Los agricultores han dicho ¡basta!
Félix de la Fuente [colaboraciones].-
Si alguien se pensaba que con la salida Gran Bretaña, la UE iba
conseguir la paz y la calma, estaba completamente equivocado. Los intereses
nacionales han vuelto a hacer acto de presencia en la reunión del último
Consejo Europeo, que trató de la política agrícola común (PAC).
En cualquier comunidad, para que haya unas relaciones pacíficas,
hace falta cierto grado de solidaridad, y en los últimos tiempos, tanto en
España como en la EU, estamos muy escasos de esta cualidad. La agricultura, que
es la hermana pobre de la economía española y europea, es la principal víctima
de esta insolidaridad. Claro que los agricultores llevan razón al decir “hasta aquí hemos llegado”.
Claro que los agricultores tienen derecho a manifestarse. Otra
cosa es que se haya tardado tanto en llegar hasta aquí o que esas
manifestaciones tengan o no alguna repercusión. Por de pronto, el derecho a
manifestarse no es igual para todos. Mientras la policía recibe órdenes de
dispersar a los agricultores al cabo de cuatro horas, los manifestantes a favor
de la independencia de Cataluña pueden campar tranquilamente días enteros
bloqueando carreteas y autopistas. Todavía hoy siguen cortando varias horas al
día la Meridiana de Barcelona.
El campo español muere lentamente ante la pasividad de nuestros
gobernantes. La política agrícola común, a pesar de los muchos millones que ha
inyectado en el campo, ha sido un fracaso, al menos en cuanto a gran parte de
España, y va siendo hora de que se estudie el problema desde otra perspectiva.
INGRESOS DIGNOS PARA LOS AGRICULTORES
En la política agrícola común hay tres factores importantes
íntimamente relacionados: el agricultor, los productos y el desarrollo rural.
No se comprende el uno sin los otros.Si desaparece uno de los tres, desaparecen
todos. Si desaparece el agricultor, desaparecen los productos agrícolas y se
degrada el ambiente rural, al quedar abandonado. Y lo mismo se puede decir de
los otros dos.
El agricultor y su familia son lógicamente el factor principal, y
como cualquier otro trabajador, sea autónomo o no, o como cualquier profesional
debe tener unos ingresos dignos, el acceso a una formación profesional, cada
vez más exigente, y unas mínimas condiciones sanitarias y educativas para su
familia.
En cuanto a los productos del campo, no sólo se trata de nuestro
medio de subsistencia, o del papel fundamental que puede jugar en un país en
una época de crisis, sino de la fuente de ingresos de agricultor, y en un mundo
globalizado son un elemento clave en muchos acuerdos comerciales de la UE con
terceros países. Ni España ni la UE pueden depender exclusiva o
fundamentalmente del exterior en este campo.
Es decir, no cabe pensar que todo lo podemos importar de terceros
países. Esto sería muy peligroso. Por otro lado, la competencia internacional
en cuanto a los productos agrícolas es mucho mayor que respecto a los productos
industriales o a los servicios, pues Europa no puede competir con los precios
de los productos agrícolas de los países pobres. Este es un problema muy
delicado que no se puede dejar en manos de la libre competencia.
REPENSAR LA POLÍTICA AGRÍCOLA
Y el desarrollo rural es algo que no depende del agricultor. No es
el agricultor el que abandona el campo. Es el campo el que abandona al
agricultor. Si la mitad de España queda desierta, si se queman nuestros bosques
por el abandono rural, si nos quedamos sin historia y sin raíces, porque la
mitad de España desaparece, no miremos al agricultor, echemos la culpa a los
que, en lugar de gobernar, se dedicaron a expoliar al país.
Es necesario repensar la política agrícola de España. Las
condiciones que se imponen al agricultor del centro de España para recibir las
ayudas, no pueden ser las mismas que las que se le exigen agricultor de las
tierras fértiles de Francia o de Murcia. ¿No se puede compaginar actividad del
campo con otro trabajo para recibir estas ayudas?
Pero ¿con qué otra actividad puede compaginar su trabajo el
agricultor español si no hay posibilidades de una actividad complementaria en
cien quilómetros a la redonda? Las nuevas tecnologías o las energías renovables
¿no podrían llevar vida al campo?
¿Tendrán que crearse en el campo nuevos puestos políticos -que
pagaríamos todos- para que el agricultor pueda subsistir?
Ya era hora de que el agricultor dijera ¡Basta!
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