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La degradación de nuestro idioma


Félix Arbolí [colaboraciones].-

En mi época estudiantil, casi en la Prehistoria, los planes de enseñanza eran muy diferentes a los actuales. A mi parecer más completos y necesarios para la debida formación del alumno con vistas a un futuro mejor. Excepción claro está de esas llamadas “tres Marías”, a las que pocos prestábamos atención, ni sus notas influían en los exámenes finales.

Daban mayor importancia al esfuerzo y la mejor preparación del alumno, que a las estadísticas sobre aprobados en unos estudios que no les van a servir de mucha utilidad en el ejercicio de su profesión.

Solo considero de poca utilidad y un fallo en el sistema entonces vigente, esas tres “Marías”,  a las que apenas prestábamos atención. No obstante, examinando el material hoy exigido -he tenido librería-, he podido observar que en la actualidad no hay “Marías”, sino “Marujonas”, siguiendo los criterios del dirigente político que se halla el frente del ministerio de Educación o Cultura.

Entonces, en el llamado “parvulario” de mi época, había temas con más textos que dibujos y no se coloreaban los libros, sino cuadernos que usábamos para ese fin. Me acuerdo la cantinela de la monja cuando nos machacaba una y otra vez, la “a” de ángel”, la “e”  de elefante, la “i” de iglesia, la “o” de ojo y la “u” de uña. Todos nos acoplamos pronto a este sistema de enseñanza y lo que aprendimos entonces jamás se nos ha olvidado.

LAS MATRACAS

Cuando estudié el Bachillerato, que entonces constaba de siete años y una Reválida que teníamos que examinarnos en Sevilla, pues en Cádiz, entonces, solo existía la Facultad de Medicina en estudios superiores. Eran siete cursos a base de Matemáticas, a las que llamábamos “matracas” y eran las más odiadas por mi parte.

Junto a éstas, la Filosofía, las Ciencias Naturales, la Gramática, el Latín los siete años y el griego los tres últimos, Historia Universal y de España, así como la Geografía y la Religión, la educación física o gimnasia y la Formación del Espíritu Nacional, que eran las citadas “Marías”.

Eran muy exigentes en las faltas de ortografía y en los acentos, que influían decisivamente en el mal resultado del examen. Hoy parece que hacen alarde en demostrar lo contrario, incluso en escritores y periodistas, más por un mal llamado  “progresismo” que por ignorancia.

Nos machacaban mucho en las declinaciones “rosa-rosae”  y otras más, así como en los verbos. El latín era fundamental en los estudios de aquellos años y nos hicieron leer junto a los castellanos “El Quijote”, “El lazarillo de Tormes”, “Las Coplas de Jorge Manrique”,  “La cena” de Baltasar Gracián y otros clásicos, las obras de autores latinos como  “Las guerras de las Galias” y la de Farsalia de Julio, y otras de Catón y otros autores.

NOS ENSEÑARON A AMAR NUESTRA LENGUA

Lo más importante es que se empeñaron en hacernos escribir, hablar y amar a nuestra Lengua, sin tener que recurrir a términos y modismos extranjeros y más extravagantes y toscos que los nuestros. Palabras desconocidas y ajenas a nuestra cultura que se imponen actualmente y con excesiva frecuencia en nuestra vida.

Aprendimos que en contra de la opinión de “iconoclastas” de nuestra cultura y las exigencias de inconformistas que ellos mismos se consideran “progres”, se llama presidente y no presidenta, médico y no médica, abogado y no abogada, estudiante y no estudianta, etc.

En realidad el mal uso de nuestra Gramática puede tener connotaciones ideológicas, políticas o ignorancia cultural. Incluso me atrevo a afirmar que pueden ir las tres cuestiones juntas. Y las firman o deben  firmarlas, atendiendo a sus propósitos, el “dentisto”, el “periodisto”, el “taxisto”,  el “poeto”, “pediatro”, “sindicalisto”, ”golfisto” o “turisto” y sobre todo el “machisto”.  

Dentro de poco solo van a hablar español los que vivan perdidos en las selvas y poblados amazónicos, donde aún no ha llegado la fiebre del cambio a peor y el absurdo esnobismo.




1 comentario:

  1. A estas alturas no me veo yo hablando el castellano antiguo de nuestros ancestros. No estoy muy puesto en esto del idioma o la lengua que actualmente hablamos, pero creo recordar que cuando estudié de pequeño nos decían que el castellano provenía del latin enriquecido luego con el árabe. Hoy día, la tecnología en manos de países de habla inglesa, es la que marca e impone su criterio. Inevitablemente nos están invadiendo las palabras inglesas y habrá que aceptar que están enriqueciendo nuestro castellano, eso sí sin que haya una invasión y conquista física, sino tecnológica. Gran parte de la culpa, si es que existen culpables, recae sobre los periodistas con las palabras anglosajonas que nos meten por los ojos y los oídos. En otro aspecto de su artículo, creo que el político trata de enmendar el machismo que impera en el habla castellana pero lo hace de forma un tanto burda. Creo que en vez de inventarse palabras como "jóvenas" habría que educar para que se utilizasen palabras que amparasen a los dos sexos de manera que cuando estén presentes ambos sexos, el masculino no amparase a los dos porque sin duda eso es machismo. Ardua tarea que si se empieza desde ya en las escuelas, tendrá su repercusión dentro varios años. De momento tratemos de concienciarnos que somos la gente mayor la que tiene, eso sí con gran esfuerzo, que tratar de poner nuestro granito de arena e intentar hablar y escribir con el mínimo machismo posible. Y confieso que aún, algunas veces, pienso en pesetas.

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