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Chiclana, cuna de oficios-La mecánica-Antonio Aragón Parra, “Navarrete”: Aprendiz y maestro


PEPE VELA M. [colaboraciones].-

Este mes el protagonista de nuestro oficio, la mecánica, es un hombre que fue un pionero en nuestra ciudad, que enseñó a muchos de los grandes mecánicos que hemos tenido, pero que antes aprendió el oficio con un maestro de talleres de esta especialidad. Siempre trabajó de forma artesanal, inventando una pieza o la reparación de la avería si no la tenía y corría prisa, para que el cliente pudiera llegar a su destino. Antonio Aragón Parra, Navarrete, creó escuela y nos lo cuenta.

Nació el 13 de septiembre de 1927 en la calle Obreros, esquina con Valverde, lo que hoy es el bar de Capricho, en  una familia con 12 hijos, 6 hombres y 6 mujeres. Su padre se dedicaba a las labores agrícolas y a la venta de ultramarinos.

Un día  le dijo que si le gustaba la mecánica que siguiera, que no estuviera en el campo como sus hermanos y así, a los 11 años entró de aprendiz con Jerónimo, maestro mecánico instalado en la esquina de las calles La Vega y La Carne, llamada así por desembocar en la del mercado, hoy llamada Artesano Pepe Marín.



Con Jerónimo, Antonio Aragón aprendió de todo, pues era un mecánico inventor, que fabricaba todo lo que le pedían, desde unas jarras para el vino a una maquina de moler grano. Para ganarse unas perras tuneaba los molinillos de café y los preparaba para moler trigo y a eso le llamaba arroz por cojones. En esa época ya empezaba a hacer sus cosillas.

Era tanto el empeño que ponía en aprender, que se fijaron en él Gallo y Morales, los primeros que tuvieron  un camión en Chiclana como agencia de transportes y lo contrataron para su taller diciendo que “este chico apunta maneras”. Le tocó el servicio militar en Madrid y por sus conocimientos del oficio, lo enviaron a la Reserva Nacional de Automovilismo, donde agrandó sus materias: “Yo robaba de todo lo que veía”, ironiza.



ROSA, SU COMPAÑERA DE VIAJE

En una feria de San Antonio conoció a la que es su esposa desde hace 60 años: Rosa Calderón Aragón. Este crucial encuentro lo recuerda con cariño: “Cuando la conocí me entró calambre en las orejas  y me dije: Esta morena no se me va”. Al regreso de la mili fue a buscarla al Barrio Nuevo, en El Colorado, dispuesto a no dejarla ir, hasta que lo consiguió.

Después del noviazgo se casaron en Coníl, en la iglesia de Santa Catalina, oficiando la ceremonia el padre Olmedo de Chiclana, ya que eran buenos amigos y vecinos, regalándoles las alianzas y las invitaciones de boda, hechas en su imprenta. La casa del padre Olmedo estaba donde hoy se encuentra el Museo Taurino y el taller estaba a la espalda, dando al campo de fútbol, separados por una citara.

Un día después de nacer su hijo Paco, Rosa se encontró con el padre Olmedo. Éste le dijo: “¿Qué quieres, que Antonio trabaje más horas dando martillazos?”, pues se llevaba hasta las tantas trabajando y él lo escuchaba todo. A Paco le siguieron Manoli, Jesús, Antonio y Juan Carlos, y a todos les ha dejado que hagan lo que les guste, aunque ninguno haya querido seguir con el taller.

Su hijo Paco, que a él le habría gustado que hubiera sido médico, con la matricula ya pagada, decidió hacerse cura. Lo mismo que su padre le dijo a él con la mecánica, comentó a su hijo que “si eso es lo que te gusta, sigue tu camino, que yo he andado el mío”.



ARREGLABAN DE TODO

En los años 50 abrió un local en Carmen  Picazo, nº 28,  con  su cuñado Nicolás Esteban Blanco y Ramón Hoyos, que había trabajado con él en Gallo y Morales: “Las pasé moradas porque había cuatro coches, dos camiones y tres furgonetas, que eran todos nuevos y no se averiaban nunca”. Para tener trabajo arreglaba lo que fuera, como maquinas de coser, por ejemplo.

Talleres Sur y Antonio Navarrete, como se le conocía, cogieron tanta fama que lo conocían desde Bárbate a Sanlúcar. Lo mismo arreglaba un camión, que un tractor o cualquier maquina. Era un taller en el que se sabía lo que se hacía, trabajaban a conciencia, donde entraba un camión averiado con un muelle roto y salía con éste arreglado. Lo mismo hacía un carburo que un guardabarros.

Desde que empezó de aprendiz con Jerónimo, como llama a su maestro, no dejó de aprender, arreglar los radiadores de los coches o afilar unas tijeras. Cuenta que aprendió a soldar la calamina cuando se le rompió el difusor de un carburador, siendo de las soldaduras más difíciles de hacer.

Soldaba de todo, hierro, aluminio, bronce, cobre… Con plomo hacía el molde para fabricar dientes que se rompían para una distribución o una caja de cambios de los camiones. Como no había repuestos, tenían que hacerlos ellos. Con el tiempo también aprendió chapa y pintura, saliendo de su taller todo terminado, incluido los rótulos que le hacía Alfredo, el pintor.


MUCHOS Y BUENOS ALUMNOS

En tantos años le ha pasado de todo. Nos cuenta una anécdota. Pasaba por Chiclana un camión cargado de pescado que venía de Barbate, con destino a Madrid. A la altura de la escalereta se le rompió un palier por la mitad. Le buscaron a él y lo desmontó, soldó, equilibró y montó.

El camionero le preguntó: “¿Aguantará?”. Antonio le respondió: “No me pagues hasta que vuelvas de Madrid con el dinero del pescado”. Terminó lleno de agua y sangre de lo que caía del camión, que era de madera. Volvió el cliente del viaje, sin ningún problema, y le pagó, no teniendo que ponerle un palier nuevo.

Han sido muchos los que han pasado por su taller: “Son veintitantos, todos buenos. Por nombrar algunos, mi cuñado Nicolás Esteban, Alfonso Hoyo, Domingo Sánchez Barroso, Juan Carrajola, Cubero, Manolo Carmona, Paco Aragón Mariñas o Manolo el Mellao, todos ellos grandes mecánicos”.

Hay que tener decisión para aprender y vocación para enseñar, por eso Antonio, conocido como Navarrete, ha sido aprendiz de oficios y maestro de personas. Se jubiló con 78 años y porque le operaron de un pecho, sino hubiera continuado trabajando. Próximo a cumplir los 90, se dedica a buscar la pieza que encaje en sus puzles, su hobby, como estuvo haciendo todos estos años para conseguir un trabajo perfecto.



1 comentario:

  1. Gran tipo Antonio. Un "personaje". Tiene un humor algo britanico por su socarronería. Grandisimo profesional, junto a su cuñado Nicolás, que también era un gran mecánico.
    Talleres Sur fue una magnifica escuela de donde salieron, como dice Antonio, muy buenos mecánicos.
    Por edad he conocido todo aquello ya que fuimos clientes suyos y teníamos una relación constante.
    Me alegro muchísimo que se conserve con tan bien aspecto.
    Un fuerte abrazo.
    Juan J. Leal

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