La insoportable tristeza de una muerte muy sentida
FĂ©lix ArbolĂ
La muerte de algĂşn ser muy querido, cuando nos llega de forma inesperada, nos resulta aĂşn más dolorosa y desconcertante. Desde Chiclana, a travĂ©s de un querido familiar y gran amigo, Antonio Velázquez Rivera, me entero de que dĂas pasados ha fallecido una de las más entrañables criaturas que han pasado por mi vida: Aniqui GarcĂa Velázquez, prima hermana suya y lejana en nuestro parentesco, aunque muy cercana y profunda en la sinceridad de nuestros mutuos sentimientos.
Estas Navidades van a ser muy difĂciles para mĂ, lo digo de corazĂłn, sin concesiones a una protocolaria pesadumbre tan comĂşn en estos casos sociales. SĂ© que deberĂa estar acostumbrado a tantas y sorpresivas ausencias de personas que han formado parte importante de mi vida. A pesar de que algunos no puedan entenderlo, hay muertes que se sienten con mucho mayor dolor y añoranza que lo habitual en personas pertenecientes al ámbito más intimo y familiar.
Y ella, para mĂ fue algo muy querido y especial. Un recuerdo de los escasos y mejores momentos pasados en esa difĂcil Ă©poca de la posguerra, gracias a esa inolvidable familia Velázquez y al cariño fraternal y autĂ©ntico que sentĂa por Aniqui y sus hermanos. Mis visitas desde Cádiz a mi Chiclana natal, con comida y jornada en su enorme casona, constituĂan todo un aliciente para mĂ.
Eran tres espaciosas viviendas unidas entre sĂ y con un maravilloso y bien cuidado jardĂn, a cuyo servicio estaban nueve personas. Algo insĂłlito para un chaval que habĂa perdido a su padre en plena infancia y con Ă©l un mundo de sueños y comodidades.
Aniqui, era la mujer que uno podĂa soñar como compañera ideal. Su marido, Pepe Galindo, gran amigo y excelente persona, con su muerte y larga enfermedad, fue la causa de que ella no pudiera consolar su dolor y entrase en una profunda depresiĂłn y tristeza que ocasionaron su reciente desapariciĂłn.
COMO UNA PRIMA HERMANA
Ambos formaban un matrimonio ejemplar, muy unido y compenetrado y ya se sabe con tales premisas la ausencia definitiva de uno ocasiona que la otra pierda su ilusiĂłn y las ganas de vivir.
Yo siempre la tratĂ© con el mismo cariño y familiaridad de una prima hermana. De siempre y a pesar de nuestra lejana y constante distancia fĂsica, nos hemos llevado muy bien y nos hemos sentido muy unidos y encariñados. Nuestro Ăşltimo encuentro tuvo lugar durante la presentaciĂłn de mi Ăşltimo libro publicado “Recuerdos de una infancia rota”, en la Casa de Cultura del Ayuntamiento de Chiclana.
Me dijeron sus hermanos, también presentes en dicho acto, que ya llevaba algún tiempo enferma, pero no quiso perderse el acto y la oportunidad de nuestro encuentro después de tantos años transcurridos. Además, de ella y su familia trataba con enorme cariño y gratitud en las páginas de ese libro.
Su recuerdo me traslada a unos años muy complicados y amargos en los que la muerte prematura de mi padre, cuando yo sĂłlo tenĂa cuatro años, me dejĂł sin su maravillosa influencia y sin muchas y poderosas razones econĂłmicas a las que estaba acostumbrado y de las que tuve que prescindir.
Y gracias a mis visitas a su casa de Chiclana, desde mi residencia en Cádiz y a las jornadas de juegos y paseos protagonizados con ella y sus hermanos, me sentĂa a veces un niño feliz y un ser privilegiado, olvidando tantas penas y tribulaciones.
PRESENTE EN MIS ORACIONES
En Chiclana tengo mis raĂces, tuve mis orĂgenes y experimentĂ© mis primeras tragedias, añoranzas y, cĂłmo no, tambiĂ©n mis alegrĂas, Ă©stas, muchas veces gracias a aquellas personas que, como los citados Velázquez, me ofrecieron cariñoso trato y constante amistad cuando más los necesitaba. Y esto es algo impagable que ni el tiempo, la distancia y la misma muerte, podrán borrar de mis recuerdos.
Y tú, mi querida Aniqui, colmas con creces estas maravillosas circunstancias por las que ha merecido la pena vivir y las que también nos hacen morir un poco cuando por los designios de Dios, uno se adelanta para iniciar ese desconocido camino hacia la eternidad. Algo que me deja desconcertado e incómodo pues lo has hecho antes, aunque llevara yo más papeletas en esta caprichosa y nefasta rifa vital.
Mi edad me ha hecho sentir el peso de la soledad y la tragedia un gran nĂşmero de veces. Más de las que esperaba y menos de las que deseaba. A veces no sĂ© si Dios me retiene aĂşn para purgar mis pecados en vida o para garantizar rezos y recuerdos a los que tanto quise y ya no están entre nosotros. Si es asĂ, te prometo tenerte presente en mis oraciones, aunque me figuro que un alma tan limpia y generosa como la tuya, estará gozando ya plenamente de esa gloria prometida a los mejores.
Estas dolorosas circunstancias son los tristes coletazos de una existencia que agota sus últimos cartuchos en un empeño inútil de no mirar hacia atrás, para evitar que los ojos se me llenen de lágrimas, que no sé si me quedan después de tan dolorosas y definitivas separaciones.
¡Descansa en paz, mi querida Aniqui, y desde la lejanĂa de Madrid y la cercanĂa de mi cariño hacia vosotros, mis más sinceras condolencias a hermanos, hijos y familiares, que ya sabĂ©is, os considero como mi verdadera familia!
