Donde la verdad se esconde
José Antonio Sanduvete [colaborador]
El venerable sabio, en su lecho de muerte, hizo pĂşblico su Ăşltimo deseo. "Traedme veinte mil sobrecitos de azĂşcar", dijo. Sus allegados se sorprendieron, pero se pusieron manos a la obra, pues el maestro era sabio y sabĂa lo que se hacĂa.
Buscaron en bares, en cafeterĂas, en supermercados, en fábricas azucareras. Removieron cielo y tierra y, en un tiempo rĂ©cord, pusieron ante su maestro los solicitados veinte mil sobrecitos.
- ¿Para quĂ© quiere tanta azĂşcar, maestro? - le preguntaron.
El sabio mirĂł a sus discĂpulos con severidad.
- ¿Para quĂ© va a ser? Para dejar mi mejor legado, mis pensamientos. Los sobrecitos de azĂşcar guardan toda la sabidurĂa recogida por el ser humano a lo largo de su historia. En ellos ha escrito Albert Einstein, en ellos escribiĂł Rabindranath Tagore, incluso NapoleĂłn. Yo lo he visto, he leĂdo sus pensamientos durante cada cafĂ©. Ahora, ha llegado mi hora.
AsĂ que el sabio comenzĂł a rellenar con sus pensamientos aquellos veinte mil sobres, uno a uno, con su puño y letra, en un esfuerzo supremo, el Ăşltimo de su vida. HabĂa escrito quince mil cuando muriĂł. "Llevad mi mensaje al mundo", fueron sus Ăşltimas palabras.
Y cuando sus súbditos se vieron junto al cadáver de su amo, con aquella misión por cumplir y con varios millares de sobres de azúcar que llenaban cada rincón de la habitación, se miraron y se preguntaron:
- Y ahora, ¿quĂ© coño hacemos con tanta azĂşcar?
El venerable sabio, en su lecho de muerte, hizo pĂşblico su Ăşltimo deseo. "Traedme veinte mil sobrecitos de azĂşcar", dijo. Sus allegados se sorprendieron, pero se pusieron manos a la obra, pues el maestro era sabio y sabĂa lo que se hacĂa.
Buscaron en bares, en cafeterĂas, en supermercados, en fábricas azucareras. Removieron cielo y tierra y, en un tiempo rĂ©cord, pusieron ante su maestro los solicitados veinte mil sobrecitos.
- ¿Para quĂ© quiere tanta azĂşcar, maestro? - le preguntaron.
El sabio mirĂł a sus discĂpulos con severidad.
- ¿Para quĂ© va a ser? Para dejar mi mejor legado, mis pensamientos. Los sobrecitos de azĂşcar guardan toda la sabidurĂa recogida por el ser humano a lo largo de su historia. En ellos ha escrito Albert Einstein, en ellos escribiĂł Rabindranath Tagore, incluso NapoleĂłn. Yo lo he visto, he leĂdo sus pensamientos durante cada cafĂ©. Ahora, ha llegado mi hora.
AsĂ que el sabio comenzĂł a rellenar con sus pensamientos aquellos veinte mil sobres, uno a uno, con su puño y letra, en un esfuerzo supremo, el Ăşltimo de su vida. HabĂa escrito quince mil cuando muriĂł. "Llevad mi mensaje al mundo", fueron sus Ăşltimas palabras.
Y cuando sus súbditos se vieron junto al cadáver de su amo, con aquella misión por cumplir y con varios millares de sobres de azúcar que llenaban cada rincón de la habitación, se miraron y se preguntaron:
- Y ahora, ¿quĂ© coño hacemos con tanta azĂşcar?
Pon tu comentario