La emergencia medioambiental no es más grave que la emergencia democrática
Félix de
la Fuente [colaboraciones].-
Mientras
unos estamos plenamente convencidos de que nos estamos cargando el planeta,
otros se empeñan en reírse ignorantemente de nuestras preocupaciones. Unos
países se esforzarán lo mínimo por reducir las emisiones de gases
contaminantes, mientras China y Estados Unidos y la India seguirán lanzando a
la atmósfera millones de toneladas de CO2.
Los
ciudadanos protestamos, pero los grandes países y las industrias relacionadas
con el petróleo hacen oídos sordos. Arabia Saudí y Nigeria, grandes productores
de éste, no firman siquiera el Acuerdo de París y los Estados Unidos se retiran
de este Acuerdo. Mientras tanto, el tiempo corre y el peligro se acerca.
Esto es
exactamente lo que está ocurriendo en el ámbito de las relaciones humanas o en
el ámbito de la política. Mientras los ciudadanos protestamos contra todo tipo
de injusticias, contra las desigualdades económicas y sociales, contra los
privilegios, mientras los ciudadanos salimos a la calle y los jubilados se
desgañitan, mientras firmamos peticiones e, incluso, iniciativas legislativas
populares, los señores de la política se ríen y, sobre todo, se ríen las
grandes empresas de la política, que son los partidos políticos, pues viven
precisamente de los privilegios, de las dietas, de la confrontación y de las
desigualdades.
El mundo
necesita tomar medidas urgentes contra el cambio climático, pero necesita
tomarlas también contra la degradación democrática. No somos los simples
ciudadanos los responsables del ascenso de los partidos radicales, cualquiera
que sea el signo que ésos tengan. No somos culpables los ciudadanos de que el
Congreso de los diputados esté muy pronto dominado por partidos
independentistas.
GRANDES
EMPRESAS DE LA POLÍTICA
Tampoco lo
somos de que en un día no muy lejano, el Parlamento Europeo esté copado por
partidos antieuropeos. No podemos echar la culpa a la globalización, a la
competencia desleal, a las mafias o a la droga. Los responsables son las
grandes empresas de la política. Son los monopolios del poder político los que
nos han llevado a esta situación. El nombre genérico es partido político. Los nombres propios los conocéis todos.
¿Y vamos a
pedir a estas grandes empresas de la política que resuelvan ellas los
problemas, cuando son ellas las que están creando las desigualdades, los
privilegios, el culto a la personalidad, la falta de libertad de expresión, el
peloteo.
¿No son ellas las que manipulan a las bases para que asientan a lo que pide el jefe? ¿No son los partidos políticos los que nos quieren enfrentar a los ciudadanos calificándonos de izquierdas o de derechas, de progresistas de o retrógrados? ¿Es que tiene algún valor las consultas a las bases cuando todos sabemos cómo se utiliza el aparato del partido para dirigir a militantes, sobre todo si son jóvenes?
¿Es que
tenemos alguna garantía siquiera de que no se manipulen los resultados? Las
únicas consultas que tienen valor son las que se hacen a todos los ciudadanos y
éstas son muy claras. Los ciudadanos buscamos la concordia y el diálogo.
El clamor de una juventud sin futuro es atronador, lo es en todos los países del mundo, y las expectativas de unas pensiones dignas para los mayores son cada vez más reducidas, pues por delante de los jubilados están los sueldos de los afiliados al partido. Cuando fallan las democracias, estamos a la puerta de la dictadura. No podemos contemplar pasivos cómo se nos quema el mundo y tampoco podemos permitir que los partidos políticos jueguen peligrosamente con nuestra democracia. Quizás ambas emergencias tengan la misma causa.
Pon tu comentario