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Halloween, un día de brujas, para los vivos

   

Félix Arbolí [colaboraciones].-

En mi años gaditanos, y me refiero no sólo a los primeros en mi Chiclana natal, sino en los posteriores en San Fernando y Cádiz, los finales de octubre eran distinto a los actuales. Aunque los frutos secos incrementaban sus ventas en estas fechas, no sé por qué, y también se consumían los famosos “huesos de santos”, que desconozco asimismo la razón de que se llamen con ese nombre tan macabro y antropofágico, pero sí doy fe de que están exquisitos.

En aquellos años de moralidad y buenas costumbres, que tanto preocupaban a nuestras madres, la noche de difuntos que era siempre de ambiente climatológico más bien lúgubre y hasta lluvioso, (hay festividades que parecen dominar la climatología), servía a las familias para recordar y honrar a sus difuntos en misas y oraciones, que a los jóvenes se nos hacían soporíferas e ir a los cementerios para arreglar, adornar y florear las tumbas de los seres queridos más recientemente desaparecidos.

Una costumbre que nunca he practicado,  ya que a los seres queridos que se nos ausentan se les debe recordar y honrar durante todo el año en la intimidad de nuestros sentimientos, sin que tengamos que llegar hasta una tumba donde ya solo quedan sus restos, si no ha transcurrido mucho tiempo.

Hoy esta costumbre de limpiar y engalanar estos lugares ha quedado relegada mayormente a los de etnia gitana, tan apegada a sus tradiciones y tan severa con sus duelos y lutos. Hay quienes solo se acuerdan de los que se fueron por estas fechas, yo prefiero tenerlos presente en mi mente y en mis rezos cualquier momento de  cada día.

Al día siguiente celebramos la festividad de Todos los Santos, que yo siempre he creído que se refería al santoral completo de la Iglesia y otros, que es a todos los difuntos, ya que con su muerte adquieren la aureola de la santidad. No sé cuál es la verdad, aunque tampoco interese demasiado.

CAMBIOS

La cuestión es que vivíamos tranquilos y conformes con las tradiciones impuestas o heredadas de nuestros mayores y allá paz y aquí gloria bendita, como diría el castizo eufórico ante la barra de un bar.       

A partir de la Segunda Guerra Mundial, Europa se transformó a imagen y semejanza de los descendientes de Gerónimo y de Lincoln de colonizadora en colonizada. España tardó algo más, por el aislamiento internacional, pero con la llegada de Ike al poder y los pactos militares firmados, se unió a esa especie de comparsa internacional que sucumbió ante el  poder y la influencia del coloso de las Barras y Estrellas,

Los cafés de las tertulias desaparecieron y dejaron sus espacios a las cafeterías de las prisas y negocios. Nuestras calles perdieron su tranquilidad con el rugir de poderosos motores y extravagantes modelos, a los que el pueblo llamaba “haigas”, por una petulante y jocosa anécdota del nuevo rico.

Cambiamos nuestra manera de hablar, incorporando al diccionario vocablos y expresiones que nada tienen que ver con nuestra ancestral cultura y para que no quedara nada suelto, adoptamos alborozados sus personajes míticos, fiestas paganizadas y costumbres nada acordes con nuestro pasado y civilización.

PERDIENDO BATALLAS

Casi llegan a desaparecer nuestros entrañables Reyes Magos, el día más feliz e ilusionado de nuestra chavalería, por ese gordinflón Papá Noel y su risotada del “jo, jo, jo”, que hoy se ha popularizado de manera sorprendente en nuestras calles y comercios y nos han hecho duplicar el antes único regalo del día de los Magos.

Es lamentable y triste que ese árbol cargado de bolas y luces de colores y el  barbudo de rojo ropaje y saco al hombro, vayan desplazando de nuestros hogares al entrañable Belén, aunque yo le sigo siendo fiel año tras año, mientras de puertas para dentro sea yo el que decida.  

Con nuestros difuntos hemos perdido la batalla y en estos días, antes de duelo, flores, misas y rezos, (que algunas familias se pasaban en varios pueblos y nueve alcaldes), se celebran fiestas a lo grande donde los disfraces intentan hacernos olvidar que lo que celebramos es el día de nuestros difuntos y no la puesta de largo de la niña o la despedida de soltero del madurito mancebo.

Han enmascarado su jolgorio bajo el nombre de “Halloween”, cuya traducción “día de brujas”, nada tiene que ver con los muertos, aunque sean los disfraces de “zombis” y “esqueletos” cuyos huesos brillan en la oscuridad, los más usados.

NOCHE EN LA QUE LOS MIEDOS DESAPARECEN

Curiosamente han elegido como referencia de esta jornada festiva a siniestros personajes que nunca mueren y vuelan en escobas, hoy me figuro que utilizaran aspiradoras.

Por cierto, mi nieta pequeña irá de “marioneta” a lo del famoso “truco o trato”, domiciliario. Como marionetas somos tratados durante todo el año los vapuleados ciudadanos, sin otra opción que aceptar el truco como trato.  

No me parece mal que los vivos disfruten su noche alegremente, que para pensar y penar quedan muchos días en el calendario. Demasiados. No obstante, creo que si es  bueno y necesario despejar nuestra mente de problemas y calamidades, aprovechando una víspera de fiesta, no la llamemos con nombre “mande in Yanquilandia”, sino que “la noche de los espíritus alegres”, lo de “espíritus cachondos”, me parece un poco fuerte.  

Una noche en la que nuestros miedos desaparecen bajo esos disfraces, porque son precisamente nuestros difuntos los que nos animan a vivir con alegría el tiempo que aún nos quede. Dejemos llantos, rezos, letanías y suspiros para después  de estas fiestas que son las únicas que pueden alegrarnos algo cuerpo y alma, antes de que el sastre regrese con los recortes.




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