Es posible hacerlo y no es tan difícil
Fernando Perea [colaboraciones].-
El pasado 15 de marzo se jugaban los últimos dos partidos de vuelta de la eliminatoria de octavos de final, de la actual edición de la Champions League de fútbol. Dos partidos en dos ciudades (Nápoles y Madrid). En Italia se medían la SSC Napoli y el alemán Eintracht de Frankfurt. En España el Madrid y el Liverpool. Ambos a las 21,00 horas. Su desarrollo no pudo ser más distante (y no me refiero a lo deportivo, que racionalmente se llevó a cabo sin problema).
Esa noche en Nápoles mucha gente pasó miedo. Hubo muchos miedos. De esos que aflojan extremidades y hasta esfínteres. FIFA, UEFA y los gobiernos de Alemania e Italia empezaron por permitir la presencia en Nápoles de 600 ultras -sin entradas para el partido- del Unión de Frankfut (se traduce así). Fueron al sur de Italia para hacer cualquier cosa menos ver el fútbol. Porque para ver el partido en la tele -coincidirán conmigo- se puede hacer desde casita.
Militarmente 600 son, aproximadamente, cuatro compañías. O un batallón. Una horda que en las horas previas al partido se dedicó a atacar la policía con lanzamientos de piedras y mobiliario urbano. Pronto el foco de atención de los vándalos se tornó hacia los coches-patrulla. Varios fueron incendiados a conciencia. A lo largo de la ciudad se extendió el caos, con más autos ardiendo y más enfrentamientos con la fuerza pública. Las imágenes de televisión atestiguan el pánico desatado en las calles napolitanas.
…Y SE RECOGEN TEMPESTADES
Isaac Newton introdujo las tres leyes físicas del movimiento. La tercera de ellas plantea el llamado Principio de Acción-Reacción. En Nápoles se cumplió... y con nota. Tras el partido, y al salir del campo, los ultras locales fueron informados de lo ocurrido. Y buscaron el enfrentamiento directo con los del Eintracht que, ahora, quedaban en evidente minoría.
La misma policía que sufrió los ataques de los germanos fue requerida en ese momento para defender a esos burros de las iras de los otros asnos. La facción napolitana bombardeó -con piedras y palos- los autobuses donde los alemanes se retiraban de allí. Cuando terminó esta refriega, la masa se trasladó a las puertas de cada hotel donde se alojaban los teutones. Más guerrilla urbana y más pánico hasta que -con las horas- aflojó la marea italiana. Por suerte esta vez no hubo que lamentar muertos.
VISIÓN A MÁS LARGO PLAZO
La violencia en el deporte es un complicado asunto. No puede ser erradicada solo por el camino a las medidas de fuerza. A corto plazo, únicamente toca eso. Pero, con luces más largas, habrá que ir sembrado otros protocolos -otros ejemplos- para que se opere el cambio de mentalidad en las aficiones. Ese cambio es necesario para ir reduciendo -de manera progresiva- esos casos en los que los violentos secuestran el espíritu deportivo de un partido de fútbol, trocándolo en belicoso.
Para encontrar el primer ejemplo no se tenía que ir más
lejos. Un par de semanas antes el Liverpool recibía al Real Madrid en su templo
de Anfield Road. Ese día por la
mañana se conoció el fallecimiento de Amancio Amaro Varela. El extremo
gallego de la época yé-yé, a la sazón presidente de honor del club en
ejercicio, fue objeto de un homenaje por parte del equipo local. Las leyendas Billy
Hogan y Kenny Dalglish depositaron una corona de flores al pie de la
grada ocupada por la afición madridista, ante el aplauso unánime del estadio.
El gesto de señorío del Liverpool no pasó inadvertido de cara al partido de vuelta. Al término del partido en el Bernabéu, la afición y el equipo inglés fueron despedidos con los sones del You'll never walk alone (en español Nunca caminarás solo), su histórico himno. Con estos dos hechos, Liverpool y Madrid, Madrid y Liverpool -monta tanto, tanto monta- demostraron por qué pertenecen a la grandeza del fútbol mundial, además de sumar ambos una veintena Champions.
MEDIDAS INTELIGENTES
Y a pesar que el Liverpool perdió el partido y la eliminatoria (y que en los últimos años están muy quemaos con el Madrid porque es su bestia negra deportiva), no hubo un solo incidente en su retirada de la capital. Las hostilidades acabaron en el campo, y la paz se apoderó del resto. No me cabe duda que esos dos inteligentes gestos desarmaron a posibles cafres de malas intenciones.
En España (en Europa tampoco) no se tienen huevos para montar a diario un buen pollo por las cifras de paro; o
por el estado de la sanidad pública made
in Ayuso; o por lo que roban las eléctricas y petroleras (con
consentimiento de Sánchez), o por el costo de la comida en el
supermercado.
No, no los tenemos. Pero sí -domingo sí, domingo no- para hacerlo entendiendo el fútbol como pretexto bélico. En honor a la verdad, en cualquier sitio menos en Bilbao y San Sebastián, donde llevan años dando un carácter ejemplar de fiesta del fútbol vasco a cada derby.
Con imaginación y actos de respeto entre aficiones se siembran otros usos, otros modelos, otros comportamientos para finiquitar esta peligrosa violencia. Se puede hacer. Y no es tan difícil.
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