El mejor de los mundos posibles
José Antonio Sanduvete [colaborador]
"Tienes que vivir más en el mundo real", le dijeron.
Entonces Ă©l se preguntĂł: "¿Y cuál es el mundo real?". Y decidiĂł averiguarlo, de modo que fue atravesando todos los mundos, "todos sus mundos", preguntando por aquĂ y por allá.
ComenzĂł por preguntar en el mundo de las plantas carnĂvoras. "¿Sois reales?", les preguntĂł. "Por supuesto, ¿quĂ© te crees?", dijeron, y trataron de morderle, ofendidas.
Luego les preguntĂł a los espĂritus de los antepasados que de vez en cuando iban a visitarle a su dormitorio en las noches de duda y angustia, luego a ese amigo de la infancia con el que escribĂa cuentos y que se habĂa quedado anclado en los 7 años, luego a los dragones que habĂan salvado el mundo, no hacĂa mucho, de la malvada Nada.
Les preguntĂł a los jupiterianos megacĂ©falos, a SĂłcrates, con el que solĂa tomar el tĂ©. "¿No será cicuta, verdad?", preguntaba siempre. "Que no, tonto, que no sabes casi nada", le respondĂa Ă©l en broma. TambiĂ©n le preguntĂł a los dragones, y a los elfos, y a sus compañeros de batalla, los soldados que luchaban contra un ente maligno llamado Sistema, y a los felices ciudadanos de aquella ciudad perfecta que habĂa conseguido crear en su juventud, UtopĂa la llamaban.
Les preguntĂł a todos, a Mozart, que se rio estruendosamente, a Chinaski frente a una botella de whisky, a los reptiles que habitaban el nĂşcleo terrestre, a los fotones de la luz que habĂan batido su propio rĂ©cord de velocidad y visitado dimensiones paralelas e infinitas. Y todos le dijeron lo mismo. Todos eran reales, faltarĂa más. ¿QuĂ© querĂa decir con eso del mundo real?
"Todos los mundos son reales", le dijo la oruga que fumaba en pipa. "¿Un solo mundo, un solo mundo real? QuĂ© bobada. Tener un solo mundo real es de personas que no tienen capacidad para imaginar algo mejor", añadiĂł un ser de luz.
Y los habitantes de Solaria estallaron en risas telepáticas, y Einstein asentĂa con su cráneo inmenso para su inmenso cerebro, y hasta las hadas del mal bailaban con las moscas la danza de la infelicidad.
"Tienes que vivir más en el mundo real", le volvieron a decir. "Tenéis que imaginar más mundos reales", respondió él. Y el sapo que todo lo sabe, a su lado, como siempre, le daba palmaditas en la espalda felicitándole por su atinada respuesta.
"Tienes que vivir más en el mundo real", le dijeron.
Entonces Ă©l se preguntĂł: "¿Y cuál es el mundo real?". Y decidiĂł averiguarlo, de modo que fue atravesando todos los mundos, "todos sus mundos", preguntando por aquĂ y por allá.
ComenzĂł por preguntar en el mundo de las plantas carnĂvoras. "¿Sois reales?", les preguntĂł. "Por supuesto, ¿quĂ© te crees?", dijeron, y trataron de morderle, ofendidas.
Luego les preguntĂł a los espĂritus de los antepasados que de vez en cuando iban a visitarle a su dormitorio en las noches de duda y angustia, luego a ese amigo de la infancia con el que escribĂa cuentos y que se habĂa quedado anclado en los 7 años, luego a los dragones que habĂan salvado el mundo, no hacĂa mucho, de la malvada Nada.
Les preguntĂł a los jupiterianos megacĂ©falos, a SĂłcrates, con el que solĂa tomar el tĂ©. "¿No será cicuta, verdad?", preguntaba siempre. "Que no, tonto, que no sabes casi nada", le respondĂa Ă©l en broma. TambiĂ©n le preguntĂł a los dragones, y a los elfos, y a sus compañeros de batalla, los soldados que luchaban contra un ente maligno llamado Sistema, y a los felices ciudadanos de aquella ciudad perfecta que habĂa conseguido crear en su juventud, UtopĂa la llamaban.
Les preguntĂł a todos, a Mozart, que se rio estruendosamente, a Chinaski frente a una botella de whisky, a los reptiles que habitaban el nĂşcleo terrestre, a los fotones de la luz que habĂan batido su propio rĂ©cord de velocidad y visitado dimensiones paralelas e infinitas. Y todos le dijeron lo mismo. Todos eran reales, faltarĂa más. ¿QuĂ© querĂa decir con eso del mundo real?
"Todos los mundos son reales", le dijo la oruga que fumaba en pipa. "¿Un solo mundo, un solo mundo real? QuĂ© bobada. Tener un solo mundo real es de personas que no tienen capacidad para imaginar algo mejor", añadiĂł un ser de luz.
Y los habitantes de Solaria estallaron en risas telepáticas, y Einstein asentĂa con su cráneo inmenso para su inmenso cerebro, y hasta las hadas del mal bailaban con las moscas la danza de la infelicidad.
"Tienes que vivir más en el mundo real", le volvieron a decir. "Tenéis que imaginar más mundos reales", respondió él. Y el sapo que todo lo sabe, a su lado, como siempre, le daba palmaditas en la espalda felicitándole por su atinada respuesta.
Tu también te mereces unas palmaditas en la espalda, está genial, muchas gracias por tu trabajo.
ResponderEliminarTe superas con cada colaboraciĂłn. Soy otro que te agradece las publiques aquĂ.
ResponderEliminarqué pena que einstein muriera tan pronto sin acabar su trabajo, sin cumplir su sueño verdad?
ResponderEliminaryo me despierto de un sueño y la realidad me dice que me guerva a acostar.
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