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La muerte de un ruiseñor y el vuelo de otro

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Dicen que cuando muere un niño, nace un ángel. Yo más bien diría, que se libera un ángel, pues ángeles son todos los niños hasta que pierden las alas de su inocencia y se hacen mayores. No hay nada más triste y conmovedor que ver las lágrimas en los ojos infantiles, ni nada más hermoso y reconfortante que su sonrisa.

Anoche he sentido un nudo que me apretaba la garganta y unas lágrimas que me nublaban los ojos, viendo y oyendo a una niña de once años cantando en un programa televisivo. A mí, cualquier cosa donde haya un niño me emociona. Es la edad en que somos nosotros mismos, sin extrañas influencias, ni tergiversados modelos.

Luego vendrán los adultos y santones de turno y las duras circunstancias de la vida y nos contagiarán sus dañinos virus y necias posturas para hacernos cambiar a peor. Siempre a peor.

En el concurso televisivo “La Voz Kids”, -que ignoro por qué utilizan el término inglés, en lugar del español “niños”-, he visto desfilar a pequeños y magníficos artistas de ocho años, la benjamina y los que con trece o catorce ya están a un paso de enfrentarse con problemas y situaciones inéditas hasta entonces, aunque oídas ya a sus mayores.

El mundo infantil me merece un respeto imponente, tanto o más como el que, en mi caso, va de recogida. Jamás osaría romper esa burbuja maravillosa y transparente que protege y encierra a nuestros hijos y nietos en sus inicios vitales.

Ni siquiera su maravillosa aventura del 6 de enero, que hoy aún disfruta mi pequeña nieta Marta, aunque es casi  probable que alguna amiga y “con su mejor intención”, le haya puesto las pilas y como todos hicimos a su edad se hacen los despistados para no matar a la gallina de los huevos de oro. Fue una de mis más tristes y amargas decepciones. En los colegios no solo se reciben buenas enseñanzas.

IRAILA

Iraila era una cría de once años, valenciana, con unas ganas de vivir y triunfar en la canción que se le notaba en su mirada limpia, su sonrisa contagiosa y su nerviosismo sincero e instintivo al creer que no había estado a la altura de las circunstancias, cuando en sus actuaciones demostraba una y otra vez que era una de las predestinadas al éxito  y la gloria.

Ésta, por cierto, ya la alcanzó en una eternidad que nada ni nadie le va a disputar. No sé si allá arriba tienen oídos y sensibilidad para que esta pequeña y gran diva continúe enamorando al auditorio. Pero creo que sin estos nuevos y diminutos inquilinos que aquí nos conquistaron y conmovieron, ese “paraíso”•pierde mucho de su atractivo. 

Pienso y quiero creer que la llegada de un nuevo ángel a esa ignota dimensión, es motivo más que suficiente para dar grandiosidad y musicalidad a ese entorno donde los limpios de alma y cuerpo encuentran su premio y su destino.

Era un encanto de niña, pequeña de estatura pero una gran artista de las que ponen los vellos de punta y remueven las fibras más dormidas y ocultas de nuestra sensibilidad. Uno de esos prodigios que nos ofrece la Naturaleza para compensar tanta maldad, cinismo  y egoísmo que nos rodea y asfixia.

Esa horrible enfermedad, que nuestros genios y científicos no son capaces de vencer, aunque hayan llegado, (dicen) a la Luna y se recorran el Universo como yo el pasillo de casa.

QUE DISFRUTE DE LA GLORIA ETERNA

No hay derecho que interrumpan el vuelto de un ruiseñor cuando más cerca se hallaba de alcanzar el néctar del éxito y ver cumplidas sus ilusiones. Ella solo quería vivir para cantar y hacer grata nuestra cansada existencia de monsergas de políticos y agoreros. Ese fue todo su crimen. Como siempre, se van los mejores y nos quedan los necios y mediocres. 

Sus desconsolados padres demostraron un gran valor y un tremendo cariño hacia su hija al consentir que ese programa, de su última actuación, su nuevo éxito y su sonrisa contagiosa y feliz se ofreciera al público cuando su calor, su dulzura, sus ilusiones rotas y su maravillosa huella aún flotaban en el entorno y removían las dolorosas secuelas de una ausencia interminable.

No encuentro las palabras adecuadas para poner fin a este modesto homenaje de dolor”. 

No han llegado aún a nuestro diccionario las que puedan demostrar lo que se siente en este momento. Ni creo que exista tampoco alguna que sea capaz de secar tanta lágrima vertida por sus familiares.

Descansa en paz pequeña y disfruta de esa gloria eterna que te has ganado con tu inocencia, tu bondad, tu ternura, tu sonrisa y tu arte. Te has ganado con creces el cariño y la admiración de toda España.  

MARÍA PARRADO. LA VOZ DE MI CHICLANA

No quiero cerrar este homenaje póstumo sin dedicar unas breves, pero sentidas palabras a mi pequeña y querida paisana María Parrado, la melodiosa voz de mi Chiclana, que ha llenado de gracia, dulzura y arte los hogares de toda España. Me has hecho sentir orgullo de mi tierra al verte y oírte con esa maravillosa sintonía de frescura, ingenuidad, encanto, alegría y ARTE con mayúscula.

Me alegra y enorgullece que seas una de las finalistas y espero y deseo que llegues a lo máximo, aunque estás en el lugar donde solo han llegado nueve de los diez mil aspirantes que se presentaron. Toda una proeza que tú vives con una naturalidad que asombra y sorprende.

Eres un encanto de criatura, con la frescura que da la inocencia y carencia de falsedad, con la sencillez con la que te presentas y con los nervios de la que quiere dar lo máximo en cada instante. Me admira y enternece el cariño, la devoción y todo el amor de tus padres, a los que veo más nerviosos y alterados que tú misma contemplando tu batalla tras la fama.

Vas a tener que explicarle tu método para realizar las acciones más notables y difíciles con esa sencillez de la que va por la vida pisando fuerte, pero sin pisar a nadie. Un beso, pequeña, y un abrazo a mis amigos y paisanos.

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