Chiclana, cuna de oficios-La tonelería-Antonio González Cebada “El Cheste”: El príncipe del toreo
Desde la época antigua, el medio de almacenar y transportar aceites y vinos por todo el Mediterráneo, era en ánforas de barro. Sin embargo, en la Francia gala, los romanos descubrieron que hacían recipientes de madera, que con los años fueron mejorando, hasta derivar en la forma en que hoy lo conocemos, convirtiéndose en un arte su elaboración. Este mes la tonelería es el oficio protagonista y Antonio González “El Cheste” su representante.
En esta profesión se trata de unir distintas duelas de madera para unirlas entre sí por medio de cinchas de hierro, para conseguir su forma redondeada, desde cubos, cubas, barricas o toneles de donde deriva su nombre: la tonelería. Había una en la zona del castillo, perteneciente a Juan Sánchez “el Chinche”.
Había otra en la calle Rivero desde 1967 a nombre de Juan de Alba Fernández, y posteriormente en 1978 en el polígono del torno se abrió otra a nombre de José Gil Montes de Oca por la alta demanda que había en esos años 70, teniendo muchos pedidos incluso desde Jerez, por la alta producción de caldos de esa década.
El crecimiento no paró hasta entrar los años 80, pero la caída de las exportaciones, el exceso de viñas plantadas en la década de los 70 y un exceso de mostos en 1983 -más de 300.000 barriles-, hace que caiga la demanda y se inicie el declive de uno de los oficios señeros con más solera y prestigio de nuestra comarca vinícola del Jerez.
Y siendo insostenible la continuación de este oficio centenario, solo mantenido en las bodegas que tenían su trabajadero, en los que reparaban los distintos barriles, ya fuera cambiando una duela, una tapa o apretándoles los arcos para evitar pérdidas de líquido.
INFANCIA DIFÍCIL
Antonio González Cebada nació en Chiclana el 2 de julio de 1947, pero a la edad de 8 años recibió de la vida su primera gran cornada, sus padres Agustín y Magdalena mueren muy pronto, dejándoles en manos de su hermana Laura, la mayor de ocho hermanos, siendo Antonio el más pequeño de todos.
Su hermana ejerció de madre, hermana y tutora, pero con los años la familia se va emancipando y a los 24 años siente la necesidad de fundar un hogar con la persona que conoce desde niño y que están juntos desde los 16 años: Antonia Verdugo Guerrero. Tuvieron tres hijos: José Antonio, Francisco y Magdalena.
Estuvo en el colegio de la calle Fierro, pero con 12 años se va de aprendiz a la tonelería del “Chinche”, en la zona del Castillo, donde estuvo trabajando unos cuantos años para aprender el oficio, que continuó en la bodega de Patricio Gutiérrez, donde estuvo también varios años, siendo contratado en la tonelería que se montó en El Torno de Gil Montes de Oca, donde fabricaban ocho o diez barriles diarios con maquinaria nueva que habían traído. Allí acabó su vida de tonelero. Después encontró trabajo en el matadero con Manolo Vinagre, que tenía la concesión del Ayuntamiento.
LOS OLIVA Y SU AFICIÓN A LOS TOROS
Trabajando en la tonelería veía salir a los hermanos Oliva, Emilio y Diego, que vivían junto al taller, despertando en el niño la afición taurina. Quería ser como ellos. Se enteraba cuando salían para el tentadero, entonces se escapaba por la muralla de la tonelería y cogía cuesta abajo para acompañarlos.
Su primer becerro fue sobre los catorce años, siguiéndole otros muchos, incluso de noche, destacando ya en los tentaderos. Era marzo de 1963, sus amigos y familia habían hecho un esfuerzo para reunir las 300 pesetas que suponían los gastos para lidiar su primer novillo en una plaza con solera, como era la de San Fernando.
El hostal Los Ángeles tuvo el honor de ser donde por primera vez se vistió de luces, momento cumbre de alguien que aspira a ser toreo. Un Seat 600 fue el coche que lo llevó hasta la plaza de toros, donde ya le esperaban cientos de aficionados. De su primer becerro a su primer novillo apenas había pasado dos años y ahora, con 16, estaba en una plaza, vestido de luces dedicándole a su afición su primer novillo. Fue una gran tarde y la afición de San Fernando se lo agradeció.
NOVILLERO EXITOSO
Fueron muchas tardes a partir de ese momento, teniendo festejos memorables con dos futuras figuras del toreo, Miguel Márquez “El ciclón de la Costa del Sol” y Francisco Ruiz Miguel. Pepe Vázquez fue su mentor en Chiclana, estando a la expectativa de que se fijara en él Paco Ortega, apoderado de Ruiz Miguel, que le había creado ilusiones para que se hiciera cargo de su carrera.
Toreó más de cien novilladas, arrastraba mucha gente cada vez que salía al ruedo, llegando en Conil a poner el cartel de No hay billetes. También colgó el de No hay banda de música, porque no cabía. Era tal la expectación, que muchos aficionados se quedaron fuera.
Otra anécdota fue torear en el Aaiún, acompañando a Adolfo Ávila “El Paquiro” y a los hermanos Oliva a un festival. Con ellos iba Juan Luis de los Ríos, banderillero de Jerez, que era el subalterno de todos. Fueron para dos tardes y se llevaron un mes, pues el Siroco impedía con su fuerte viento, que el avión despegara.
Le pusieron como apodo “El Cheste” porque fumaba de vez en cuando un cigarrillo de la marca Chesterfield. Le pregunté por qué la retirada a los 24 años: “¡No sé! Creo que…, me faltó… ser más terco…, más terco“. Seguro que sí, posiblemente hubiera sido, como a veces le llamaban con cariño, El príncipe del toreo.
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