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Viaje oficial al carnaval de Cádiz


Félix Arbolí [colaboraciones].- 
                                                                      
Creo que eran mediados los cincuenta cuando me llamó a la oficina de prensa del ministerio de Marina, donde entonces me hallaba destinado, Vicente del Moral, Teniente de Alcalde y delegado de Festejos del ayuntamiento de la capital gaditana. Solicitaba mi ayuda para poder llevar a los Carnavales de Cádiz, entonces llamados Fiestas Típicas Gaditanas, por razones de censura, a tres actrices jóvenes y vistosas como invitadas oficiales. (FOTOS: Manuel Alcalá, Ana Esmeralda, Eulalia del Pino y Enrique Martí Maqueda).

Nos hospedaríamos en el “Hotel de Francia y Paris” de la Plaza de San Francisco, creo,  y estaríamos presentes en todos los actos como invitados de la ciudad.  No me fue nada difícil convencer a Ana Esmeralda, Luchy Prado y Eulalia del Pino, tres jóvenes actrices que copaban las pantallas y carteleras en ese tiempo. La última y más joven era un auténtico bellezón o como se dice ahora, una pibón.  

Hablé con mi gran amigo Enrique Martí Maqueda para que nos llevara en su espectacular descapotable rojo, que era la envidia y admiración de todos cuantos lo veían. No obstante, ellas prefirieron ir en coche cama hasta Jerez, donde ya las esperaríamos nosotros. Allí asistiríamos a una comida ofrecida  por la cúpula de las bodegas González Byass, a iniciativa mía, sin que ellos por ética y elegancia hicieran uso del hecho con fines publicitarios.

Resulta que uno de los dueños me confesó que había sido compañero y amigo en el colegio en los jesuitas de un hermano de mi padre, Luis, fallecido nada más terminar Medicina por un contagio. El mundo es una continua sucesión de sorpresas, unas gratas y otras menos favorables.

A CÁDIZ EN DESCAPOTABLE

Terminada la comida, emprendimos el viaje a Cádiz, las actrices ya con nosotros en el descapotable y formando caravana las autoridades municipales gaditanas que habían ido a recibirnos a Jerez. Al llegar a la Plaza de San Juan de Dios nos esperaba una enorme multitud. Distinguí a mi madre, a la que hacía meses que no veía, con una de mis tías. Nos fundimos en un fuerte abrazo, que ya me gustaría volverlo hacer. Preferí dejar el “Hotel de  Francia y París” y pasar las noches y momentos libres en casa.

La anécdota surgió cuando salimos de casa de Martí Maqueda para Cádiz y vimos a Manolo Alcalá. Nos hizo señas para que paráramos. Al decirle dónde íbamos, nos pidió que lo acercáramos a la Plaza de España en cuyas inmediaciones vivía. Enrique aceptó. Al llegar a su destino, pidió que nos detuviéramos.

Fue  entonces cuando el radiofónico conductor pisó el acelerador y dijo: “Tú te vienes con nosotros a Cádiz”. De nada sirvieron sus protestas y excusas. Solo pudo conectar con su familia en una parada que hicimos en un restaurante de carretera. En Cádiz tuvimos que comprarle los útiles de aseo, ropa interior y camisas. Se había tenido que ir con lo puesto.   

A pesar de que ya lo tenía concertado con Enrique, cuando llegó el día del viaje, fui a recogerlo a su emisora y me dijo que no se había acordado, ni le había dicho nada a su mujer. Tuvimos que ir a su casa, a toda prisa,  para decírselo y coger ropa y útiles de aseo.  No sé qué ocurriría entre el matrimonio, pero pudimos realizar el viaje. La mujer de Enrique, era una joven muy guapa y con un gran estilazo. Tenían dos hijas.

ORGULLO DE MI MADRE 
 
Lo pasamos a lo grande y asistimos a la gala en el Gran Teatro Falla, cuyas entradas teníamos reservadas. Ese día vi en mi madre una expresión de orgullo y felicidad al verme con mi esmoquin metido de lleno en ese acto social y distinguido de nuestra tierra. Siempre fue contraria a que dejara los estudios de Derecho por el periodismo y pocas veces me animó en mis logros y alabó mis posibles éxitos.

Otra vez acompañé a Martí Maqueda con el equipo de TVE a Vejer, para realizar un reportaje. Era una serie sobre nuestros pueblos más interesantes. Serví de mediador a su equipo de TVE, con Pedro Muñoz de Arenillas, director de la Caja Postal y Joaquín Castrillón Shelly, a los que conocía.

Sobre todo al segundo, por ser familiar de una vejeriega con la que había tenido una relación amorosa que aún no he logrado olvidar del todo, aunque el destino me tenía reservado un amor mejor y más verdadero.

Ni siquiera cobré la comisión que me correspondía por mis gestiones. Algo que no me importó pues con la promoción de Vejer a nivel nacional, me consideraba pagado con creces. Siempre he considerado a Enrique como un amigo sincero y fiable y una persona excepcional, aunque con no muy buena suerte en asuntos del corazón, a pesar de ser una persona incapaz de hacer mal a nadie.    



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