El precio de la soberbia

Francisco M. Navas [colaboraciones].-

Anda Mariano Rajoy muy atareado buscando los apoyos parlamentarios necesarios para poder volver a ser presidente del gobierno de España. Ya no luce aquel semblante irónico y chulesco, como por encima del bien y del mal, del que presumía cuando gozaba de mayoría absoluta, con el que despreciaba a todos y a todo. A veces no parece ni la misma persona.

La verdad es que el panorama político inmediato no le sonríe, a pesar de haber obtenido algo de oxígeno en las últimas elecciones generales a costa de la pérdida de votos del PSOE  y de Ciudadanos. Porque cuando se viene de la arrogancia, la humildad, aunque sea fingida, cuesta, y a los ojos de los demás resulta verdaderamente patética.

Evidentemente las mayorías absolutas permiten gobernar cómodamente. Todo se reduce a plantear una cuestión cualquiera, simular algo de debate y, tras un periodo de tiempo no excesivamente largo, aplicar el rodillo de tu superioridad numérica.

Lo que los políticos olvidan con frecuencia, y aún más los mediocres, es que las mayorías absolutas no duran siempre, y que si te has dedicado durante cuatro años a ningunear a los demás, tarde o temprano, cuando pierdas esa mayoría absoluta, los demás te pasarán la factura.


SE ACABÓAL ALTERNANCIA

El cambio sustancial en el panorama político español parece no haber sido digerido aún por algunos de los actores más íntimamente afectados. Hasta ahora, la alternancia en el poder se circunscribía a dos partidos políticos: PSOE y PP. Muchos vaticinaron, tras la espectacular aparición de Podemos y de Ciudadanos el pasado 20 de diciembre, que aquello se debía a un caprichoso voto de castigo hacia estas dos grandes fuerzas políticas que han gobernado España los últimos cuarenta años y que juntas se han ido desfigurando y corrompiendo hasta los tuétanos.

Sin embargo, tras una inverosímil y vergonzosa negativa de Mariano Rajoy a presentarse a la investidura, y una no menos inverosímil deriva hacia la derecha de Pedro Sánchez, intentando ser investido con apenas ciento treinta diputados, ninguneando a Podemos, las segundas elecciones generales en menos de un año han vuelto a poner de manifiesto que se acabó la alternancia, que esto ha pasado a ser cosa de tres y medio y que, a pesar del voto del miedo, de amenazarnos con un inmenso caos si no gobierna el PP, de una más que posible ruina de nuestro país, las nuevas fuerzas políticas se han asentado y exigen su legítimo protagonismo en la gobernabilidad del Estado.

La soberbia de Albert Rivera creyéndose imprescindible con sólo cuarenta diputados y permitiéndose el lujo de vetar a otra fuerza emergente con sesenta y nueve diputados, le hizo caer en el tremendo error de que podía tocar poder de la mano del PSOE. La pérdida de ocho diputados en tan sólo seis meses no le vaticina precisamente un futuro demasiado prometedor.


NADIE SE FIA DE NADIE

La soberbia de Pedro Sánchez, viéndose de antemano como nuevo inquilino de la Moncloa, tal vez pensando en una abstención de Podemos  a última hora que le permitiese ser investido presidente, se topó con la cruda realidad de ser rechazado dos veces en su tentativa de investidura. La repetición de las elecciones ha debilitado aún más su posición política dentro y fuera del partido, llevando el hundimiento del PSOE  a cotas no hace mucho inimaginables. 

La soberbia de Pablo Iglesias, acelerando los tiempos, formulando precipitadas propuestas de futuros ministerios y adelantándose a unas negociaciones que podrían haber cuajado en un gobierno de coalición realmente progresista, propició un fiasco que desilusionó a muchos de sus votantes, los cuales se lo hicieron pagar en las urnas.

Seguramente todos habrán aprendido algo, aunque el panorama sigue siendo sustancialmente el mismo. Nadie se fía de nadie, y ahora, eso sí, todos presumen de humildes y ninguno tiene la culpa de nada. Sin ir más lejos, en las noticias, ante los periodistas, Mariano Rajoy ha vuelto a insistir en que lo que España necesita es un gobierno, como si antes no fuese absolutamente imprescindible que alguien se presente a la investidura.


TRAGARSE SU SOBERBIA

Parece como si enviase a los demás el siguiente mensaje: “Yo no voy a presentarme a la investidura si no me facilitáis los apoyos necesarios en forma de votos a favor o abstenciones. Para ser crucificado en un doble debate de investidura y no salir investido, que no cuenten conmigo, que se presente otro”

Vergonzoso, ¿verdad? Máxime cuando recién celebradas las pasadas elecciones él mismo puso fecha a su posible debate de investidura, entre el dos y el tres de agosto. ¿Se acuerdan? Pero Rajoy, como buen gallego donde los haya, sabe que la memoria del electorado es frágil, que el tiempo lo pone todo romo y que si hay un especialista en aguantar la respiración y lo que haya que aguantar es él.

Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos. A día de hoy, todo o casi todo es posible. La única satisfacción que nos queda, independientemente de cuáles sean las negociaciones políticas y la futura formación o no del próximo gobierno es que, independientemente del resultado final de las negociaciones, todos, repito, todos, han tenido que tragarse su soberbia. A ver si aprenden de una vez.