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La vejez, la sonrisa y la esperanza

FĂ©lix ArbolĂ­ [colaboraciones].-

Llevo unos dĂ­as extraños, quizás porque la fecha de mi nacimiento, el l3 de julio, -fue miĂ©rcoles-, está al caer y con ella una nueva loza que me hará más fatigoso lo que antes hacĂ­a con ganas de comerme el mundo. Dicen que los años no perdonan y aunque ante el espejo me vea el mismo, un poco más estropeado, en el quehacer del dĂ­a a dĂ­a, a pesar de que no haga excesos, -quĂ© más quisiera yo-, sĂ­ se nota que nuestro organismo está agotando sus pilas y no son las del “conejito”, aunque en mi caso, al pensar lo mucho que he vivido y conocido, me lo crea ingenuamente.

Es difĂ­cil imaginar que este “humanoide” que os escribe sea el mismo niño que viviĂł una RepĂşblica, conociĂł una guerra en la que sus supervivientes han desaparecido casi en su totalidad, treinta y cinco años de dictadura que a mĂ­ no me lo parecieron, aunque comprenda que a otros sĂ­ y otros tantos de monarquĂ­a o algo que se le parece, con las más opuestas formas de gobierno.

Y me da la ligera impresiĂłn, ¿o es el deseo?, de que he de vivir otras experiencias, que me gustarĂ­a no volver a padecer. Hasta hay quienes me consideran como un ejemplo de longevidad y yo me lo creo, porque sigo activo en aquello que me agrada y siento la misma e instintiva admiraciĂłn hacia la belleza de una mujer bien puesta, aunque sea consciente de mis ya obligados lĂ­mites y tenga que resignarme ante la evidencia.

Es una de las cosas que más le reprocho a la vejez, palabra que no me agrada nada, aunque tampoco me siento molesto ya que tengo la inocente creencia de que ese tĂ©rmino no va conmigo. Soy un convencido de que no son los años los que nos hacen viejos, sino el estado de ánimo que demostramos ante lo que ayer era parte importante de nuestra vida y hoy lo consideramos un mero y nostálgico recuerdo. 

El no poder sentir las emociones de amar lleno de pasión a la mujer que te acompaña, aunque la quieras más que a tu propia vida. El desaliento al no poder desarrollar esa creatividad o realizar esos sueños de juventud que tanto nos entusiasmaban y el no intentar alcanzar los retos de los años mozos.

AGRADECIDO AL DESTINO

He llegado al punto en el que me conformo y estoy agradecido a la divinidad o al destino, lo mucho que he vivido, las veces que he amado, el haberme sentido útil en más de una ocasión y el ser rico en recuerdos de un ayer que parece más cercano al dinosaurio que a los avances tecnológicos que hoy gozamos. Y entonces considero lo mucho que he recibido y a lo que estoy próximo a renunciar por ley de vida.
  

Hay cosas que te recuerdan que has llegado ya a los umbrales de ese mundo desconocido, al que le he perdido el miedo de tanto pensar en Ă©l”.
DĂ­as pasados, a mi hijo el mayor se le muriĂł uno de sus perros “Tadeo” -¡vaya nombrecito para un can!-, y estaba lĂłgicamente afectado. Yo sĂ© por experiencia lo que se sufre ante la pĂ©rdida de ese leal amigo. Lo he padecido en varias ocasiones y quiero mucho a estos animales, consciente de lo mucho que nos dan y la abnegaciĂłn que nos demuestran, a pesar de la mala vida que algunos les dan.

Desde que perdĂ­ a “Camila”, mi “chihuahua”, fiel amiga, compañera inseparable en mis noches de insomnio ante la televisiĂłn y sin moverse de mi lado desde que amanecĂ­a, siento su ausencia y mi dolor y en ocasiones, instintivamente, alargo el brazo en una bĂşsqueda inĂştil de ese peludo  revoltijo que ya no encuentro a mi lado. Hablando con mi hijo la volvĂ­ a recordar una vez más.