La muerte de algĂşn ser muy querido, cuando nos llega de forma inesperada, nos resulta aĂşn más dolorosa y desconcertante. Desde Chiclana, a travĂ©s de un querido familiar y gran amigo, Antonio Velázquez Rivera, me entero de que dĂas pasados ha fallecido una de las más entrañables criaturas que han pasado por mi vida: Aniqui GarcĂa Velázquez, prima hermana suya y lejana en nuestro parentesco, aunque muy cercana y profunda en la sinceridad de nuestros mutuos sentimientos.
Estas Navidades van a ser muy difĂciles para mĂ, lo digo de corazĂłn, sin concesiones a una protocolaria pesadumbre tan comĂşn en estos casos sociales. SĂ© que deberĂa estar acostumbrado a tantas y sorpresivas ausencias de personas que han formado parte importante de mi vida. A pesar de que algunos no puedan entenderlo, hay muertes que se sienten con mucho mayor dolor y añoranza que lo habitual en personas pertenecientes al ámbito más intimo y familiar.
Y ella, para mĂ fue algo muy querido y especial. Un recuerdo de los escasos y mejores momentos pasados en esa difĂcil Ă©poca de la posguerra, gracias a esa inolvidable familia Velázquez y al cariño fraternal y autĂ©ntico que sentĂa por Aniqui y sus hermanos. Mis visitas desde Cádiz a mi Chiclana natal, con comida y jornada en su enorme casona, constituĂan todo un aliciente para mĂ.
Eran tres espaciosas viviendas unidas entre sĂ y con un maravilloso y bien cuidado jardĂn, a cuyo servicio estaban nueve personas. Algo insĂłlito para un chaval que habĂa perdido a su padre en plena infancia y con Ă©l un mundo de sueños y comodidades.
Aniqui, era la mujer que uno podĂa soñar como compañera ideal. Su marido, Pepe Galindo, gran amigo y excelente persona, con su muerte y larga enfermedad, fue la causa de que ella no pudiera consolar su dolor y entrase en una profunda depresiĂłn y tristeza que ocasionaron su reciente desapariciĂłn.
COMO UNA PRIMA HERMANA
Ambos formaban un matrimonio ejemplar, muy unido y compenetrado y ya se sabe con tales premisas la ausencia definitiva de uno ocasiona que la otra pierda su ilusiĂłn y las ganas de vivir.
Yo siempre la tratĂ© con el mismo cariño y familiaridad de una prima hermana. De siempre y a pesar de nuestra lejana y constante distancia fĂsica, nos hemos llevado muy bien y nos hemos sentido muy unidos y encariñados. Nuestro Ăşltimo encuentro tuvo lugar durante la presentaciĂłn de mi Ăşltimo libro publicado “Recuerdos de una infancia rota”, en la Casa de Cultura del Ayuntamiento de Chiclana.
Me dijeron sus hermanos, también presentes en dicho acto, que ya llevaba algún tiempo enferma, pero no quiso perderse el acto y la oportunidad de nuestro encuentro después de tantos años transcurridos. Además, de ella y su familia trataba con enorme cariño y gratitud en las páginas de ese libro.
Su recuerdo me traslada a unos años muy complicados y amargos en los que la muerte prematura de mi padre, cuando yo sĂłlo tenĂa cuatro años, me dejĂł sin su maravillosa influencia y sin muchas y poderosas razones econĂłmicas a las que estaba acostumbrado y de las que tuve que prescindir.
Y gracias a mis visitas a su casa de Chiclana, desde mi residencia en Cádiz y a las jornadas de juegos y paseos protagonizados con ella y sus hermanos, me sentĂa a veces un niño feliz y un ser privilegiado, olvidando tantas penas y tribulaciones.
PRESENTE EN MIS ORACIONES
En Chiclana tengo mis raĂces, tuve mis orĂgenes y experimentĂ© mis primeras tragedias, añoranzas y, cĂłmo no, tambiĂ©n mis alegrĂas, Ă©stas, muchas veces gracias a aquellas personas que, como los citados Velázquez, me ofrecieron cariñoso trato y constante amistad cuando más los necesitaba. Y esto es algo impagable que ni el tiempo, la distancia y la misma muerte, podrán borrar de mis recuerdos.
Y tú, mi querida Aniqui, colmas con creces estas maravillosas circunstancias por las que ha merecido la pena vivir y las que también nos hacen morir un poco cuando por los designios de Dios, uno se adelanta para iniciar ese desconocido camino hacia la eternidad. Algo que me deja desconcertado e incómodo pues lo has hecho antes, aunque llevara yo más papeletas en esta caprichosa y nefasta rifa vital.
Mi edad me ha hecho sentir el peso de la soledad y la tragedia un gran nĂşmero de veces. Más de las que esperaba y menos de las que deseaba. A veces no sĂ© si Dios me retiene aĂşn para purgar mis pecados en vida o para garantizar rezos y recuerdos a los que tanto quise y ya no están entre nosotros. Si es asĂ, te prometo tenerte presente en mis oraciones, aunque me figuro que un alma tan limpia y generosa como la tuya, estará gozando ya plenamente de esa gloria prometida a los mejores.
Estas dolorosas circunstancias son los tristes coletazos de una existencia que agota sus últimos cartuchos en un empeño inútil de no mirar hacia atrás, para evitar que los ojos se me llenen de lágrimas, que no sé si me quedan después de tan dolorosas y definitivas separaciones.
¡Descansa en paz, mi querida Aniqui, y desde la lejanĂa de Madrid y la cercanĂa de mi cariño hacia vosotros, mis más sinceras condolencias a hermanos, hijos y familiares, que ya sabĂ©is, os considero como mi verdadera familia!
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