El ángel que perdió sus alas y quedó varado en la playa

 
Félix Arbolí [colaboraciones].-            

Nació hace solo cinco años en un país donde los hombres se matan invocando a un Dios al que llaman justo y misericordioso y que debe estar muy enojado con la locura fratricida de sus hijos. Su llegada tuvo lugar entre el estruendo y la destrucción de las bombas, los gritos airados de los hombres y mujeres y el llanto aterrorizado de los niños.

Él creería que ése era el escenario habitual. Buscó el pecho lacio y caído de su temerosa madre y experimentó la grata oportunidad de saciar su hambre y acallar su llanto terco. No comprendía nada de cuanto ocurría a su alrededor, ni  supo el significado del semblante de miedo y desolación de cuantos fueron testigos de su nacimiento y procuraban salvarle de esa bomba o metralla asesina, que podría llegar en cualquier momento desde el otro lado.

Pensaría que  todo cuanto ocurría a su alrededor era lógico y habitual y a pesar de sus escasos años, su mirada se acostumbró a conocer las distintas armas que utilizaban los mayores, antes que las narraciones e ilustraciones de cuentos, el sonido insistente de algún juguete mecánico o ese peluche compañero de sueños de nuestros hijos. 

La  muerte de un ser humano siempre nos causa un trauma difícil de olvidar, pero si es la de un niño nos produce espanto, indignación y llanto. Y más aún si de alguna forma nos creemos partícipes, de manera directa o indirecta, en tan trágico suceso. Los niños deben ser sagrados, intocables, mimados y venerados como si fueran reflejos fieles de Dios. Ya se llame Alá, Jehová o Jesús. Nunca el Ser divino debe ser representación del odio y el rencor.

ÁNGEL  SIN ALAS

Si en nombre de Dios se cometen tan horribles crímenes estamos haciendo a ese Dios un ser despreciable, al que se invoca para matar y torturar en su nombre. Un  monstruo sádico y repulsivo que no merece nuestra veneración, ni figura en ningún libro sagrado, ni anunciado y proclamado por  Profeta alguno. No se puede adorar al que nos pide dolor, sufrimiento y muerte para las criaturas que han surgido de su bondad y generosidad. Si así fuera, yo sería el ateo más ferviente y convencido del mundo.

Aylan Kurdi, que así se llamaba este ángel sin alas, varado y muerto en una playa turca, no tenía culpa alguna en esa guerra absurda, sanguinaria y atroz que tiene enfrentados a mayores y hermanos en la fe, como si Mahoma quisiera que sus seguidores se exterminaran los unos a los otros. No quieren que el pueblo se entere de que en sus enseñanzas y escritos recogidos en El Corán, su libro sagrado, habla de paz, hermandad, amor, misericordia y generosidad.

Todo lo contrario de lo que están haciendo los que se creen sus más fieles seguidores. Estoy seguro que ese Ser Superior que todo lo ve, se sentirá horrorizado al ver la tragedia que han desatado los que dicen cumplir su voluntad. Alá el justo y misericordioso, no puede sentirse satisfecho al ver degollar, torturar y matar sin la menor piedad a una de sus criaturas y asistir a ese éxodo masivo de los que se ven obligados a abandonar las tierras donde Él decidió deberían vivir, porque el egoísmo y la crueldad de unos pocos interpretan sus leyes de manera muy distinta a como fueron dictadas.


TRASGRESIÓN DE LAS LEYES DIVINAS Y HUMANAS

El episodio de Aylan no es el primero, ni desgraciadamente será el último. Desde que el hombre llegó a la Tierra y se hizo dueño de todo lo que había sido creado, algunos se empeñan de manera necia y miserable en transgredir todas las leyes divinas y humanas para vivir aislado en su jaula de oro como si fueran pavos reales y el resto sencillos gorriones. 

Claro que Aylan  y su hermanito vivirían aún, si la guerra de sus paisanos y la indiferencia del mundo civilizado que les provee del armamento necesario, no siguieran permitiendo esa horrorosa y dantesca visión de las  huidas y  muertes que sufren  millones de familias inocentes.

No somos culpables directos los europeos de esta horrible y masiva hecatombe, pero sí responsables de no poner remedio a tan espantoso drama al que hemos condenado a tantos Aylanes, que nacieron para ser águilas y no pudieron llegar a ser gaviotas. ¿Qué hacen esos países musulmanes ricos y emiratos millonarios para impedirlo?