La sutil magia del espionaje
José Antonio Sanduvete [colaborador]
Cuentan las crĂłnicas que, a principios del siglo pasado, hubo en Escocia un tipo que dedicĂł su vida, sin razĂłn aparente, a espiar a los demás. AsĂ, al menos, lo refiere una pequeña reseña del Edinburgh Evening News el 18 de octubre de 1920. Dicha fecha coincide con la del hallazgo del cadáver del personaje en cuestiĂłn, y su historia es tan curiosa que dio lugar a comentarios de todo tipo entre sus conciudadanos, algunos basados en la realidad y otros sumamente exagerados, que se prolongaron durante dĂ©cadas.
Steve Wilson, que asĂ se llamaba, comenzĂł a espiar a los demás a la tierna edad de 10 años. LlevĂł una vida tan gris y anodina como su propio nombre, lo cual es lĂłgico si tenemos en cuenta su dedicaciĂłn al espionaje y la discreciĂłn que de ella se supone. ViviĂł, trabajĂł en una imprenta, no tuvo mujer ni descendencia, se paseĂł la ciudad de cabo a rabo siguiendo a los demás y los clasificĂł, detallando actividades, aficiones e incluso perversiones y secretos, en un inmenso archivo que, en el momento de la muerte de Wilson o, más bien, de su hallazgo en un mugriento piso dos semanas despuĂ©s de la muerte real, constaba ya de más de 3.600 individuos, sumando los ya fallecidos y los jĂłvenes de reciente "adquisiciĂłn" por el espĂa en cuestiĂłn.
La pregunta es: "¿cĂłmo puede alguien espiar a 3.000 personas al mismo tiempo?" Y la respuesta de Wilson, probablemente, serĂa: "porque nadie hace, en el fondo, nada especial". Y asĂ, por cierto, lo corroboran las fichas de Wilson.
Una vida gris siguiendo a miles de individuos grises.
"Hay algo de morbosa posesión en el hecho de espiar a los demás. Mientras los observe sin denotar mi presencia soy su dueño, su amo, soy un ser superior a ellos". Estas palabras, tomadas de uno de los relatos holmesianos de Arthur Conan Doyle, apareció recortada y pegada sobre la funda de los archivos de Wilson y, a buen seguro, explica en parte sus motivaciones.
Lo más curioso del caso es que tres meses despuĂ©s de la apariciĂłn de la reseña en el Edinburgh Evening News un tal McIntyre reclamĂł como suyos todos los archivos de Wilson. AsegurĂł haber espiado regularmente a Wilson desde que este tenĂa 12 años, movido por la curiosidad, y que habĂa persistido en esa labor durante ni más ni menos que 48 años. Como prueba mostrĂł un impresionante dossier en el que Wilson era analizado dĂa a dĂa en sus más insignificantes actos, desde ir al baño a espiar al prĂłjimo, a miles de ellos, de hecho.
McIntyre aseguró que 48 años le daban el derecho de posesión sobre Wilson y, muerto este, sobre su trabajo.
No quedan, lamentablemente, indicios que nos puedan llevar a conocer el destino definitivo de los archivos de Wilson. Tampoco vuelven las hemerotecas a hacer referencia a este McIntyre, ni a ningĂşn otro ser, superior entre los superiores, que hubiera dedicado su vida a espiar a McIntyre mientras este espiaba a Wilson mientras este espiaba a sus convecinos.
Una lástima, desde luego.
Cuentan las crĂłnicas que, a principios del siglo pasado, hubo en Escocia un tipo que dedicĂł su vida, sin razĂłn aparente, a espiar a los demás. AsĂ, al menos, lo refiere una pequeña reseña del Edinburgh Evening News el 18 de octubre de 1920. Dicha fecha coincide con la del hallazgo del cadáver del personaje en cuestiĂłn, y su historia es tan curiosa que dio lugar a comentarios de todo tipo entre sus conciudadanos, algunos basados en la realidad y otros sumamente exagerados, que se prolongaron durante dĂ©cadas.
Steve Wilson, que asĂ se llamaba, comenzĂł a espiar a los demás a la tierna edad de 10 años. LlevĂł una vida tan gris y anodina como su propio nombre, lo cual es lĂłgico si tenemos en cuenta su dedicaciĂłn al espionaje y la discreciĂłn que de ella se supone. ViviĂł, trabajĂł en una imprenta, no tuvo mujer ni descendencia, se paseĂł la ciudad de cabo a rabo siguiendo a los demás y los clasificĂł, detallando actividades, aficiones e incluso perversiones y secretos, en un inmenso archivo que, en el momento de la muerte de Wilson o, más bien, de su hallazgo en un mugriento piso dos semanas despuĂ©s de la muerte real, constaba ya de más de 3.600 individuos, sumando los ya fallecidos y los jĂłvenes de reciente "adquisiciĂłn" por el espĂa en cuestiĂłn.
La pregunta es: "¿cĂłmo puede alguien espiar a 3.000 personas al mismo tiempo?" Y la respuesta de Wilson, probablemente, serĂa: "porque nadie hace, en el fondo, nada especial". Y asĂ, por cierto, lo corroboran las fichas de Wilson.
Una vida gris siguiendo a miles de individuos grises.
"Hay algo de morbosa posesión en el hecho de espiar a los demás. Mientras los observe sin denotar mi presencia soy su dueño, su amo, soy un ser superior a ellos". Estas palabras, tomadas de uno de los relatos holmesianos de Arthur Conan Doyle, apareció recortada y pegada sobre la funda de los archivos de Wilson y, a buen seguro, explica en parte sus motivaciones.
Lo más curioso del caso es que tres meses despuĂ©s de la apariciĂłn de la reseña en el Edinburgh Evening News un tal McIntyre reclamĂł como suyos todos los archivos de Wilson. AsegurĂł haber espiado regularmente a Wilson desde que este tenĂa 12 años, movido por la curiosidad, y que habĂa persistido en esa labor durante ni más ni menos que 48 años. Como prueba mostrĂł un impresionante dossier en el que Wilson era analizado dĂa a dĂa en sus más insignificantes actos, desde ir al baño a espiar al prĂłjimo, a miles de ellos, de hecho.
McIntyre aseguró que 48 años le daban el derecho de posesión sobre Wilson y, muerto este, sobre su trabajo.
No quedan, lamentablemente, indicios que nos puedan llevar a conocer el destino definitivo de los archivos de Wilson. Tampoco vuelven las hemerotecas a hacer referencia a este McIntyre, ni a ningĂşn otro ser, superior entre los superiores, que hubiera dedicado su vida a espiar a McIntyre mientras este espiaba a Wilson mientras este espiaba a sus convecinos.
Una lástima, desde luego.
BuenĂsimo... y tremendamente impactante... eso debe hacer pensar a más de uno que se cree "dueño" de los demás.... si no será Ă©l el poseĂdo por otro más arriba aĂşn... ¿os sugiere algo, polĂticos?
ResponderEliminaryo conozco a gente que le encanta! jajajajaja!!uno empieza por distraerse pero claro si está un poco zumbado pues puede pasarle como al tipo, eso pasa con las psicopatĂas...luego están casos aparte como rubalcáfono jajajajaja!!!! que están los de los servivios de inteligencia como locos jajajajajajaja!!!
ResponderEliminarRubalcaba... el hombre detras del GAL y el 11-M... casi nada.
ResponderEliminarLa informacion es Poder
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