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EL MISTERIO ES LA AVENTURA (Sherlock Holmes)

AL SALIR DEL CINE
César Bardés
[colaborador]

El estilo del director Guy Ritchie siempre me pareció algo impostado, más propio de nuevas generaciones que de clásicos de butaca. Sin embargo, hay que reconocer que aquí ha tenido aciertos, amén de algunos errores, sin que ello quite para que el resultado sea una película que se deja ver con simpatía y que entremezcla con acierto algunos elementos clásicos del personaje con otros ciertamente novedosos.



Es evidente que el intento de Ritchie es hacer una reinvención a partir de una imitación. El menos avezado ya se ha dado cuenta hace tiempo que la serie House nace a partir del personaje imaginado por Sir Arthur Conan Doyle. Pues bien, Ritchie lo que consigue es volver al personaje original con la agudeza y rasgos propios del amargado y brillante doctor televisivo. A partir de ahí, tenemos, cómo no, a un protagonista que maneja con maestría técnicas de lucha más propias del cine de adolescentes que las más propias de la Inglaterra victoriana.

Hasta aquĂ­, los defectos. Pero Ritchie da en la diana con la ambientaciĂłn prodigiosa de un Londres embarrado e impresionante, obra y gracia de una directora artĂ­stica que ha hecho un soberbio trabajo como Sarah Greenwood (responsable de ExpiaciĂłn, de Joe Wright) y que se confirma por un diseño de vestuario fantástico procedente de una de las más grandes responsables de guardarropĂ­a del cine contemporáneo como Jenny Beavan (compañera inseparable del cine de James Ivory en pelĂ­culas como Regreso a Howard´s End o Lo que queda del dĂ­a y de otras costuras memorables en Sentido y sensibilidad, de Ang Lee; o en la muy notable y olvidada Las montañas de la luna, de Bob Rafelson). A partir de ahĂ­, Ritchie prescinde del quiĂ©n y se centra en el cĂłmo de una aventura trepidante, dirigida con cierta inteligencia y con notables muestras de agilidad (a destacar las estupendas escenas en cámara lenta) y que se completan con una muy delicada interpretaciĂłn de Robert Downey Jr., capaz de sugerirnos el tremendo genio deductivo, el compulsivo descuido y la escondida fragilidad de un personaje que teme al daño interior más que a la propia muerte.

Además, Ritchie coge pequeños detalles de otras películas basadas en Sherlock Holmes pero que ninguna salió de la pluma de su creador original como es el maravilloso retrato de la ciudad de la niebla y de la oscuridad combinado con toques de humor que aparece en Asesinato por decreto, de Bob Clark; o la aparición de un Watson a punto de contraer nupcias que ya se presentan como hecho en Elemental, Doctor Freud, de Herbert Ross; o, sobre todo, en el enamoramiento de Holmes de una mujer que se halla al otro lado de la ley y que le ama y le mata a cada latido de su corazón de detective en la excepcional La vida privada de Sherlock Holmes, del gran Billy Wilder. Hay que destacar por otro lado el Watson de acción e inteligencia que construye Jude Law y la sorpresiva aparición casi episódica de James Fox (recordado intérprete de La jauría humana, entre otras). Con ellos, la cinta resulta entretenida y, cuando menos, curiosa en la descripción de un héroe que no puede sobrevivir sin el misterio del enigma. Y la burla de la muerte está ahí, al otro lado de la soga que nos invita, desafiante, a intuir las notas de un violín. Tal vez porque es el ruido que hace la mente cuando piensa.

César Bardés

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