su ejĂ©rcito antes del momento cumbre. De modo que se girĂł y abriĂł su boca para exhalar el grito más apasionado jamás concebido; el resultado, sin embargo, fue un frĂ­o helador.
     AllĂ­, a su espalda, no habĂ­a nadie.
     BuscĂł con la mirada, ralentizĂł su marcha, siguiĂł sin ver un alma, dudĂł de la existencia de su propio ejĂ©rcito pensando que tal vez lo habĂ­a imaginado, por su mente pasaron calificativos como cobardes, traidores, desertores, desgraciados.
     ¿QuĂ© hace un comandante cuando, corriendo en pos del enemigo, se da cuenta de que nadie le sigue?
     Pues poca cosa, desde luego, sobre todo cuando el enemigo ya está encima, son cientos de miles, quieren sangre y se enfrentan a un solo individuo, por más comandante que sea. AsĂ­ que Ă©ste asiĂł la espada con fuerza, se encomendĂł a todos los dioses, gritĂł, ahora sĂ­, con toda la fuerza de un ejĂ©rcito y comenzĂł a dar golpes a diestro y siniestro. Con un poco de suerte y los hados de su parte, igual acababa con todos Ă©l solo...

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