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Las mareas que no llegan del mar

FĂ©lix ArbolĂ­ [colaboraciones].-
     
En mis tiempos se decĂ­a “no hay domingos sin sol, ni mocitas sin amor”. Hoy decimos que no hay domingo sin chaparrĂłn, ni calle sin manifestaciĂłn. Lo de las mocitas ha quedado obsoleto, pues desde que se impuso en las escuelas la educaciĂłn sexual, salen las chavalas más duchas y expertas en el tema que nuestras abuelas despuĂ©s de veinte años de matrimonio.

En lo que no hay lugar a dudas es en el tema de las manifestaciones. Se han impuesto como si se tratara de un evento cotidiano e imprescindible. No me extrañaría que hasta las declararan de interés nacional. Un domingo sin las algaradas callejeras se nos hace inconcebible. Pero nuestros gobernantes y políticos siguen sin querer enterarse de lo que ocurre y se pide en las calles.

El fastidiado ciudadano no solo tiene que sufrir los abusos del poder mal ejercido, sino las dificultades que estas oleadas, a veces autĂ©nticos tsunamis, nos causan al impedirnos realizar una vida normal y destrozar  todo cuanto se pone a su alcance. A mi entender, una manifestaciĂłn de indignados ciudadanos no tiene por quĂ© usar la violencia más desenfrenada contra coches, contenedores y locales comerciales que encuentran en su ruta y no pasan precisamente sus mejores momentos.

Ni tenemos que ser los de Madrid los que soportemos las numerosas y violentas protestas del resto de España. No creo que el gobierno ignore el descontento general, si  se realizaran en las diversas provincias.

Comprendo que ante un gobierno tan ciego y terco, hay que insistir hasta lograr que se digne hacer caso a las justificadas protestas de una ciudadanĂ­a que se siente engañada y ninguneada. Es lamentable llegar a tal extremo para que nos liberen de este constante torpedeo y apunten en otras direcciones más favorecidas y menos atacadas. El pueblo que está asfixiado y hundido, estalla colĂ©rico e indignado ante estos truhanes de etiqueta que tienen nuestro dinero en cuentas suizas. 

TRES MANIFESTACIONES DIARIAS

No es justificable que en Madrid, según dicen, se celebre un promedio de tres manifestaciones diarias. Son tantas, a todas horas y desde todas las calles y barrios que ya las oye uno pasar y ni siquiera se asoma para saber de qué se trata esta vez.

Normalmente se ven las mismas caras, banderas y pancartas pidiendo dimisiones en el gobierno, pero no citan a los polĂ­ticos y dirigentes de autonomĂ­as y ayuntamientos que tambiĂ©n se lo llevan calentito y reciĂ©n salido del horno y algunos de cuyos autores vemos vociferando entre la airada multitud. Que de caras duras estamos bien surtidos. 

Lo triste y desagradable es que estas mareas de la indignación que cada vez se hacen más frecuentes, no sirvan para que los responsables de esta situación no se den por enterados de que han perdido la credibilidad y el apoyo de todo un pueblo, que los habían votado confiados y entusiasmados. Es más fácil encontrar motivos para protestar airados, que convencer al gobierno para que oiga al pueblo y atienda sus quejas.

Siguiendo con mis “mareas”, estos dĂ­as se sigue hablando por los mismos de siempre, de las oleadas de inmigrantes que a diario intentan invadirnos a travĂ©s de Ceuta y Melilla.

Porque una cosa es querer entrar a un paĂ­s y otra hacerlo mediante un duro y violento enfrentamiento contra todo el que se le ponga delante”. 

INMIGRANTES

Europa, en lugar de ofrecernos soluciones y ayudarnos a resolver este problema, nos pide explicaciones y amenaza con sanciones. Ya quisiera yo ver a la Merkell, Hollander y compañía intentando contener estas “razzias” de enloquecidos.

Es siempre doloroso ver perder la vida a una persona por ambicionar un mundo mejor donde vivir. Lo ideal sería que los gobernantes fueran más honestos y eficaces, evitando que sus ciudadanos deseen escapar de lo que para ellos supone una condena de por vida a una lenta agonía.

Pero también es comprensible que si las fuerzas fronterizas ven avanzar contra viento y marea a una oleada de inmigrantes dispuestos a todo, tengan que hacer uso de sus recursos para contrarrestar su violenta invasión.

Esos paĂ­ses que presumen de liberales y demĂłcratas, no usan pelotas de goma de manera disuasorias, sino balas de verdad y abandonan a los muertos al otro lado de la frontera, sin que ninguno de los que hoy nos critican, alcen su voz para condenarlos”.

PELOTAS DISUASORIAS

¿QuĂ© pasarĂ­a si hubiĂ©ramos lanzado las bombas atĂłmicas contra poblaciones civiles o fuĂ©ramos autores de esos tristemente famosos campos de exterminio? A estas alturas seguirĂ­amos siendo el pueblo maldito. Pero se asustan en los foros nacionales e internacionales por el uso de pelotas de goma disuasorias y son precisamente los que más motivos tiene para callarse.

Se intenta hostigar y desacreditar a nuestra siempre honrosa Guardia Civil y hasta piden dimisiones de sus mandos, pero nadie alza su voz parta solidarizarse con los agentes heridos y los sometidos a ese asedio cruento y constante.

Si estuviéramos en condiciones de darles acogida, seguro que no se llegarían a tales extremos, pero estamos casi tan desesperados como ellos y no podemos convertir nuestras viviendas en algo parecido al famoso camarote de los hermanos Marx.

Si esa izquierda llamada plural, sigue empeñada en hacer de samaritana, lo primero que tenía que hacer es proponer que los elevados sueldos de sus políticos, cargos y sindicalistas, se equipararan al de las familias normales españolas y con su ejemplo animar al resto de políticos a hacer lo mismo.

Mientras que no prediquen con el ejemplo, lo mejor que pueden hacer es estar calladitos. Mis simpatĂ­as y reconocimiento, sin la menor vacilaciĂłn, a nuestra querida y respetada Guardia Civil.
    

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