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La tragedia de la emigración nos afecta a todos

 
Félix Arbolí [colaboraciones].-          

Todos los hechos y acontecimientos te remueven los sentimientos en sentido favorable o desfavorable según las circunstancias. En los tiempos actuales parece que vivimos dentro de una  cámara acorazada que intenta protegernos y aislarnos de todo lo que pueda dolernos o amargamos.

Nos convertimos en seres insensibles donde no hay lugar para las emociones, la solidaridad y el amor. Cada vez que contemplo esas tremendas escenas de familias con sus hijos huyendo de la guerra, del odio de sus hermanos en la fe, del hambre y la falta de oportunidades para aliviarla, me sacude un estremecimiento interno y me doy entonces cuenta que soy un privilegiado, sin tener más meritos que ellos para serlo.

Son invasiones masivas de desesperados que se lanzan a la muerte como único recurso de intentar salvar sus vidas. Alá podrá estar con ellos, pero debe pensar que sus criaturas no son tan fieles a sus normas, misericordia y divinidad. Y digo Alá, porque es el Dios al que ellos imploran, aunque esto pase también en otros pueblos del mundo acá y allá de los océanos donde ese Ser Supremo recibe otro nombre, pero sus hijos sufren las mismas penas e injusticias.

Lo más perjudicial en el tratamiento de esta barbarie es que muchos confunden a refugiados y desesperados con terroristas sanguinarios que tienen como único objetivo segar vidas humanas con la mayor crueldad posible. Y como suele ocurrir en  este mundo de descerebrados e indolentes, pagan justos por pecadores.

MANCILLAR EL NOMBRE DE DIOS

Vemos a los que mancillan el nombre de su Dios al invocarlo, cometiendo los más atroces crímenes y obligando a sus hermanos en la fe a dejar su patria, su casa y  su familia para sufrir las innumerables penalidades de un exilio forzado y plagado de dificultades, que gran número de veces acaba en tragedia. 
Comprendo, pensando fríamente, que somos muchos los que luchamos por llevar el pan a nuestra  familia y no todos lo conseguimos. Sé, como todos, que estamos pasando un  periodo espantoso de crisis y que la vida se hace muy cuesta arriba para todo aquel que no ha heredado de papá, ha entrado en política o vive inmerso en esos tableros donde suben y bajan las cifras de los millones que han acumulado. 

Un  periodo que hace más pobre al que menos tiene y solo aspira a conservar trabajo y más rico al que le sobra y se agota pensando en qué lo puede gastar. Sé que no vivimos bien y no quiero entrar en discusiones sobre si es responsabilidad de nuestros políticos o consecuencia del egoísmo, la usura y ansias de poder de los tres o cuatro energúmenos que nos manejan como si fuéramos  simples marionetas.

Los que tienen mejor atendidos y alimentados a sus perros, que a sus empleados,  aunque ello no quiera decir que seamos crueles con los animales, todo lo contrario, sino más sensibles y consecuentes con las personas que dependen de nosotros o nos necesitan.

MONOSÍLABOS

Vivimos robotizados, pendientes de las maquinitas que dijeron nos iban a acomodar la vida y lo único que han conseguido es distanciar y aislar a las familias, amigos y  compañeros. No les prestamos atención  a nuestra pareja e hijos, si suena el móvil o estamos empeñados en que a ese cretino de héroe o  guerrero está en peligro de sufrir una emboscada. Sin mencionar los constantes mensajes de idioteces que nos lanzamos continuamente, aunque vayamos atravesando una calle o conduciendo el coche.

Ya solo nos conectamos a través de monosílabos, frases recortadas y signos extraños que reemplazan a las más bellas palabras de nuestro diccionario para decir a una persona cuanto significa en nuestra vida y que la amamos con locura.  

Es tremendamente decepcionante y triste la realidad que protagonizamos. Mala herencia le estamos dejando a nuestros hijos, que espero sean más inteligentes y desechen lo pernicioso y aprovechen lo bueno que hayamos podido inculcarles. Me apena ver a mi nieta de diez años con su móvil o tableta, matando “marcianitos” en lugar de jugar con una “Barbie” o leer los cuentos de enanitos, lobos y casitas de chocolate.

Hemos sido testigo del holocausto judío por parte de los nazis, que ha horrorizado al mundo entero, por su exacerbada crueldad y refinados métodos de hacer sufrir a los que según ellos no eran humanos. Luego, a los americanos masacrar dos poblaciones japonesas de civiles inocentes y sus generaciones futuras por sus consecuencias, pero su crimen no fue juzgado con el mismo criterio.


DERECHO A EMIGRAR

También cómo los descendientes de las víctimas del holocausto, en su nuevo país, ensanchado a base de guerras y armas más sofisticadas, matan y eliminan a la población que hasta su llegada tenían allí su residencia.

 Y ahora estamos viendo cómo en el nombre de un Dios, que sus propios y honestos seguidores no deben reconocer, se mata, degüella, asesina y extermina al mayor número de víctimas inocentes en una guerra que dicen es santa, como si la santidad tuviera algo que ver con el infierno.

Víctimas y verdugos se van turnando en sus fechorías a lo largo de la Historia y el mundo contempla aterrado esta constante escalada de violencia, rencor y muerte. Y todo este maremágnum que nos tiene atemorizados, es el culpable que a  muchos infelices de buena voluntad y auténtica necesidad, se les vete el derecho de emigrar a un lugar más seguro y oportuno donde llevar a su familia para poder vivir en un mundo que creen mejor o al menos más seguro y con mayores oportunidades. 







    

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