Chiclana, cuna de oficios-El taxi: Antonio Reina Aragón: Idas y vueltas
PEPE VELA M. [colaboraciones].-
La palabra taxi parece que deriva del griego que significa tasa. En 1891 el ingeniero alemán Wilhelm Bruhn, inventa el taxímetro con el cual se medía la distancia y el tiempo empleado, pero fue Louis Renault quien lo popularizó poniéndolo en los vehículos que fabricaba para las grandes ciudades, Paris, Londres o Nueva York, que es donde por primera vez se pintaron de amarillo. En Chiclana tenemos muchos taxistas con historias que contar, pero he elegido a Antonio Reina, hombre singular y polifacético.
El taxi se diferencia de los transportes públicos convencionales (autobuses, metros y trenes) que tienen recorridos y tarifas fijas, así como tarifas pactadas de antemano o por las normativas en servicios personalizados. Hay muchos oficios peligrosos y cada uno conoce el suyo, pero el del taxi no sabe nunca donde está y por donde viene.
Es un oficio que ha sufrido a lo largo de la historia muchos altercados, unos asesinados y otros muchos malheridos. Antonio Reina Aragón es uno de esos taxistas que recorren las calles de la ciudad y de otras cercanas desde hace muchos años. Sus padres, Joaquín Reina y Concepción Aragón vivían en la calle Santísima Trinidad, donde nació el 31 de enero de 1936, habiendo cumplido hace unos meses 80 años.
De padre agricultor, tenía la especialidad de echador, dedicado a la trilla del trigo, cebada o garbanzos, oficio que practicaba la familia Reina. Estudió en los Hermanos de La Salle cuando estaba en la Alameda del Río, junto a la famosa pastelería La Cubana.
Nos cuenta que había en Chiclana varios controles de consumo municipales para cobrar los arbitrios de las mercancías que entraban en el pueblo. Estaba en todas las entradas al pueblo, en El Retortillo, Santo Cristo, Callejón de Jerez o Cuesta del Matadero. Contaba 15 o 16 años cuando trayendo del campo una carga de higos tunas, el rentista le quiso hacer pagar por una mercancía que era para los animales.
DUROS COMIENZOS
Se casó con 24 años en 1960 con Maria Regla Bolaños Salado, teniendo seis hijas. Estuvo trabajando en el campo hasta esa edad, que es cuando se coloca en los autobuses Belizón y Rodríguez de cobrador durante tres años. Con 27 adquiere su primer taxi, era el año 1963 y fue un Chrysler de 9 plazas comprado a Agustín Herrero, ex alcalde de Chiclana.
Un Seat 1400 de segunda mano fue el siguiente y le costó 130.000 pesetas, poniendo como garantía la casa de sus padres. Después vendrían un Seat 1500, Renault 12 y 18 y un Peugeot. Cuando se reguló el taxi había dos paradas, una en la plaza de España y otra en la plaza Castelar, ahora plaza Andalucía. La primera estaba junto al bar de Benítez, donde hoy se encuentra el Banco de Santander.
Desapareció cuando la riada de 1965 y usaban su teléfono porque en la parada no había. La de la plaza Castelar, junto a los autobuses, era más rentable y se turnaban cada 15 días. En sus comienzos había poco trabajo, por lo que trabajar los asientos era un forma de sacar unos duros de más, yendo a la feria de ganado instalada en El Palmar, aprovechando idas y vueltas a un duro por viajero, o para llevar trabajadores a San Fernando o Cádiz.
Lo de trabajar los asientos era perseguido por la Guardia Civil, ya que le quitaba usuarios a los autobuses, por lo que tenía que ponerlos de acuerdo por si les paraban y les preguntaban. Debían decir “que iban todos juntos y uno era el que contrataba mi servicio”.
PARTURIENTAS Y FAMOSAS
A Cádiz costaba 100 pesetas y una boda 200. En verano le contrataban familias para la playa y eran 15 duros la ida (75 pesetas o 0,45 céntimos de euro) y 15 la vuelta, pues tenía familias fijas para los baños en La Barrosa.
Otro servicio bueno era el de las parturientas: “Me avisaba el sereno que había que llevar a las comadronas cuando se ponía una de parto y luego tenía que esperar hasta que terminaba. Un buen servicio por el tiempo invertido y que pagaba sin rechistar el padre de la criatura”.
El viaje más largo lo hizo a Castellón con su Renault 18, con Manuela la gitana, que se dedicaba a la venta. Fue a un bautizo y aprovechó para traer mercancía de una boutique que había cerrado, viniendo desde Villarreal con la baca puesta y cargado de mercadería.
También ha montado en su taxi a personajes famosos como Lola Flores, pero a la que más veces ha llevado es a María Jiménez. Lo que más recuerda de ella es “lo mucho que fumaba”.
MARINEROS, PELIGRO
Como es lógico, en tantos años de profesión ha habido experiencias malas, entre ellas una carrera a San Fernando con cinco marineros borrachos y tuvo que enfrentarse a ellos, “pues después de vomitar en el vehículo uno de ellos, no querían pagarme”. Los marineros venían a la Bodega Sanatorio desde San Fernando “a quitarse las penas y luego salían todos borrachos”.
Cuando llamaban a la parada para un servicio y decían que eran marineros y que estaban en esta bodega, “nadie quería ir, pues eran malos pagadores y encima iban borrachos”.
SAETERO Y CAMPERO
Decíamos al principio que Antonio Reina era un hombre polifacético. Canta flamenco desde los 5 años y es su otra gran pasión, pues ya su padre cantiñeaba y lo llevaba a la tienda de Perico Cermeño. Allí escuchaba a más aficionados y su especialidad es la saeta, ganando seis premios en diferentes concursos en 1986, en Ceuta, San Fernando y Cádiz entre otros.
Decían de él que tenía voz como la INA, por lo del fino, pues le gustaba tomar un fino con un poco de bacalao salado que llevaba siempre en el bolsillo, antes de cantar: “Con el fino y el bacalao te quedaba la garganta limpia y con eso no te salían pollos”.
Una vez fue con Ramito a Cádiz a cantar en un concurso, pero empezó a llover y uno de la junta de la hermandad le dijo: “Vamos a mi casa, que tiene balcón bajo para cantarle al paso. Era en la calle Isabel la Católica. Estando sentado en el sofá, un perrito pequeño que tenía la dueña, no paraba de saltar a la bragueta en busca del bacalao. La dueña comentó que era un perrita muy cariñosa”.
Ésta ha sido su gran afición. Su hija pequeña, Oliva, es la que ha compartido la afición por el cante, acompañándole en diversas ocasiones, pero su verdadera pasión ha sido el campo. Su padre le regaló una aranzada de tierra en El Sotillo con una viña y desde entonces ha estado ligado a las labores agrícolas, alternándolas con su trabajo en el taxi. Desde entonces, su vida ha estado marcada por idas y vueltas con el taxi y con sus raíces.
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