La vejez y el “abuelo Chano”

Félix Arbolí [colaboraciones].-

Mi admirado amigo y paisano Paco Montiel, a través de su interesante y famoso personaje “Abuelo Chano”, nos habla en un excelente artículo sobre la vejez en sus vertientes positivas y negativas. Ser viejo no es como para colgarse una medalla o sacar pecho henchido de orgullo, ni tampoco para ocultarse a miradas extrañas en un oscuro rincón  donde se reúne la familia. 

En  unos casos a los mayores, a los que hemos pasado ya el Rubicón, el Ebro y el Volga juntos, los llaman “patriarcas”, me figuro que será por lo de Noé, considerado el ser más vetusto de la Humanidad. En otros, los consideran un estorbo y un dechado de achaques y excentricidades, aunque los toleren y cuiden por muy diversas razones: Unos por cariño, otros por intereses futuros y algunos incluso obligados por las circunstancias y evitar el que dirán.

La vejez, amigo Paco, es bonita y triste a un tiempo. Como casi todo en esta vida. Hasta el amor, que es lo más hermoso de esta vida, tiene sus fervores y sus dolores. Dicen que el que se halla cercano a la barrera de los límites vitales, es persona de grandes experiencias, probada sabiduría y experto en consejos muy útiles. 

Lo que no dicen es que cuando uno llega a esos límites y mira hacia atrás se da cuenta de que nada de ello compensa a los años ya perdidos. Porque no dando opciones a la retórica, los años vividos son etapas irrecuperables y en muchos casos, desaprovechadas en mil y una futilidades.

Lo que sí duele, estoy de acuerdo contigo, como siempre, es que nos ofenden cuando nos llaman viejos, aunque lo seamos humanamente razonando. Pero es tan peyorativa esa palabra que, aún teniendo fundamentos, debería no usarse.

EL PECADO DE VIVIR MÁS DE LO HABITUAL

Viejo es el arcón donde la abuela guardaba sus tarjetas de amor, perfumadas y olorosas aún; las fotos de una serie de señores y señoras que ignoramos quienes son, pues ya no tenemos quien nos pueda dar referencias sobre ellos y ese deteriorado peluche con el que posiblemente dormía todas las  noches algunos de nuestros desconocidos antepasados.

Viejo es el coche que permanece en un rincón de nuestro garaje y que no queremos deshacernos de él por sentimentalismo, al ser escenario y testigo de experiencias y recuerdos imborrables. Viejo es el sofá que ya no se puede  usar porque se nos clavan sus gastados muelles. Se usa el término viejo para designar lo excesivamente utilizado e inservible.

Y algunos para designar a las personas cuyo pecado es haber vivido más años de lo habitual, según los cánones impuestos por alguien que aún estaba viviendo los más espléndidos y pujantes años de su vida.

Me gusta y hasta enternece tu personaje de “Abuelo Chano”, pues abuelo soy yo también y Chano, es la forma que tenemos en nuestra querida tierra de designar a los que se llaman Sebastián. Un término, modo o costumbre muy de nuestra tierra y que me traen muy amplias y queridas resonancias familiares.

SUAVIZAR EL TÉRMINO VIEJO

Ignoro si fue una persona que existió realmente o una afortunada invención tuya, pero el personaje cala y empatiza enormemente. Me figuro, no he leído el libro e ignoro si se deben a datos históricos o surgidos de tu excepcional y fecunda fantasía literaria pero, de una u otra forma, debe ser un personaje fuera de lo normal y digno de reconocimiento.   

De todas formas, estoy contigo en que llamar viejo a los que somos, no nos suele gustar. Menos aún, existiendo en nuestro rico diccionario otros términos más suaves y cariñosos con el que designarnos: persona mayor, abuelo, señor mayor, anciano, de la tercera edad, etc.

Aunque no comprenda muy bien esto de numerar nuestras etapas vitales como si fuéramos competidores deportivos u opositores a Hacienda, ahora que con esto de las corrupciones de cada día, parece que se va a ampliar el número de inspectores y funcionarios.

Un sobresaliente cum laude por esos versos finales que se intercalaban  y que demuestran el reconocido talento y categoría cultural del autor, al que desde estas páginas le envío un  fuerte abrazo.