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Creo que he matado a alguien

José Antonio Sanduvete [colaborador].-

     Pero yo no querĂ­a. El arma se disparĂł sola, señorĂ­a, yo no hice nada. SĂ­, comprĂ© el arma y la guardĂ© en el cajĂłn de la cĂłmoda. Y sĂ­, tambiĂ©n comprĂ© una caja de balas, pero... ¿me hace eso culpable de asesinato?
     Aquel tipo vino a mi casa, es cierto. VendĂ­a no sĂ© quĂ© producto de limpieza, una aspiradora o algo asĂ­... siempre he odiado a los vendedores de aspiradoras. AsĂ­ que le invitĂ© a entrar y a que desembalara el aparato para hacerme una prueba. Entonces fui a la cĂłmoda y cogĂ­ el arma, sĂ­, eso es cierto... introduje un par de balas en el tambor, eso tambiĂ©n he de admitirlo, pero eso tampoco me hace culpable, ¿verdad, señorĂ­a?
     Y luego está eso de gritar barbaridades y apuntarle con el arma a la cabeza... no sĂ© si eso es delito, pero desde luego no es asesinato, de eso estoy seguro... no quiero entrometerme en su labor, señorĂ­a, es usted quien juzga, sĂłlo es una opiniĂłn...
     Fueron esos los gritos que oyeron los vecinos. Mis gritos y los del vendedor, pobre infeliz, suplicando por su vida, como si yo pretendiera arrebatársela... pero no era mi intenciĂłn, en serio, es que odio a los vendedores de aspiradoras a domicilio...
     Porque yo no apretĂ© el gatillo. SĂ­, era mi arma, y mis balas, y mis huellas, y mi casa, y mis gritos de amenaza, y sus llantos y sĂşplicas, pero yo no apretĂ© el gatillo...
     Se apretĂł solo.
     Yo no hice nada. Mi dedo estaba allĂ­, sĂ­, lo acariciaba, su tacto era suave y blando como el lĂłbulo de una oreja, pero yo no apretĂ©, yo iba a apartar el dedo, sacarle el arma de la sien y decirle que no pasaba nada, que era broma, que odiaba a los que ejercĂ­an su profesiĂłn pero que me hiciera la demostraciĂłn, que igual hasta le compraba la maldita aspiradora...
     La cosa es que el gatillo se apretĂł solo, señorĂ­a. Una fuerza, una corriente de aire, no sĂ©, un espĂ­ritu, un "poltergeist"o yo quĂ© sĂ©. Fuerzas desconocidas que pueden mover objetos. Su señorĂ­a cree en ellas, ¿verdad? Yo no creĂ­a, hasta ese momento...
     AsĂ­ que me declaro inocente. Soy inocente, creo...
     Si de algo soy culpable es de retener, amedrentar y amenazar con un arma de fuego a un vendedor de aspiradoras. Pero es que los odio... ¿eso no es atenuante? Bueno, y de robarle, quizá... de robarle la aspiradora y hacer uso de ella aun sin habĂ©rsela comprado... pero es que Ă©l ya estaba muerto, y aquellos sesos esparcidos por el suelo y las paredes eran tan desagradables... aspirarlos era la mejor opciĂłn, sin duda.
     Puede considerar su señorĂ­a, si quiere, que aquello fue la demostraciĂłn del producto que se me habĂ­a prometido. Tampoco era tan buena la aspiradora, al final... todavĂ­a tengo grumos adheridos a las paredes... dios, cĂłmo odio a esos vendedores... estafadores... pero yo no apretĂ© al gatillo, ¿eh? Yo soy inocente, creo...

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