Maldita pereza
José Antonio Sanduvete [colaborador]
Le despertĂł un ruidoso grajo que se posĂł en su ventana. Un grajo o un cuervo, no estaba seguro, un cuervo, como el de Poe, ahora graznarĂa su "nunca más" acusador. SentĂa una pereza colosal. HabĂa tenido un sueño extraño en el que aparecĂa un personaje siniestro que le hablaba y le tentaba, como el Drácula de Stoker, empujándolo a la perdiciĂłn.
Tal vez la influencia de aquel sueño perturbador le habĂa llevado a aquella situaciĂłn en la que apenas se sentĂa con fuerzas para mover un dedo, agotado y aturdido como los compañeros de Ulises bajo el influjo de Circe. Luego se convertirĂa en cerdo, como ellos y como los padres de Chihiro.
Esa manĂa suya de comparar todas las situaciones en analogĂas sacadas de la ficciĂłn... parecĂa Sancho Panza con sus refranes. Además, ya le habĂan dicho en más de una ocasiĂłn que aquella manĂa le apartaba de la realidad, que le llevaba a identificarse con los personajes que utilizaba y a vivir en una fantasĂa, como Alicia... nunca habĂa hecho demasiado caso. Quienes le acusaban de semejantes patrañas eran vĂboras que, como los habitantes de Vetusta, no le deseaban bien alguno. El mundo real, al fin y al cabo, tampoco era tan apetecible, que se lo pregunten a los que habitan Matrix.
NotĂł olor a humo. PensĂł que deberĂa levantarse, pero la pereza podĂa con Ă©l. No podrĂa moverse ni aunque le recorrieran el cuerpo mil insectos como a la cabeza decapitada de El señor de las moscas. Igual seguĂa durmiendo, un sueño dentro de otro sueño como en Origen, o estaba muerto y seguĂa hablando con sus vecinos como Pedro Páramo.
El olor a humo se intensificĂł. "Todos los fuegos el fuego", pensĂł inmediatamente. "Hay un incendio en el edificio". Maldita pereza. Estaba seguro de que no podrĂa moverse. O entraba ahora mismo un bombero salvador en plan Terminator o iba a terminar muriendo entre las llamas pero no como Freddy Kruger, entre alaridos de dolor y deseos de venganza, sino por vago, como un idiota, y no precisamente el de Dostoyevski...
Le despertĂł un ruidoso grajo que se posĂł en su ventana. Un grajo o un cuervo, no estaba seguro, un cuervo, como el de Poe, ahora graznarĂa su "nunca más" acusador. SentĂa una pereza colosal. HabĂa tenido un sueño extraño en el que aparecĂa un personaje siniestro que le hablaba y le tentaba, como el Drácula de Stoker, empujándolo a la perdiciĂłn.
Tal vez la influencia de aquel sueño perturbador le habĂa llevado a aquella situaciĂłn en la que apenas se sentĂa con fuerzas para mover un dedo, agotado y aturdido como los compañeros de Ulises bajo el influjo de Circe. Luego se convertirĂa en cerdo, como ellos y como los padres de Chihiro.
Esa manĂa suya de comparar todas las situaciones en analogĂas sacadas de la ficciĂłn... parecĂa Sancho Panza con sus refranes. Además, ya le habĂan dicho en más de una ocasiĂłn que aquella manĂa le apartaba de la realidad, que le llevaba a identificarse con los personajes que utilizaba y a vivir en una fantasĂa, como Alicia... nunca habĂa hecho demasiado caso. Quienes le acusaban de semejantes patrañas eran vĂboras que, como los habitantes de Vetusta, no le deseaban bien alguno. El mundo real, al fin y al cabo, tampoco era tan apetecible, que se lo pregunten a los que habitan Matrix.
NotĂł olor a humo. PensĂł que deberĂa levantarse, pero la pereza podĂa con Ă©l. No podrĂa moverse ni aunque le recorrieran el cuerpo mil insectos como a la cabeza decapitada de El señor de las moscas. Igual seguĂa durmiendo, un sueño dentro de otro sueño como en Origen, o estaba muerto y seguĂa hablando con sus vecinos como Pedro Páramo.
El olor a humo se intensificĂł. "Todos los fuegos el fuego", pensĂł inmediatamente. "Hay un incendio en el edificio". Maldita pereza. Estaba seguro de que no podrĂa moverse. O entraba ahora mismo un bombero salvador en plan Terminator o iba a terminar muriendo entre las llamas pero no como Freddy Kruger, entre alaridos de dolor y deseos de venganza, sino por vago, como un idiota, y no precisamente el de Dostoyevski...
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