Viendo el dolor que su muerte  me habĂ­a causado, mis hijos me ofrecieron la posibilidad de conseguirme otro. Recordando esos dramáticos momentos, les contestaba que no querĂ­a volver a pasar otra vez por este trance. Esta vez, cuando mi hijo sacaba a relucir el tema canino, me di cuenta por primera vez y asĂ­ se lo expuse, que no tendrĂ­a ese problema ya que por ley natural y lĂłgica, ese peludo compañero me sobrevivirĂ­a.

LA SOMBRA BENEFACTORA DE UNA MADRE

Y entonces pienso que ya va siendo hora de irme preparando con calma, pero sin pausa, para ese desconocido viaje que nadie sabe adĂłnde conduce, si es que nos lleva a alguna parte, pues con tanto egoĂ­smo y maldad generalizados me hacen dudar de la posible existencia de la integridad y la bondad. 
         
Éramos cinco hermanos y sĂłlo quedamos dos. El otro, JosĂ© Luis, que vive en Cádiz, es seis años mayor que yo y un luchador cargado de ilusiones, sediento de alicientes y sobrado de facultades que no quiere darse cuenta del tiempo y de la edad. Yo morirĂ© con las zapatillas de andar por casa y Ă©l con los zapatos de salir dispuesto a emprender una nueva aventura.

Su mujer e hijos han de mantener una lucha constante para evitar sus  “divinas” locuras y esas actividades impropias de su edad, que han sido su hobby de toda la vida. Algo difĂ­cil cuando en su mente a veces un tanto despistada, sigue encendida la mecha de la lucha, el esfuerzo y el reto ante la dificultad. Es lo Ăşnico que me queda de mis años de infancia  en mis añoradas tierras andaluzas.

Ahora estamos más unidos que nunca, pues nos damos cuenta que sĂłlo nos tenemos el uno al otro, como recordatorio y constancia de aquellos ya lejanos años en los que compartĂ­amos todo, hasta la sombra benefactora de una madre solĂ­cita que fue nuestro abanico protector en las  amenazas y tormentas que a diario  acechaban.

VIVIR INTENSAMENTE


No es nada extraño que desee vivir intensamente los dĂ­as y los instantes que aĂşn me depara la vida”.
Aunque a veces se empeñen en amargarnos con anuncios y reportajes sobre trágicas realidades que no son una  buena terapia para estar machacándonos con ellas constantemente. Llevan dĂ­as en los que como si obedecieran a una consigna más masoquista que solidaria, nos presentan unos anuncios de personas que sufren del cáncer.

Son gente joven, incluso un niño afectado de leucemia, que nos hablan de su drama animando a los demás a no perder jamás la esperanza si les tocara sufrirlo alguna vez.  Comprendo su dolor y me solidarizo con su tragedia, pero me resulta tremendamente deprimente ver a esas personas que nos hablan de su mal como si de un simple catarro se tratara.

Me siento impotente y hasta con cierto complejo de culpabilidad al haber llegado tan lejos sin haberlo sufrido y ver a ellos, que iniciaban su vida llena de ilusiones y buenos deseos, tocadas tan duramente por la vida. Creo que está bien anunciar la enfermedad para solicitar el apoyo necesario del pĂşblico e instituciones, pero sin tanta crudeza que a mĂ­ me impacta en exceso, como si en mi mano tuviera su curaciĂłn y no hiciera nada por ayudarles. 

Viendo estos casos, que me hicieron dormir tarde y mal, pienso que soy un afortunado, ya que siendo ellos más jĂłvenes y con más motivos para vivir y ser felices, no han perdido su sonrisa, ni han olvidado la esperanza.  

1 comentario:

  1. yo tambien fui joven jajajajajaja! leyendo esto me acuerdo de un libro que me encantó en aquellos años, yo, Claudio y tb Berlín Aletzanderplatz y la Odisea y Ulises...Guerra y paz,y la playa de la Barrosa, sus amaneceres y atrdaceres y cruzar todos quellos pinares que llevaban a roche..la arena, qué bonita era la playa de Chiclana

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